Incendios en Francia| Foto AFP

Esta semana se cumplieron 53 años de la llegada del hombre a la Luna. Aquel paso del astronauta Neil Armstrong realmente representó un gran adelanto para la humanidad, que desde entonces ha visto la exploración del Universo como uno de los objetivos del hombre y su desarrollo. Hoy, sin embargo, muchos ambientalistas llaman la atención sobre la cantidad de dinero invertido en mirar hacia afuera y lo poco que se dedica a conservar el planeta que tenemos.

Después de que el mundo entero vio en directo la llegada del Apolo XI a la Luna muchas cosas han pasado. En aquel entonces era el satélite el cuerpo estelar más conocido por los científicos; poco se sabía de Marte, apenas unas fotos en blanco y negro, y mucho menos del nacimiento de las estrellas o del origen de los hoyos negros. Todo era fascinante y nuevo, y los adelantos tecnológicos eran inspirados precisamente por el objetivo de alcanzar las estrellas.

Hace pocos días dieron la vuelta al mundo las fotos más recientes del Universo, tomadas por la cámara infrarroja del telescopio James Webb, que muestran para asombro de la comunidad científica y de los seres humanos cómo interactúan las galaxias, millones de estrellas jóvenes, amplias colas de polvo y gas de los cuerpos estelares. Una maravilla de color, luz y oscuridad absoluta nunca antes vista. Y hay que aplaudir la hazaña de los científicos al conseguir estas imágenes.

Pero estas hermosas fotos contrastan con miles de hectáreas ardiendo en fuego en países como Portugal, Italia y Grecia y con las terribles noticias de cientos de muertos por la ola de calor que azota el viejo continente, Estados Unidos y China. Mientras la humanidad entera fija su vista en la diversidad del Universo, el planeta Tierra arde por los cuatro costados como consecuencia del cambio climático, que es obra y gracia del hombre.

Ya no bastan las noticias de glaciares derretidos y de terribles inundaciones como consecuencia. Ahora, el calor sofocante como nunca antes se había experimentado está matando literalmente a la gente, pues los países no estaban preparados para enfrentar un fenómeno como este. Y lo peor es que las temperaturas seguirán aumentando. ¿Se justifica entonces tanta inversión en horas-hombre, en investigación, en experimentación, en descubrir lo que guarda el espacio, cuando el único planeta que tiene el ser humano para vivir está enfermo?

Los científicos que tienen su mirada puesta en la Tierra aseguran que por ahora lo único que se puede hacer es reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Es una acción urgente, y si no se han convencido los gobiernos y las personas, basta ver lo que se está sufriendo en los países con astronómicas temperaturas. Llegará un momento en que el agua no será suficiente y los rayos del Sol pegarán mucho más directamente y por más tiempo. ¿Se justifica entonces que el hombre deje perder el único hábitat que conoce?

Los gobiernos deberían dedicar tiempo y esfuerzo en poner en práctica las medidas que los ambientalistas han difundido; todos saben muy bien lo que hay que hacer. Pero si los líderes de los países son como los que tenemos en Miraflores, poco podemos conseguir de ellos como no sea acabar con las reservas de agua y de pulmones vegetales que tiene al menos Venezuela, y todo por la gran ambición de extraer las riquezas minerales de la tierra y llenarse los bolsillos.

Es tiempo de prestarle a nuestro planeta la misma atención que al espacio exterior. Seguramente que las acciones que hacen falta son mucho más sencillas que enviar un cohete a cualquier lugar de la galaxia.

 


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