“La única guía del hombre es su conciencia; el único escudo  que puede proporcionar amparo a su memoria es la rectitud y la sinceridad de su conducta. Resulta extremadamente imprudente caminar por la vida sin esta salvaguarda, pues son tantas las veces en que el descalabro de nuestras esperanzas y la alteración de nuestros cálculos se burlan de nosotros”.

Winston Churchill

Los que no estamos de acuerdo con ninguna de las dos cartas (los 25 o los 68) no podemos dejar que se nos arrincone, que nos pongan contra la pared. Aparte de que soy alérgico a firmar cartas colectivas, pronunciamientos o declaraciones del tipo que sean, ninguna de las dos cartas (la de Luis Vicente León y sus compañeros, como la patrocinada por Ledezma) me satisface, y por supuesto no hubiera rubricado con mi firma ninguna de ellas, si así me hubiese sido solicitado. Primero que todo, no me niego a conversar con nadie, así sea con el diablo en persona, si considero que puedo obtener un provecho loable y mis convicciones éticas no me lo impiden. No niego de que las sanciones puedan aliviarse, reducirse, pero, por favor, con una contrapartida de defensa de nuestras libertades. Es mucho el sufrimiento y el dolor que el régimen ha causado en todos estos años, lo cual nunca debe olvidarse al conversar con ellos. Nuestras libertades, verdaderas conquistas civilizatorias de la humanidad, con particular énfasis en Occidente, donde nacieron y primero se reconocieron en leyes y en constituciones, merecen respeto, y por tanto prioridad en cualquier trato que se adelante con su violadores.  La carta de León y sus compañeros respira exceso de economicismo, de voluntarismo mercantilista, de apaciguamiento, sin el respaldo de una defensa de nuestros derechos ferozmente conculcados. Por ello se trata de una declaración inaceptable y explicativa del fuerte repudio suscitado.

La carta de Ledezma y sus acompañantes se sostiene en argumentos irrefutables sobre la naturaleza del régimen y su deletérea violación de nuestros más elementales derechos. Mi rechazo está en su naturaleza reactiva y el radicalismo de sostener por el contrario de la primera carta, que las sanciones deben continuar y más bien agudizarse.  Es una carta teñida de negatividad, de pasiones excesivas, de arrebatos innecesarios, que me recuerdan la insensatez de Ledezma, María Corina Machado y Leopoldo López, y su radical postura del año 2014, divisora de la oposición democrática a un nivel tal que a estas alturas la unidad pareciera inalcanzable.

No es optimismo, más bien un profundo pesimismo lo que se respira  pasado el frágil vendaval causado por las dos cartas. Alguna experiencia debemos recoger de ellas; recordemos a Churchill y las sabias palabras que sirven de pórtico a este escrito: Sindéresis, visión, prudencia, equilibrio, son banderas que deben fortalecerse, si queremos construir una transición a un mundo que merecemos libre y auténticamente democrático.


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