En marzo de 2018 salió publicado, en el portal de Noticias de la Biblioteca Nacional de España, una nota de prensa donde se anunciaba la exposición Cosmos, organizada por José Manuel Sánchez Ron, conocido historiador de la ciencia, español y académico de la Real Academia Española. Esta exposición estuvo abierta al público desde el 19 de marzo de 2018 hasta el 23 de septiembre del mismo año.

La exposición contó con más de 200 piezas, entre las que figuraron las obras más destacadas de la historia de la ciencia. En todas las reseñas sobre Cosmos, publicadas en la prensa española e internacional, se puede leer que había “desde manuscritos, incunables, primeras ediciones de libros, cuadros, mapas, maquetas, instrumentos tecnológicos…hasta  genuinos tesoros con nombre propio: los Códices Madrid de Leonardo Da Vinci, una primera edición de Philosophiae Naturalis Principia Mathematica de Isaac Newton, una Biblia impresa por Gutenberg, el Arca matemática de Carlos II, cuadros del Museo del Prado, uno de los microscopios de Santiago Ramón y Cajal, una reproducción en miniatura del Gran Telescopio Canarias, maquetas de barcos del Museo Naval, reproducciones de aviones, cohetes y naves del Museo de Aeronáutica y Astronáutica…”

Un verdadero tesoro. ¿Por qué la fabulosa exposición se llamó Cosmos? Hay que remontarse a nuestros amados griegos; para ellos, el Cosmos (Kosmos) era una totalidad ordenada, donde cada fragmento tenía un lugar preciso en el universo. Esa totalidad tenía orden, armonía, es decir, era el cosmos, “un todo dotado de la armoniosa belleza de lo ordenado”. En otras palabras, el cosmos era bello en sí mismo. Para describir en forma sintética el contenido de la exposición, sus organizadores usaron una frase del famoso astrónomo Carl Sagan: «El cosmos es todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que alguna vez será». Englobo esa frase en una sola palabra: eternidad.

Y esta frase la conecto con el tema al que quiero dedicar el artículo de hoy: la belleza. ¿Es definible la belleza? ¿Inefable? ¿La belleza es igual al objeto que la representa? ¿Es el universo bello o es la apreciación humana que lo hace bello? ¿Belleza y arte son iguales? ¿Lo bello es lo bueno, lo justo, lo verdadero? Aristóteles en la Ética a Nicómaco asimila el coraje, la valentía a lo noble, y, a la vez, a lo bello (EN, 1115b23).

En un extraordinario artículo sobre el concepto de belleza en el mundo antiguo, D. Konstan muestra dos imágenes, una, Artemisa, la deidad griega; la otra, Marilyn Monroe, la legendaria actriz “hollywoodense”, y pide a sus lectores que intenten responder las siguientes preguntas “¿Cuál de las dos imágenes parece más hermosa? ¿Cuál de estas dos mujeres es más bella? o, más bien, ¿cuál de las dos imágenes lo es? ¿Cuál de las dos mujeres, tal como están representadas en estas obras, es más bella?”. En esta última de las preguntas, la significación de bello luce trascendental. Lo que llamamos bello no parece corresponder con el concepto que de la belleza tenían los griegos. ¿Por qué importan los griegos? Porque de ellos se heredó el ideal estético con el cual la historia de Occidente ha juzgado y catalogado lo bello.

Yo no dudaría en decir que la imagen que presenta Konstan de Marilyn la muestra como “sexy”, pero Artemisa no era solo “sexy”, Artemisa encerraba un cúmulo de virtudes, era bella, era la Libertad, así, en mayúsculas.

He relacionado la belleza con la eternidad, a partir de la frase de Sagan. Recordemos que para Schopenhauer la belleza era la visión de la eternidad. Y esa correlación, eternidad-belleza, la asocio inmediatamente con Borges. ¿Jorge Luis Borges? preguntarán algunos, asombrados quizás por el salto de siglos.

Pues sí, Jorge Luis Borges. Busquen El Hacedor (Borges, 1998; 161) y allí dice: Cuentan que Ulises, harto de prodigios, / lloró de amor al divisar su Ítaca / verde y humilde. El arte es esa Ítaca / de verde eternidad, no de prodigios.

En un excelente trabajo, Eternidad y belleza. Tránsitos entre Schopenhauer y Borges, Javier Acosta Escareño enlaza estos dos autores precisamente en este texto. Eternidad y tiempo son constantes en la obra borgiana. Mientras para Schopenhauer “la visión de la eternidad es la misma de la belleza; para Borges, en cada cosa en que es revelada la eternidad sobreviene la poesía. La contemplación de la “verde eternidad” es la experiencia de la belleza.” ¿Es la belleza la poesía? O, acaso, ¿es la música? ¿La pintura? ¿El arte, en general?

Podemos agregar otra perspectiva desde la cual ver la belleza. La concepción pitagórica del número que lo hacía omnipresente, esencia de todas las cosas. Unos cuantos siglos más tarde, Galileo Galilei diría que “el Universo está escrito en caracteres, matemáticos”. Y si ese Universo es bello en sí mismo, ¿los números poseen esa belleza, o ellos son la belleza?

Hoy día, siglo XXI, más bien parece que la idea de belleza responde a dos maneras muy específicas, (1) la belleza involucra sustancialmente el mundo del arte; (2) la belleza envuelve básicamente el mundo de la naturaleza.

Números, música, arte, naturaleza pero ¿qué pasa con lo feo, lo grotesco? Aunque sea un oxímoron, ¿la fealdad no tiene ningún atributo de la belleza? ¿No? ¿Lo feo no produce admiración, goce estético? Pienso en Los desastres de la guerra, serie de ochenta y dos grabados del gran maestro de la pintura, Francisco de Goya y Lucientes, realizada entre los años 1810 y 1815. El horror de la guerra se manifiesta fundamentalmente cruel y agudo en esta serie. Los grabados puntualizan las brutalidades cometidas en la Guerra de la Independencia Española. Pero, quien se detiene ante cualquiera de estos grabados queda atrapado en esas imágenes. Igual pasa con el Guernica, obra inmortal de Pablo Picasso.

Y si concebimos lo bello como el mundo de la naturaleza, pienso en nuestros tepuyes, donde se conjugan la Eternidad con lo majestuoso. Veo un video del Salto Ángel y no solo es la majestuosidad de la caída del agua, es su sonoridad; en pemón se le llama Kerepakupai Vená, y significa “salto del lugar más profundo”. Proviene de las “moradas de los dioses”, que es el significado del nombre de los tepuyes. Aquí vuelven a juntarse eternidad y profundidad con la belleza del Universo, con la armonía, con lo ordenado.

Veo a Venezuela como una manifestación de la belleza. Artes, cultura, música, literatura, pensamiento filosófico, naturaleza. Y el contraste con la fealdad que se nos ha manifestado en los últimos tiempos debería servirnos para recuperar la energía y la magnificencia que los parajes majestuosos nos brindan; nuestros héroes civiles, nuestras manifestaciones culturales, la extraordinaria producción musical, los filósofos que nos precedieron y sembraron frutos que aún están por ser aprovechados, la riqueza literaria son manifestaciones de la belleza que se manifiesta en Venezuela. Esos valores nunca podrán ser convertidos en tierra arrasada.


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