Cuando planifiqué para este año 2020 la periodicidad de lo que escribiría en la columna, fijé como día de publicación el último viernes de cada mes, por lo que en este febrero, mes del amor y la amistad, temas de los que me gusta filosofar, investigar y reflexionar, fue conveniente que correspondiera a la finalización del mes, ya que probablemente de hacerlo en sus inicios, o el famoso día 14, pavosísimo por cierto, no faltaría quien pudiera afectarse por las ideas que solo a manera de opinión y sin intención alguna de convencer a nadie expreso libremente a continuación.

Y es que más allá de mis opiniones, que creo suficientemente elaboradas porque no surgen de un impulso momentáneo, de no creer en ese impuesto dogma que nos hacen repetir cual mantra de que la familia es la célula fundamental de la sociedad, que pienso no es así sino un constructo social; o que no existen valores que podamos afirmar como exclusivamente familiares, o de temas tan álgidos como si deberían los Estados reconocer o no los llamados matrimonios igualitarios, asuntos todos que ameritarían especial desarrollo, yo creo que existe en la actualidad una sobrevaloración no solo de la idea de matrimonio y de la relación de pareja, sino de la propia noción de gamia en las relaciones sentimentales.

Indudable es que Grecia influyó enormemente en la formación no solo de la cultura occidental sino de toda la humanidad como hoy la conocemos, siendo su lengua elemento esencial en muchas de nuestras ideas y expresiones en la que la noción de gamia es una de ellas.

¿Pero que es la gamia?

Pues gamia simplemente significa “unión”, un concepto que visto aisladamente no nos genera mayores reflexiones, pero contextualizadas en palabras e ideas como las de monogamia, bigamia, poligamia, endogamia, exogamia, y más recientemente la expresión de agamia, le imprimen un contenido mucho más complejo, en especial al referirse a las relaciones interpersonales, que bien valga destacar desde ahora que no es exclusivo de la relación de parejas, como tampoco lo es de género o preferencia sexual. Pero antes de continuar creo que debo reiterar que lo que expongo es mi personal apreciación y en modo alguno se pretende ni convencer a nadie como tampoco que sea mansamente aceptada, y que aunque pudiera ser considerada contrario a lo “normal”, créanme que somos muchos más de los que se cree que pensamos así, veamos…

Tales acepciones mencionadas en las que se utiliza el sufijo gamia existen en cuanto a su relación con la institución del matrimonio –que ya bastante compleja es–, sea porque las sociedades permiten que suceda hacia lo interno de la sociedad o a lo externo, como lo son las nociones de endogamia y exogamia; o en cuanto al número de personas relacionadas en ese vínculo gamial, que puede ser de dos, a pesar de que se utiliza el prefijo “mono” como en monogamia, ya que existe una sola unión o gamia, de tres personas, como el caso de la bigamia, existen dos gamos, y luego la noción de poligamia, en la que existen en efecto varias uniones o gamias. Creo que hasta aquí, se comparta o no, no genera mayores complicaciones para entender.

Ahora bien, cuando nos referimos a una situación de “agamia”, ¿qué deberíamos entender? ¿Que no existe matrimonio y tampoco unión? ¿Un estado de soltería, celibato y hasta de virginidad permanente? ¿Cómo denominar las relaciones interpersonales de intimidad, no necesariamente de pareja, que no están casados? ¿Y si esa relación de intimidad no lleva implícita una condición de exclusividad –que es diferente a lealtad y fidelidad- puede llamarse gamia? ¿O que no se tenga entre aquellos que están unidos permanente o temporalmente proyectos de vida en común seguimos denominando gamia? ¿O cuando alguien señala que no cree en el matrimonio debemos entender que se refiere a la institución jurídica o a la gamia? ¿Y qué pasa con los hijos? ¿Si existen significa que debe entenderse que hubo alguna vez gamia? Como estas y ciento más son las interrogantes que pueden venirnos a la mente para que con nuestras personales respuestas o las que tomemos prestadas del gran abanico de pensamientos podamos acomodaticiamente colorear cualquier posición que queramos, y de allí hacer usos de ellas con prácticamente cualquier finalidad, sea económica, política, personal, social, ya que sea desde una postura de la llamada conservadora hasta de aquellas que se denominan “progresistas” y las cientos de intermedias, hacen sus aportes sobre tan importante tema, lo cual es absolutamente bienvenido, pero el problema que se presenta es cuando pretenden imponer su posición.

Ya retomaremos la senda romántica del tema para quienes les gusta, pero sigamos un poco con este paréntesis de la gamia, y es que desde como se vea, esa noción es prácticamente imposible de asimilar sino en relación con la institución del matrimonio y más aún, del llamado “tradicional”, ello en cuanto a que sea entre un solo hombre y una sola mujer, con finalidad procreacional, de vivir eternamente hasta que la muerte los separe, llevando a cabo un proyecto de vida común, ah…, y claro, considerarse la célula fundamental de la sociedad, aspectos todos, sea para defenderos y propenderlos o por el contrario para considerar necesario negarlos y superarlos, son los que se utilizan para sostener muchas de las tensas relaciones sociales como las de matrimonio igualitario, extensión de sus efectos a las uniones de hecho, no necesariamente estables, consecuencias de contenido patrimonial, convivencia, rupturas, separaciones, y tantas otras, así mismo las consecuencias y obligaciones derivadas de la filiación, expresión que prefiero utilizar en vez de paternidad o maternidad para no excitar reacciones del feminismo radical para quienes todo nomen derivado de “pater” como padre, paternidad, patria y otros, debe desaparecer de la faz de la tierra.

Y qué tal si en vez de concebir la idea de gamia en relación con la institución del matrimonio, no nos atrevemos a imaginar, a pensar que cosas muy distintas son la institución del matrimonio, la filiación, la intimidad, entiéndase sexual, recreativa o reproductiva, las ideas de lealtad, fidelidad y exclusividad; la convivencia y cohabitación, la identidad de género o sexual (otro fascinante tema para discutir), desde perpetuidad y transcendencia, comunidad de bienes… y de pasivos (a muchos se les olvida), obligaciones alimentarias, ejecución de proyectos personales de vida y tantos otros con sus consecuencias, ah y se me olvidaba … el amor,… son aspectos muy distintos entre sí que no necesariamente deben estar contenidos en una misma situación de unidad como lo es la gamia, o aún más, en la de la noción de matrimonio, incluso, en situaciones son hasta excluyentes, y sin embargo creemos, o nos han hecho creer en un ideal de relación a la que no se ha de propender, sino que en sus muchas veces inalcanzable, resulta en que desatendamos y nos apartemos de otras actividades que pudieran ser nuestros genuinos proyectos de vida, todo ello con el agravamiento que al reflexionar sobre el tiempo que ha pasado pretendiendo ser algo que no somos, estamos más cerca del final del viaje y que por más que podamos enderezar el rumbo, siempre nos quedará algún extraño sabor de no haber actuado antes de otra manera. ¿Qué creen?

Estamos aún en febrero, mes del amor, ya terminando, y como todos los años, pareciera que el único amor celebrado es el amor romántico, “el de pareja”, actual o actuales, sean reales, ansiados “platónicos” o pasados, clase de amor que por su enérgica promoción nos hace pensar que es el más importante o el que necesita mayor labor de publicidad, lo que si bien pudiera ser bastante cierto, además de económicamente más productivo, no debemos olvidar en ningún momento que no la única clase de amor, y para muchos no el más importante, ya que en casos, aunque se niegue, puede ser castrante y limitante, pero en fin es amor, y como tal no deja de ser la energía, el sentimiento, que mueve al mundo, incluso separándolo como se ha planteado de la idea de matrimonio, de pareja y de gamia.

Pero también febrero se ha señalado como el mes de la amistad, y el día catorce, que insisto es pavosísimo, se celebra de igual modo pero no con la misma intensidad como la del amor romántico, tal vez a modo de consolación para quien carece del de pareja y le quedan sus amigos. Y es que muy poco se sabe que las voces de “amistad”, “amigos” “amie” e incluso el “friend” en inglés devienen de la misma expresión, idea y sentimiento de “amor”, por lo que es totalmente errado considerar la amistad y el amor como cosas distintas cuando en realidad no lo son, por lo que habría que repensar muchas de las opiniones y posturas que tenemos sobre la gamia, la existencia del amor, así como de la propensión, intención y vocación de permanencia y perpetuidad, que como se indicara ello es absolutamente ajeno a un asunto de sexo, género o número, temas que si bien podemos aquí desarrollar merece dejarlas para otra ocasión.

El mes de febrero se acaba y no por ello las reflexiones sobre el tema del amor, la gamia y la amistad, que como el filósofo afirmara sobre esta última, cuando es verdadera jamás se extingue pese a la distancia y al tiempo, a diferencia de los amores eternos que tantas veces hemos visto profesar y que al poco tiempo nada de ellos queda.

Como aparece del propio título, esta es la primera parte, mi intención no es otra que la de extender invitación a ver y sentir más allá de constructos impuestos, a pensar de que tal vez no exista eso de familias tradicionales, o disfuncionales, es más, que en modo alguno eso de tener familia, jugar a la casita, los niños y mascotas deba ser una finalidad en la vida, lo de la idea de pareja ideal, así como muchas otras imposiciones que nos alejan de lo que en realidad queremos ser cada uno de nosotros; lo realmente importante es que propender ser lo que se desee y ejecutar cualquier proyecto personal siempre con genuino amor, que es el que este mes, todos los anteriores y por venir, son los que personalmente celebro y celebraré.

Feliz mes del amor y de la amistad a todos, espero no haberlo estropeado, en fin, ya prácticamente culminó. Nos vemos el 26 de febrero de 2021 para la segunda parte.


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