Hay que reconocerlo, los dólares se intercambian con libertad, sin restricciones, entre los enviados por desesperados huidos al extranjero, los que regresan tras ventas legales e ilegales de oro, petróleo y otras riquezas que son de todos, pero utilizadas por el régimen, cómplices y beneficiados.

Con la divisa circulando a placer, baja el valor del tembloroso y ya insignificante bolívar. Se intercambia insubordinado para compras de primera necesidad, y de lujo; ese fluir se siente. No todos tienen, ni todas las adquisiciones pueden ser hechas creyendo que es negocio pagar con dólares, pero es una realidad inocultable. El régimen no solo lo sabe, sino que lo apoya haciendo como si no tuviera regulaciones cambiarias, abriendo oportunidades a cualquiera, incluyendo los más sofisticados que cancelan mediante transferencias electrónicas.

El diluvio de moneda extranjera ayuda al régimen a difundir un ambiente apaciguador, de falsa normalización, impulsado por la nueva política petrolera, no legalizada pero ejecutada, dando libertad de acción a gigantes industriales, que usan la relación política como campo de análisis y conseguir tranquilidad de inversión y actuación. Cultura empresarial que una vez tuvo Pdvsa se llama rentabilidad. Beneficiosa para las partes.

El problema no está ahora ahí, ni en los dólares limpios o sucios que el régimen está recibiendo, sino en los millones de venezolanos que tienen que pagar en niveles dolarizados con los escasos bolívares diariamente devaluados que reciben. ¿Cuánto durará esto, cuánto más se seguirá abriendo la profunda y humillante brecha entre dolarizados en más o en menos y bolivarizados que deben comer, vestirse, transportarse, curarse, diariamente pagando a costos de divisas con sus débiles e insuficientes bolívares erosionados por torpezas y corrupciones castro-chavistas?

Por la boca muere el pez, dice el refrán; por el bolsillo, el hambre y el decrecimiento de la ilusión aplastada por el aumento de carencias, ingresos miserables, mueren las expectativas y lealtades. No es casualidad que el éxodo masivo continúe, con ciudadanos huyendo dispuestos a cualquier cosa, rendidos ante la evidencia de la tragedia venezolana.

Tratan infructuosos de disimular del dolor irreparable de una dolarización que parece inevitable, pero que ayuda a unos pocos y perjudica a la mayoría. Justamente a los que la revolución bolivariana, sus voceros rojos y el entramado del chavismo afirma defender.

Y envueltos en remotas nieves, vodka en mano, vigilan desde las lejanías su distante patio caribeño, con rebote en La Habana, y especialmente sus intereses en petróleo, que son muchos. Y quien está en el asunto petrolero en Venezuela, está metido en política.

El canciller ruso, con su habitual cara de tabla, se apresura a oficializar el apoyo de Vladimir Putin al lío que armaron este domingo los chavistas con respaldo militar. El multicondecorado y poco reilón ministro de la Defensa trató de justificar lo que fotos, videos, testimonios de ciudadanos y periodistas refutan. Intentó salvar la cara militar manifestando que los uniformados garantizaban el ingreso de parlamentarios. No fue así, el país y el mundo lo vieron.

La Cancillería rusa se mete más a fondo en el enredo y apoya un vergonzoso espectáculo. Y es que estar en Venezuela no solo es una manera sencilla de retar a Washington y restregarle “mira lo cerca que estamos, en tu patio (aunque Cuba está en las famosas 90 millas)”, sino también una forma cada día más profunda de cuidar sus intereses económicos.

Sin justificar a los rusos –los chinos han sido más discretos y hábiles– .¿qué podían hacer, apoyar a Juan Guaidó? Tienen que morir con el vodka en el estómago y las botas puestas con lo que haga el castro-madurismo, aunque sea un teatro astracanesco y, lo haya sido o no, bastante improvisado. Están obligados a respaldar al comunismo, procastrista y antiimperialismo, no solo como parte de su geopolítica para incordiar a los estadounidenses, sino por la inmensa cantidad de dinero metido aquí, más lo que falta, y quieren sacarle provecho.

Pero, así como el traidor traiciona de nuevo y el que nace mentiroso ni que le pongan ají en la boca, el que tiene intereses económicos y maneja al mismo tiempo políticas que tienen o buscan propósitos mundiales va a actuar según su conveniencia en cada momento diferente. Hoy el Kremlin está con Miraflores y Fuerte Tiuna, ¿lo estará mañana?

Los castro-maduristas puede que estén cayendo en el error de creer que Putin de verdad cabalga osos y es su amigo del alma, olvidan que los países no tienen amigos sino intereses. Hoy a los rusos les conviene estar por estos lados, sacados de África y otras partes del mundo por los chinos que no andan con geopolíticas sino con negocios, y que en cualquier momento podrían llegar a arreglos comerciales con Washington. Pero mañana al especialista en inteligencia podría convenirle otra cosa, es cuestión de zonas más cercanas y vitales para Rusia, como sus propios alrededores.

Trump no retará al sobrevolar Moscú; Caracas y La Habana están más cerca, pero no es ese el camino. En realidad, con todo su oro y otros negociados, la Venezuela castro-madurista está cada día más cercana a Washington, cada dólar más cerca. Porque día tras día la realidad económica es menos marcada por el Banco Central de Venezuela y los genios que han destruido con sorprendente empeño la economía e industria petrolera, y más si no marcada, ciertamente dependiente de lo que decida el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Que, casualmente es el que emite billetes de dólares y decide sanciones. Piensen en eso.

@ArmandoMartini

 


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