Sin duda alguna Venezuela es una tierra de paradojas en todos los sentidos, siendo, o habiendo sido, país petrolero, tiene que importar gasolina; habiendo promulgado una de las primeras constituciones no solo del continente sino del mundo moderno, materialmente carece de ella; poseyendo gran cantidad de recursos de toda clase, es un país sumido en la miseria; y teniendo la peor situación económica del planeta en el siglo XXI, ha desarrollado lo que en sectores del foro se ha denominado la «Cultura de bodegón», que no es más que el máximo nivel no de paradoxismo, sino en muchos casos hasta de cinismo, pues mientras el salario mínimo real a duras penas llega a un par de dólares mensuales, la producción interna del país se ha visto afectada como nunca antes y vemos a diario el bochornoso espectáculo de gente buscando comida en la basura, en estos «bodegones» es posible conseguir desde las más comunes golosinas que en Venezuela se consideran prácticamente un lujo hasta excéntricas exquisiteces disponibles en otros en países solo en tiendas especializadas, pero que aquí se exhiben y se venden de la forma más trivial.

No obstante lo anterior ocurre actualmente durante un «férreo y criminal bloqueo económico», pudiéramos imaginar la situación sin él, ah no, es verdad que cuando no existía la cosa tampoco estaba mejor, ya que bien podemos recordar como característica de las recientes décadas la miseria, el desabastecimiento, la destrucción del aparato productivo y la total esquilmación del erario público, pero eso es otro tema, no nos distraigamos.

La mona vestida de seda… mona quedó.

El tema aquí es que en el mismo contexto de la más absoluta situación de miseria coexisten inmensos y ostentosos vehículos de lujo precedidos de decenas de «escoltas» y «guardaespaldas»; ropa y zapatos de las más costosas marcas, joyas y relojes de los que incluso conocedores y entusiastas solo saben por referencia y quienes con esfuerzo  legítimo han hecho dinero suficiente para adquirir un ejemplar, lo pensarían más de una vez.

Qué decir de otros accesorios que sin ser precisamente joyas y «juguetes» (como vehículos, relojes, teléfonos, entre otros), que por sus características suelen ser bastante costosos, sus precios astronómicos y la ostentosidad en su uso en el contexto venezolano, puede sin lugar a dudas confirmar que existe otro contenido y finalidad más allá de lo que conocemos como buen gusto.

Un ejemplo que vívidamente podemos destacar sería el del vestido, y más aún el de los accesorios como calzados, correas, corbatas y otros; y qué decir cuando se trata de aquellos destinados para damas, de los que se ha perdido la capacidad de asombro de sus precios, más allá de que puedan ser pagados directamente por sus definitivas usuarias, o sea, que lo haga algún esposo trabajador, un novio o enamorado ansioso, algún colaborador o patrocinante (permanente o eventual), lo que además de ser una variable en la fijación de los precios (de los accesorios), puede ayudarnos en algunos casos para confirmar la máxima que se atribuye al propio Esopo de que por más que la mona se vista de púrpura, mona se queda, principio que pareciera más bien ley que se confirma en muchos espacios y  tiempos de la humanidad.

No es particularmente complicado verificar lo que aquí se señala, por el contrario, es sumamente fácil en países con poca vocación democrática en los que mientras mayor miseria y abyección existe, son más ostentosas las muestras del llamado consumo conspicuo de aquellos que se ufanan de estar más cerca de los focos de poder, lo que a su vez es más evidente aún en aquellos regímenes que supuestamente se sustentan en pensamientos colectivistas que critican la creación y amasamiento de riquezas, como tales pueden ser los conocidos casos que van desde paradisíacos balnearios y hoteles en alguna isla del Caribe o extravagantes hoteles y casinos ubicados a más de 2.100 metros de altura con interesantes historias y anécdotas de inauguraciones y reinauguraciones, lugares estos que parecieran más bien servir de santuario de una nueva clase de caudillismo, o mejor, caudillaje.

Las situaciones y prácticas relatadas nos recuerdan las ideas promovidas por el economista norteamericano Thorstein Veblen, quien en trabajos críticos al capitalismo, sin llegar a identificarse con el marxismo, destacaba cómo el nuevorriquismo caía en esta práctica de gran ostentosidad y suntuosidad en la que incurrían aquellos personajes comúnmente de baja o ninguna autoestima, que por lo general albergan un gran resentimiento y lo intentan superar, pero sin éxito, ostentando prendas, relojes, zapatos y corbatas de lujo, supervehículos, naves y aeronaves, y pare de contar. Ya bien se le atribuía a Esopo, como se dijo, por más que se vistan de seda… o como se escucha muchas veces en el foro… y es que es sumamente difícil avanzar cuando el rancho está es en la cabeza.

Esta tugurización generalizada suele observarse de contextos propios de sistemas regidos por agentes de poder bruto para los que la decencia, el respeto, la civilidad, la urbanidad, el esfuerzo, la preparación y el conocimiento no solo son negados y rechazados, sino hasta atacados por aquellos que consideran que son «cosas» que pueden adquirirse con dinero, que como una nueva paradoja pueden ser obtenidas sumamente fácil por esta clase de individuos en ambientes donde reina el pillaje y el malandraje. Y más aún, al estar «ocupadas» –más bien secuestradas– las «altas» posiciones a las que por sus abyectas prácticas les es común trepar y en los que esa conspicuidad es natural, deviniendo en lo que nuestro amigo Don Rigo no ha tardado en calificar de «malvivientes», no ya por carestías en recursos básicos de subsistencia, como algunos suelen considerar, sino por el contrario, por una bochornosa ostentosidad material y una andrajosa condición espiritual y ética, además del mal gusto que a muchos se achacaría. La situación es de tal gravedad que a pesar de alarmar a unos, para otros no es de extrañar que ese perfil de malandraje y pranato sea la imagen y destinatarios de estos mercados abyectos, viles y conspicuos en los que los vehículos de lujo blindados son solo un tristísimo pequeño ejemplo.

Sobre la fotografía en esta publicación

Tomada de página que refiere al embargo y remate de 26 vehículos de lujo propiedad de Teodoro Nguema Obiang Mangue, quien es «vicepresidente» de Guinea Ecuatorial e hijo del dictador de ese «Estado», Teodoro Obiang Nguema Mbasogo.

La noticia nos hace reflexionar sobre lo característico que es en sociedades bajo regímenes totalitarios que aquellas personas relacionadas con sus abyectas prácticas suelen ser perfecto ejemplo del llamado consumo conspicuo, próximamente si la ideología en que se sustentan son de corte colectivista como el comunismo o socialismo.

https://www.businessinsider.com/supercars-seized-from-son-of-dictator-auctioned-2019-10

 

 


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