1. Llegaron los noruegos a ver cómo estaba la cosa. Viajaron para saber lo que se muestra en las noticias todos los días, incluso en Noruega. Dijeron que viajaban para actualizarse y su actualización no incluyó visitas a los presos políticos o a los hospitales; tampoco a los mercados ni a la frontera. Su actualización se limitó a ver un tirano talla grande y a unos opositores que nadie ha dicho quiénes fueron. Poco a poco se sabrá.
  2. Sin duda que andan en lo que puede calificarse como zapaterismo incurable: darle oxígeno a Maduro así, como quien no quiere la cosa, de lado, y con mascarilla. Ningún ser civilizado se niega al diálogo siempre que no sea para que las sabandijas se perpetúen en el poder. Algunos opositores han dicho que lo que está planteado son condiciones electorales indispensables para sostener unos comicios libres y justos. Pero -¡ojo!- a veces hay trampa.
  3. Cuando se habla de condiciones electorales y no de la salida del régimen, lo que está implícito –aun cuando el embeleco siempre se sabe- es que con Maduro puede haber elecciones decentes si se le obliga. Lo que no parecen advertir (en realidad sí lo saben) es que la fuerza que se necesita para que Maduro acepte elecciones libres es inferior a la que necesita para que salga en carrera hacia La Habana.
  4. En este titubeo se estará hasta que algunos eventos ocurran: el último mes de campaña electoral en Estados Unidos, se determine el ganador de esas elecciones, el impacto del covid-19 en Venezuela, la continuidad acelerada de la ruina del país y los elementos sobrevenidos, convertidos en la nueva normalidad de la época, incapaces de ser anticipados por los gurúes.
  5. Lo que se sabe es que el régimen hará elecciones y ya tiene en su Arca de Noé a gente producto de las divisiones de todos los partidos. Como en 1963, cuando AD se dividió entre la Vieja Guardia y el “Grupo ARS”, habrá AD gobierno y AD oposición, con la novedad de que ocurrirá idéntico con los partidos gentilmente cedidos por Maduro a sus confederados: VP, PJ y tal vez otros en la tubería.
  6. La mayoría de partidos y sobre todo de la opinión pública no participará en esas elecciones. Ni hay ganas, ni el virus lo estimula y se sabe de sobra que es una tramoya, como las decenas que ya se han visto en los actos de magia de esa corte de impresentables del Consejo Nacional Electoral. El problema es que desde luego es insólito participar en una comedia de tal magnitud; pero no se arregla el asunto con la mera renuncia a participar.
  7. Para los que participan es una manera de construir una nueva oposición que se asume como circunspecta. En los hechos es una parte del sistema de Maduro que, como en los países soviéticos del siglo pasado, tenían su oposición, completamente libre para discutir a rabiar la conveniencia de domesticar mariposas azules. La mayor parte de la oposición no participará, aunque tiene sus demonios internos que se preguntan cómo sobrevivirán a una sequía de varios años más, sin candidaturas con las cuales pasar la raqueta y servir a la patria.
  8. El problema es real: no participar es la opción mayoritaria; pero es correcto preguntar para qué sirve. Una primera respuesta obvia es no convalidar la farsa; no prestarse a una relegitimación de Maduro. Respuesta correcta, desde mi punto de vista; pero hay otras formas más sutiles de relegitimar a Maduro. Una de las que me parece más riesgosa es la de prolongar la actual Asamblea Nacional como un mecanismo para tener un presidente interino de manera indefinida. ¿Por qué?
  9. Si usted se plantea que la actual AN y Guaidó van a seguir en su lugar actual después del 5 de enero, usted también dice que Maduro y su régimen seguirán allí después del 5 de enero. Es un escenario sin duda posible. La gran adivinanza es por qué, en vez de sugerir la continuidad de la AN (y de Maduro), no se propone “el cese de la usurpación” como el escenario primero y más relevante.
  10. No es de esperar respuesta de Guaidó, quien al parecer no se siente concernido por estas cuestiones del abandono del “cese de la usurpación”; pero, tal vez haya quien caiga en cuenta que abstenerse sin concebir la salida del régimen en el marco de esa abstención (o suspensión de las elecciones) es sembrar una nueva ambigüedad.
  11. Cuando la participación en esas elecciones es jugar el juego de comparsa del régimen y la abstención sin estrategia es inútil, vale la pena volver a preguntarse por qué no volver al asunto central: la concertación nacional e internacional para salir del régimen

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