La medianía que caracteriza a buena parte de la dirigencia política de esta hora produjo un enredo gigantesco con la participación en el mentado diálogo de Oslo, porque justamente la alternativa democrática se encontraba atravesando por un buen momento político y tenía enfrente una gran posibilidad de lograr la amenaza creíble con el apoyo de los aliados internacionales. Hoy día, seguimos contando con tal apoyo pero las cosas se le han complicado a Trump, Perú, Ecuador, Brasil y Colombia. Se acudió a Oslo cuando la comunidad internacional estaba ferozmente opuesta al régimen y la oposición a punto de un empuje para la salida del régimen.

Fracasó el enésimo diálogo, como lo advirtieron quienes sostienen que con una corporación criminal no se debe conversar sino a los únicos efectos de acordar los términos de su salida. A esto se le suma otro error estratégico del G4, al alterarse el a, b y c del mantra aceptado por la sociedad y contenido en el Estatuto de la Transición, apegado a la Constitución. En enero teníamos la ruta clara, pero ahora el cese de la usurpación pasa a un segundo plano y se privilegia la celebración de elecciones bajo el CNE del régimen, con retoques cosméticos.

Resulta un error estratégico asumir que Maduro, que ya no es presidente sino usurpador, se separe del cargo al igual que lo haría Guaidó. Es decir, ambos se separarían para competir en una elección controlada por el régimen. Si Guaidó es presidente de la transición no puede ser candidato presidencial. La gente no va a salir a votar en esa elección y mucho menos desea cohabitar en un consejo de Estado con los chavistas responsables de la catástrofe que aniquiló la república.

La situación del país continúa agravándose en todos los órdenes de una emergencia humanitaria compleja, de lo cual inferimos que se abrirá otra oportunidad para la salida del régimen en el corto plazo. Esta vez aspiramos a que se arme una coalición nacional con tal propósito que incluya al otro sector de la oposición que no forma parte del G4. Estamos hablando de una coalición con todas las fuerzas políticas y sociales para una sola cosa: la salida del régimen. Con esta  coalición será posible articularse con una determinante alianza internacional. Esta nueva reconfiguración de la estrategia responde a los anhelos de la sociedad democrática.

Si tal camino no se sigue se recaerá en el despropósito de continuar jugando con la fe pública e irá subiendo la cota del descreimiento ciudadano que hoy observamos, el cual si no se atiende se convierte en un caldo de cultivo para estallidos impensados.

No queremos escenarios de anarquías, caos y odios en Venezuela que conducen a irse… por la libre. En situaciones de arroz con mango emergen factores de fuerza.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!


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