Resulta interesante analizar el contraste que existe en las empresas: muchachos jóvenes recién graduados o a punto de graduarse frente a las personas que tienen años trabajando en la misma empresa. Los jóvenes llegan con ganas de comerse al mundo y los que están desde hace años instalados en sus puestos trabajan con una mayor conciencia en lo que hacen. Algunos con tedio, vale decir.

Los jóvenes llegan con ganas de implementar lo que han aprendido en sus carreras y se encuentran a veces con un ambiente lleno de vicios de años. Hay que moderar su impaciencia y hacerles ver que los empleados con los que trabajan tienen los años de experiencia que ellos no tienen; que saben muchas cosas no por haber estudiado, sino por haber lidiado diariamente con las mismas situaciones. Algunos empleados son mayores y siguen trabajando por necesidad, porque no pueden darse el lujo de renunciar. A los jóvenes hay que abrirle los ojos ante ciertas situaciones de vida que tal vez desconocen. Hay que estimularlos, más bien, para que enseñen con humildad lo que ellos saben y lo que los compañeros de trabajo ignoran.

Es algo parecido a lo que podría pasar a los venezolanos que regresan después de haber estado muchos años fuera. Algunos regresan porque no se adaptaron; otros porque no consiguieron la estabilidad que buscaban. Pero el punto aquí es que regresan con un bagaje de cultura aprendida en el trato diario con personas que siguen reglas y obedecen en su vida pública. Podría pasar que algunos inevitablemente comparen ambos modos de vivir y sienta ganas de criticar lo nuestro, sin ver, como el muchacho nuevo en una empresa, que muchos aquí están trabajando con las uñas por una sociedad mejor.

La humildad es una virtud que hay que enseñar a los muchachos, pues escucho a muchos que hacen pasantías y se quejan del estado de la empresa. Ven que lo aprendido en la Universidad no es en muchas cosas similar a lo que ven en sus lugares de trabajo. Hay que estimularlos a educar con paciencia a empleados que vienen acarreando vicios desde hace muchos años. Hay que dar argumentos, de por qué sería mejor hacer las cosas de un modo y no de otro; hay que dar ejemplo haciendo las cosas como deberían ser hechas. En fin, hay que trabajar con humildad, sin echar en cara a nadie los errores que cometen día tras día.


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