Agmary Feder

En la multimediática y competitiva praxis poética, es casi imposible toparse con una autora que sea simultáneamente provecta y joven como Agnieszka M. Rybarczyk F. Cierto que es lúcida y dueña de una sapientia distincte igual inmenso fervor escritural, que funde al quehacer pictórico explícito en su libro intitulado Esmeraldas: «[…] con aplicaciones de moho,/huele a nobles sueños nonatos,/a orden caotizado./a quicio fermentado,/a rancias historias de quísticos desenlaces,/a amantes desalmados […]» (Huele a flores óseas). En su trabajo hay discernimiento filosófico e imágenes.

Admito que mi posmoderno encuentro con Rybarczyk F. (de redes sociales) me produjo, primero, admiración hacia ella por sus deslumbrantes obras de arte. Empero, no tardé en descubrir que también estaba afortunadamente investida de poetisa: que igual magnífica, seductora de quienes somos profesos de cuanto he denominado Principio Inmutable de la Razón Suficiente. Ella la tiene, una inmanente razón que sostiene su poética como si se tratase columna de una edificación antisísmica. El ejercicio de la Poesía en Agmary Feder difiere de la ejecución literaria que sólo da forma a una sesuda lucubración ensayística, o de la muy respetable y temida narrativa porque deviene desenfado inteligente: «[…] hasta la última nube/en este charco de sangre civil./Las calles/territorios de caza,/donde lo que calzas o te adorna/puede ser la diferencia entre ser y no ser» (Se hunde el cielo).

Muchos respetables críticos literarios suelen afirmar que la Poesía no debe libar de la Filosofía, ante lo cual discierno que ese todavía incomprendido objeto de la discordia y disputa no es cosa distinta a  fenomenología de la especulación filosófica en grado de encantamiento. La «Razón Suficiente e Inmutable» que hiere la ignorancia exigiéndonos sabiduría para expresar la fiable y ser absorbida, da licencia a la Poesía para cometer porque es su primogénita desobediente: «[…] de líquidas franjas,/tumores giratorios a su paso devoran./El hábitat regurgita la mefítica poción/con que pretenden nutrirlo para adormecer sus sentidos/y poder desmantelar hasta el último de sus armonios/Verde madre te defiendes»

Ver, escuchar y callar frente a la verdad como enajenación y su empleo perverso se convierte en una especie de cortocircuito o error en el sistema literario: sin menoscabo de las metodologías personales. La poetisa luce docta frente a los instrumentos de la manipulación social que afectan a todo ser humano y, con mayor intensidad, a los hacedores de Literatura. La creadora ama en la centrífuga del caos y, por ello, su psiquis derrama la dopamina que le producirá la catarsis-iberación que advierto en su maravillosa escritura: «[…] quiero saber de piel,/no quiero saber de guerras…/saber de humana piel./sin oír el grito del odio,/cuidaré la infante piel» (No quiero saber de políticas)

Le he dicho a mi amiga, artista plástico y poetisa, que el amor nos hace libres y el rencor esclavos de la mala vida. Que ella emancipó mediante el don de la inteligencia distinta que la impulsa a verter, poéticamente, su entendimiento y sabiduría apriorística en redor de todo cuanto en el mundo infaustamente socava a la humanidad.

@jurescritor

 


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