Aumentan las medidas para poner freno a una pandemia con un millón de muertos
Foto: EFE

A pesar del esfuerzo de millones de personas que trabajan sin descanso y que han evitado un colapso aún peor del que vivimos, el COVID-19 nos enfrenta con una incómoda realidad: el sistema internacional ha fracasado en proteger a la población de una pandemia devastadora.

Los datos globales son elocuentes: desde el comienzo de esta crisis se registraron 158 millones de infectados, más de 3,2 millones de muertos y 125 millones de personas cayeron en la pobreza extrema. En el plano económico se espera que se pierdan 10 billones de dólares de producción a finales de 2021 y 22 billones de dólares a 2025.

América Latina, que atraviesa su momento más crítico, ya ha sufrido más de 30 millones de infectados y 955.000 muertes, y las cifras siguen creciendo cada día. En el aspecto económico, el coletazo ha sido peor que en otras latitudes debido a los problemas y desigualdades estructurales preexistentes. De hecho, durante 2020 América Latina y el Caribe tuvo una contracción promedio en su economía de 7,7%, lo que la posicionó como la región más golpeada del mundo emergente.

Frente a este dramático contexto y con el objetivo de entender qué fue lo que falló y qué hacer para detener la pandemia de inmediato, durante los últimos ocho meses formé parte de un Panel Independiente de Preparación y Respuesta ante una Pandemia creado por una resolución de la OMS hace un año, y que analizó en detalle todas las pruebas de lo sucedido alrededor del mundo y entrevistó a cientos de expertos. El resultado de ese trabajo es un completo y meticuloso informe que estamos publicando el día de hoy.

Una de las principales conclusiones a las que llegó la investigación es que el mundo tuvo la oportunidad para detener el mayor desastre sanitario, social y económico de la historia moderna y falló en hacerlo. El momento bisagra fue febrero de 2020, un mes literalmente perdido en el que el SARS-CoV-2 pudo haberse contenido. Sin embargo, tras la declaración de Emergencia de Salud Pública de Interés Internacional, que en sí misma llegó con una semana de retraso, los países optaron por «esperar y ver» y muchos de ellos no adoptaron medidas de salud pública hasta que las camas de los hospitales comenzaron a llenarse. Ya era demasiado tarde.

Las investigaciones llevadas adelante por el Panel Independiente muestran que a pesar de haber un puñado de líderes nacionales que reconocieron la amenaza a tiempo, tomaron medidas preventivas, coordinaron esfuerzos coherentes en todos los niveles de gobierno y lograron mantener a sus ciudadanos a salvo, hubo otros líderes, varios de ellos en América Latina, que devaluaron la ciencia, negaron la gravedad del COVID-19, retrasaron las respuestas y fomentaron la desconfianza entre sus ciudadanos. Debemos aprender de esos errores.

El COVID-19 nos ha demostrado que es la pandemia de las desigualdades, no solo porque ha afectado en mayor medida a las personas con menor protección social, sino también por la desigualdad que se ha producido en el acceso a la vacunación. Hoy el mundo avanza a dos velocidades: la de los países de altos ingresos que tienen suficientes vacunas para cubrir a su población dos veces, y la de los países más pobres donde ni siquiera 1 de cada 100 personas ha recibido una sola dosis, y en los que, cada vez más, aumentan los brotes, las enfermedades y las muertes.

Esta desigualdad en el acceso a las vacunas no solo es injusta, sino que amenaza la eficacia de los esfuerzos mundiales para controlar la pandemia. Uno de los llamados más urgentes del Panel es que los países de altos ingresos con una reserva de vacunas suficiente para una cobertura adecuada se comprometan a proporcionar a los 92 países de ingresos bajos y medios participantes en el compromiso anticipado de mercado de Covax al menos mil millones de dosis de vacunas de aquí a septiembre de 2021.

También insta a los principales países productores de vacunas y a los fabricantes a que, bajo los auspicios conjuntos de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial del Comercio, acuerden la concesión voluntaria de licencias y la transferencia de tecnología. De no tomar medidas al respecto en un plazo de tres meses, debería entrar en vigencia inmediatamente una exención de los derechos de propiedad intelectual.

Pero más allá de tomar las medidas necesarias para terminar lo antes posible con la crisis actual, hay que avanzar de modo urgente con una transformación del sistema mundial de preparación y respuesta ante pandemias, porque un nuevo virus con potencial pandémico puede surgir en cualquier momento y el mundo no está preparado para detectar, alertar y contener con la suficiente rapidez.

Para hacerlo, el Panel ha llamado a avanzar en una hoja de ruta con reformas drásticas: establecer un Consejo Mundial para Amenazas a la Salud que mantenga el compromiso político con la preparación y la respuesta frente a pandemias; establecer un nuevo sistema mundial de vigilancia basado en total transparencia; que todos los gobiernos impulsen una revisión de sus planes de preparación y asignen recursos necesarios para prepararse frente a otra crisis; y transformar el actual Acelerador ACT en una plataforma verdaderamente mundial destinada a proporcionar bienes globales: vacunas, pruebas diagnósticas, tratamientos y otros suministros que puedan ser distribuidos rápida y equitativamente.

También es muy importante focalizar y reforzar la independencia política y financiera de la OMS; crear un mecanismo internacional de financiación con capacidad de movilizar contribuciones a largo plazo de entre 5.000 millones y 10.000 millones de dólares al año para financiar la capacidad de respuesta continua; y que los jefes de Estado y de Gobierno adopten en una cumbre mundial una declaración política bajo los auspicios de la Asamblea General de las Naciones Unidas para comprometerse con estas reformas transformadoras.

El informe final del Panel Independiente no es un documento técnico más, sus recomendaciones, tomadas en su conjunto, pueden prevenir una futura pandemia y proteger al mundo de otra catástrofe. Las copresidentas del Panel Independiente, Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda y Ellen Sirleaf, expresidenta de Liberia, suelen decir que los estantes de la ONU y los de las capitales de los Estados miembros estaban llenos de informes sobre crisis sanitarias anteriores –SARS, MERS, H1N1, Ébola– y que todos ellos han sido ignorados. Esperemos, por el bien de la humanidad, que esta vez la historia sea diferente.

 


Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia y profesor visitante de la Universidad de Columbia.


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