El manejo político de la crisis venezolana a lo largo de los últimos veinte años ha tenido sus momentos. Entre altos y bajos, han abundado las situaciones que como tal vez dirían pro estas calles, se parecen igualito a un posible o inminente desenlace; sin embargo, nunca como en esta semana que transcurre, ha quedado tan claro y evidente, el tratamiento, abordaje y manejo del drama Venezuela desde múltiples perspectivas, dimensiones o tableros.

Podría afirmarse que estamos transitando el sueño de muchos analistas, quienes hasta la saciedad han insistido en el hecho de que superar el accidente histórico del chavismo requiere trabajar en diversos tableros de juego, pues la solución no reside en una sola dimensión, sino más bien en entender que el problema tiene múltiples componentes y por tanto requiere de múltiples aproximaciones.

La materia internacional, pese a que podría creerse que se trata de un solo tablero, por el contrario, es tal vez uno de las más complejas donde a su vez hay múltiples escenarios, los cuales se vienen tejiendo y trabajando por las fuerzas democráticas con una indudable paciencia y maestría, que podríamos catalogar como una suerte de ebanistería diplomática. Y es que cuando se observa por ejemplo la aproximación y manejo de los norteamericanos y europeos en los asuntos globales, entendemos que no solo les separa la inmensidad del Atlántico, sino un verdadero océano de diferencias culturales, intereses y visiones, lo cual a su vez está también presente dentro de la propia Unión Europea, donde no es lo mismo tratar con el socialismo español, que, con el noruego o el sueco, ni que decir con la derecha alemana o inglesa. Ocurre igual con nuestra América, donde entre marchas y contramarchas, las diferencias son igualmente complejas, y donde en nuestra opinión, solo hace falta desplegar con la debida intensidad lo que hemos denominado la diplomacia Royal Caribbean, para finalmente disuadir y sumar de forma decisiva a la causa democrática venezolana a los ocho territorios del Caribe Oriental.

No obstante la existencia de diversos tableros atados a realidades geográficas, en la escena internacional hay otros en los que también se juega y en el caso venezolano se han jugado y son los denominados sectoriales, donde por ejemplo el de los Derechos Humanos ha puesto en evidencia la desgarradora, profunda y grave dimensión de nuestra crisis; o el de la FAO, que ha ubicado a Venezuela, junto a Yemen, Sudán del Sur, Sudán, Zimbabwe, Camerún, Burkina Faso, Haití, Afganistán y Nigeria,  entre los diez países del mundo con alto riesgo de surgimiento de una emergencia o deterioro significativo de la situación actual de su seguridad alimentaria con efectos potencialmente severos.

Si bien la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido la tribuna donde se ha exhibido el avance coordinado de las fuerzas democráticas venezolanas con el mundo para rescatar a Venezuela del retroceso histórico que ha transitado en los últimos cuatro lustros, escenario el cual por cierto fue abandonado en este ocasión por el desgobierno; el juego interno no queda atrás y el principal tablero que es el de la política parlamentaria, retoma con ímpetu su protagonismo, luego de la reincorporación de los militantes del PSUV a la legítima Asamblea Nacional, lo cual, aún con fines inconfesables, se traduce en algo vital, que es el reconocimiento de la única institución que preserva y detenta en Venezuela legitimidad de origen y de ejercicio. Y es que ese retorno del desgobierno a la legítima Asamblea Nacional, aún y cuando quiera ser maquillado como el supuesto producto de una negociación impulsada por Timoteo & Company, no es en realidad otra cosa que el resultado de la necesidad que tienen de sobrevivir en el ineludible triunfo de la causa democrática.

En el juego de los tableros, falta eso si el que paradójicamente dio piso, sustento y posibilitó que se pudiesen manejar los otros múltiples escenarios, que es el de la calle, la cual aunque razonablemente disminuida luego de meses de intensidad y ante la necesidad de sobrevivir y aspirar a una suerte de vida parecida a la normalidad, es ahora más que nunca necesaria para atenazar el largo y sostenido esfuerzo, que puede inclusive contarse en vidas de tantos venezolanos que han sido víctimas de pensar distinto. Ahora mismo no hay excusas para retomar la calle, pues aún con voces que señalan lo contrario, la conducta, compromiso, proceder, avance y resultados están allí a la vista y son hechos, no palabras.


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