Adulantes por doquier, directores-regentes en abundancia, profusión de dirigentes, en más o menos valía, en posiciones de liderazgo, enfrentando a los que ordenan, negociando a placer, disfrutando lo mal habido, fingiendo sacrificio, simulando apariencia, regocijados en lo robado y malgastando oportunidades, adulterando sin clemencia, alardeando jactanciosos con reflexiones estultas, pero “unidos” en el pretexto de ayudar al pueblo a caminar rutas de progreso.

En la unión política reposa la ventaja de un país fracturado y polarizado. Sin embargo, son varias las paradojas: la creciente democratización acompañada de insatisfacción democrática; profundización a la vez que estancamiento de las relaciones políticas; aparente “crecimiento económico” de mayor desigualdad y pobreza; discurso unitario sin ninguna o poca acción concreta, y, por último, chantaje y extorsión.

El desafío para consolidar un proceso de unión valiente, sincero, verdadero y coherente, es la superación de asimetrías; la ausencia de cohesión; la falta de voluntad, cumplir el compromiso de la palabra empeñada, debilidad institucional y el respeto absoluto del ciudadano y sus decisiones. Por ello, lamentablemente, el camino para el éxito está difuso, borroso y la unión continuará siendo una aspiración por venir.

La situación política es preocupante. El fraccionamiento es tan grande que ya es un sálvese quien pueda. Un momento delicado, complejo. Negociar con el opresor es grave, una pérdida de tiempo, es la obligación de cancelar -al menos una parte- del favor que le toca al régimen de aquellos por haberlos soltado, sentándose a negociar sin rubor ni pudor. Sin embargo, hay mujeres y hombres destacados por encima de las masas del régimen para bien y para mal. Para mal y bien los hay en la oposición, generando riquezas propias y para el país en el emprendimiento; también en todos los sectores egoístas atestando sus bolsillos sin importar el sufrimiento ajeno.

Nos han convertido en un pueblo al revés, los que enseñan ganan miseria y quienes aprenden buscan fortuna de bien o mal proceder. Se han adquirido armas de última generación para los soldados que tánto impresionan en desfiles, mueran o sean secuestrados en trampas de bandidos. Hemos destruido la capacidad industrial y de producción petrolera, de alimentos, la industria pública y privada ha sido devastada, regresan enfermedades que se consideraban extintas, mientras destruíamos el precario sistema de salud. Fuimos prósperos, adinerados, florecientes de recursos, hoy convertidos en los miserables de América.

Unos y otros gritan, prometen, argumentan, anuncian, ganan experiencia por años en parloteo vacío, pero el país sigue de mal en peor, los ciudadanos nos quedamos casi sin esperanzas. Teníamos una nación con problemas, y entre unos y otros arribamos a problemas sin nación. No se logra aprender para empujar juntos el carro, lo de la unión y la fuerza en Venezuela no pasa de una ranchera mala de vieja película de charros, y la desunión sigue siendo la fuerza de los rivales.

Allí no está la fuerza, pero es la que nos muestran, mucho hablar y poco hacer, demasiado dirigente de discurso adjetivado que piensa más en su interés, conveniencia, espacio en los medios que en lo que debe decir, y la poca humildad para resolver primero, y cobrar después.

En momentos como este se recuerdan aquellos argentinos exasperados que gritaban enfurecidos, hartos y decepcionados: “¡Que se vayan todos!”.

@ArmandoMartini

 

 


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