Jerzy Grotowsky

Danzar el sentimiento

El teatro-danza, expresión escénica del hombre contemporáneo occidental, que transitó en medio de no pocos conflictos el siglo pasado y vive con interrogantes y acaso con desconsuelo los tiempos de incertidumbre de la actual centuria, ha hecho del gesto corporal un instrumento de creación y comunicación múltiple. Abordarlo significa entrar en el terreno de las etiquetas, los conceptos preestablecidos y las formas rígidas.

Pero, ¿de qué hablamos en concreto?, y he aquí el primer sello, el prejuicio inicial, ¿de danza teatralizada o de teatro en silencio? Al indagar en esta discusión, lo primero será precisar los orígenes del teatro-danza, para luego aproximar a una definición posible de la misma.

Tal vez la génesis de esta expresión pueda hallarse en la condición intrínsecamente teatral del ser humano, que ha llevado a través de toda la civilización a reinventar el antiguo arte de representar. También en las técnicas y los códigos de la danza escénica formal e igualmente en una revalorización y un redescubrimiento de capacidades ilimitadas, ocultas u olvidadas, del cuerpo en sí mismo, existentes en cualquier individuo, sin necesidad de ser actor o bailarín.

El presunto decaimiento del texto, de la palabra escrita o hablada, así como el agotamiento de las técnicas corporales saturadas de reglas fijas, todo unido al desarrollo de las culturas globales y sus ansias totalizadoras, quizás hayan sido factores contribuyentes en surgimiento de un teatro y una danza menos puros y excluyentes y más abiertos a otras maneras escénicas de decir. Así, el teatro de “contaminó” de movimiento subjetivo, orgánico y poderosamente expresivo, mientras que la danza hizo suya una gestualidad profunda y significativa, encontrando un verdadero sentido.

La definición que ofrece Ugo Volli de teatro-danza la considera como “la composición posible entre el arte de la representación (teatro) y el arte del cuerpo (danza)”. El referido proceso de conjunción de ambas disciplinas, claro y siempre existente en el arte escénico oriental, inicia su concreción en Europa, aunque el fenómeno en este continente se ha observado y analizado desde una perspectiva meramente teatral. Por eso se habla en esas latitudes de teatro danza, más que de danza teatro. ¿Sutileza o etiqueta? En realidad, es mucho más que eso: los investigadores y analistas del teatro fueron los primeros en percatarse de las potencialidades de esta ligazón y de sensibilizarse ante tal posibilidad.  De esta manera, los festivales de teatro europeos se vieron revitalizados con proposiciones en el que el gesto vivía a plenitud y el cuerpo recobraba su verdad. Jerzy Grotowsky es un símbolo de la vanguardia teatral de los años setenta, heredero de los postulados de Antonin Artaud y Bertold Brecht.

La danza también vició con igual intensidad este proceso desde las particularidades de su naturaleza y las realidades de sus necesidades, ejemplificado en las corrientes de la danza libre, la danza moderna y postmoderna estadounidense, así como la danza expresionista alemana y sus renovadas tendencias. Con estas últimas, vino la determinante influencia del tanztheater germano, una manifestación escénica que hace evidente su esencia dramática y su vinculación directa y profunda con el territorio de las emociones. Un hecho escénico que habita en los dominios del sentimiento.

Pina Bausch

Grotowsky y Pina Bausch. Dos nombres que desde contextos distintos y caminos diferenciados abordaron el cuerpo y le otorgaron una dimensión dramática. Dos creadores en los que el teatro y la danza se integraron con una intensidad vital. Y si Grotowsky es el teatro, Bausch es la danza. Una danza violenta, desgarrada, que habla de Europa, además de Alemania como país vibrante de vanguardias artísticas y fundamental representante del neo expresionismo, otra etiqueta con la que se intenta definir una concepción estética que encuentra puntos de conexión con el arte expresionista de la primera mitad del siglo XX. Se considera a la reveladora coreógrafa, heredera de las visiones del cuerpo de Mary Wigman y Kurt Jooss, visionarios creadores de un arte nuevo y comprometido.

Bailarines, actores y cantantes se convirtieron en seres indispensables en el mundo de incomunicación y soledad de Bausch, presentes en todo su discurso dramático. Ella fue la coreógrafa de la fuerza primitiva, del imposible encuentro entre el hombre y la mujer, de seres inevitablemente desolados. La suya es una danza ante todo humanista.

Tanztheater, legado de Pina Bausch

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