Una mirada al asunto de escribir y leer, de conversar, de enaltecer la palabra.

Me preguntó la entrevistadora acerca de los tipos de textos escritos… Más que una pregunta, fue una provocación para explayarme. Entonces, le dije: ¡Esa pregunta es tan vasta que me gusta! Parece pregunta de Sherezade ¡que se salvó a ella misma y a sus hermanas haciendo preguntas como esa y respondiendo con cuentos y otras artes a las expectativas que despertaba en su temible interlocutor de Las Mil y una noches!… Es tan vasta como aquel amplio piso azul de cemento pulido que había en el enorme patio de cayenas, guayabas y trinitarias floridas de mi infancia, piso al que lavábamos y enjabonábamos para luego deslizarnos… peces dorados en el agua…

¡Son tantos los tipos de textos escritos! Todo está escrito y todo está por escribirse…  El músico, el compositor ha tenido y tiene siete notas para componer todas las maravillas que ha creado, sólo siete notas para seguir generando sonoridades manguíficas…  El escritor se ha válido de veintisiete letras en el español para escribir, asentar los cuentos en el viento, garabatear en su diario la bitácora de los días y las noches, y revisarla cada cierto tiempo, fijarla sobre el papel o en la computadora, recordar y apuntar en una libreta de bolsillo; crear otras realidades, seguir escribiendo y hasta predecir utopías y distopías…

Tú me preguntas por tipos de textos y diría que el espectro va e incluye desde el texto que escribimos en un chat de nuestro grupo hasta las cartas de amor que también se estilan todavía. Desde un condensado tweet hasta una postal vía air mail. Desde el contenido de los sobres con delicados bordes diagonales, azules, blancos y rojos que todavía llevan los eternos carteros hasta la primera poesía que escriben los hijos y las hijas y uno viene y se las guarda para cuando crezcan y así conservar expresiones como: ¡Me gusta quererte! ¡Me gusta cariñarte! términos con los que Elisa Leonor nos hizo crecer como padres ¡Inventando además un nuevo verbo para conjugar la ternura: el verbo cariñar!… Desde la prescripción médica ¡con todo y esa tipografía de miriñaque que tienen todavía muchos médicos para preservar sus secretos! hasta las minúsculas recetas de los remedios. Desde la biblia y los otros textos sagrados hasta las fotonovelas y las novelas; desde el chiste y hasta el relato; el chisme, el cuento y la poesía con rima y sin rima; la palabra escrita, la palabra cantada, las palabras mágicas y la palabra hablada que te llega como un pódcast, un mensaje de voz, un radioteatro; el libreto de un programa de televisión, el guion de una película, o la hermosamente enigmática pieza teatral…. El texto humorístico, las biografías, las letras de las canciones, los ensayos, los carteles de la calle donde se encuentran prodigios, la prensa que ahora también viaja por la Internet ¡a falta del papel para imprimir que también han embargado algunos que ni leen!…

¡Lo bueno es que hay escritos para todos los gustos! No hay sino que meterse en la Internet y encontrar hasta bibliotecas enteras en pdf. O, mejor, ir a una biblioteca o a una librería y dejarse seducir por ese olor a madera antigua, como quien entra a una panadería justo a la hora cuando está saliendo el pan caliente o los bizcochos del horno…  ¡y maravillarse con los libros!…  Hay personas a quienes se les pasa la vida y nunca han tenido ese placer casi litúrgico de meterse en una biblioteca o en una sala de teatro. Allí los textos escritos flotan, se condensan en el aire y emocionan gracias al arte de las actrices, los actores, las y los demás artistas del teatro…

Hay quien encuentra signos hasta en la lectura de los labios, en el fondo vago de una taza de café, en las numerosas líneas de la palma de la mano, en el encanto misterioso de las barajas, en la caligrafía generosa de las nubes, en la celestial gramática de las estrellas, en la sonoridad delicada de los insectos nocturnos o en el profundo manifiesto de las aguas marinas… en el lenguaje secreto de las mascotas o en el rumor de la brisa cuando canta y conversa con las sábanas que acaban de colgarse…

Es así como la palabra nos acompaña desde antes de nacer y hasta después de morir, lo mismo que las fiestas y el buen humor… Se escribe, se ama con las palabras… cuando la Mamá preñadita va y se acaricia su prodigiosa barriga y le canta y le cuenta sueños de futuro a su bebé y le dice otras hermosuras haciendo dúos con el Papá y los demás de la familia…  una vez nacida la criatura y se le canta para arrullarlo, duerma y despierte más feliz… Cuando le enseñamos a contar con los dedos y las canciones con las palabras ahí…Cuando le leemos un cuento para que se alumbre y se asombre entre las fantasías de su ingenio… Cuando le servimos de caballito y montados en nuestros hombros les contamos historias de héroes andantes y damas amadas… La palabra cabalga con nosotros generando imaginarios…

En esas primeras etapas, en esos primeros compases de la vida, la palabra viene con amor, sale instintivamente de otro y entra en uno para prepararnos a la vida. Escribir esos recuerdos es toda una experiencia importantísima, suprema… Decir esas palabras, registrarlas en la escritura es preservarlas para que no se borre la memoria de los cantos y los juegos que duermen en el fondo ancestral de los arcones de la humanidad ¿Y todavía hay quien pregunta para qué preservarlas? Porque son lecciones de ternura para hacernos persona y abrirnos a la complejidad, para hacer alma ¡Y la ternura es un derecho como escribió alguna vez el poeta Luis Carlos Restrepo! Ese señor colombiano escribió un libro que comienza con un epígrafe sacado de los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes: Donde tú eres tierno, dices plural…  El libro de Restrepo se llama El derecho a la ternura y es toda una argumentación sobre los derechos en la intimidad, en el adentro y para el afuera, como parte de esos derechos propios del ser humano que sería oportuno construir allí desde el seno materno para todas las esferas sociales y durante toda la vida. Para entonces, gracias a la palabra, a la escritura y la lectura irnos haciendo anticuerpos y defensas, herramientas y mecanismos amables, indispensables para el porvenir.

Ya después, cuando vamos creciendo y empiezan a combinarse las intuiciones con el conocimiento, entramos en una zona maravillosa que es la de las lógicas chifladas. Así me gusta llamar a esa zona, así lo he dicho y fomentado en mis talleres con niñas y niños desde hace unos buenos años cuando, con cariño y respeto, escudriñamos los sentidos… ¡Allí aparecen relaciones y aseveraciones de picardía, de perspicacia, de gracia, que el niño o la niña van soltando y que nos sorprenden como verdades nuevas que son, que se constituyen! Toda una aventura plena de travesuras con la lengua, toda una etapa de nuevos descubrimientos va a ocurrir en relación con la palabra, su lectura y su escritura. Comienza todo un proceso donde, si la niña o el niño todavía no dominan la lectura, ya reconocen algunas letras y las palabras que no reconocen, ¡las inventan! Es todo un proceso de captura de nuevos sentidos puestos al lado de las intuiciones primigenias, un viaje que comienza como juego y así se lo proponen la madre y el padre y luego las primeras maestras y maestros que tienen a su cargo esa tarea tan crucial.

Como la respiración, en esos primeros años, la escucha es clave -como en el resto de la vida- para sumar nuevas frases y seguir animando el ingenio; la lectura y la escritura se convierten en llaves esplendidas para ponernos a fluir en ese universo de las palabras ¡Por eso es crucial el juego y no la imposición! ¡El acompañamiento y no la intromisión, ni la directividad que, si es mucha, sofoca!

Si ese proceso de enseñanza-aprendizaje, si ese fenómeno pudiera conservarse en las aguas del juego, en el ámbito lúdico -combinado con los conocimientos- seríamos seres más completos, seres con alma. En algún momento entra la gramática y allí, si la maestra o el maestro no tienen la información justa del sentido pedagógico aquello puede volverse una tortura. Es una tarea dura la del educador, muy intensa y mal pagada, pésimamente valorada en nuestra región y en estos tiempos cuando las y los pedagogos tienen que hacer de tripas corazón, desarrollando su trabajo con bajo sueldo y atendiendo a una muchachera ¡El educador como el artista bien podrían ser tratados y exigidos como ciudadanos de primera de una buena vez y para siempre en toda nuestra región y en el universomundo!… Es imprescindible conocer los mecanismos de la comunicación, opuestos al aparato históricamente incongruente de la sola difusión, para que el juego permanezca ¡con las reglas propias que tiene cada juego, pero desde el sitio del taller artesanal!

En el taller artesanal, al calor de los elementos y las herramientas, el alfarero se ocupa, no se preocupa; se ocupa de enseñar a modelar a sus aprendices hasta que ellas y ellos alcancen a levantar la pieza ¡Y aprender a levantar la pieza, una y otra vez, hasta el fin de los días y las noches, hasta que aquello alcance el virtuosismo!… Y la ternura ahí, puesta en el gesto, puesta en la palabra. Se puede ¡Sí se puede! ¿¡Para cuándo lo vamos a dejar!?

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