En la última década hemos escuchado -año tras año- a Nicolás Maduro prometer la recuperación de la economía.

En 2014 anunció un nuevo orden económico; 2015 dijo que sería el año del cambio económico; en 2016 prometió la recuperación económica; en 2017 afirmó que se consolidaría un modelo socioproductivo; 2018 aseveró que iba a ser el año de la recuperación y superación de los problemas económicos; 2019 aseguró que el Programa de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad tendría un despliegue total, prosiguió en el año 2020 diciendo que con el esfuerzo de todos es que lograríamos la tan cacareada “prosperidad económica, para repetir nuevamente en el año 2021 que ese sería el año del crecimiento y recuperación económica del país.

Finalizó 2022 y el primer mandatario nacional en su mensaje de fin de año expresó que será recordado como el año del inicio de la recuperación económica, a pesar de que en el último trimestre la inflación agarró nuevamente vuelo, lo que hace que el consumo se contraiga, la moneda se deprecie y el paupérrimo sueldo siga en caída libre, con lo que hoy -más que nunca- continúa vigente lo que escribí hace prácticamente un año, cuando decía que el 2022 sería la prueba real del “crecimiento económico”, que el reto para este año 2023 sea aún mayor, teniendo incluso latente el peligro de que podamos volver a entrar en un proceso hiperinflacionario.

Sin embargo, a pesar de que al inicio de año continúa la desvalorización del salario, tanto el Fondo Monetario Internacional como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), entre otros organismos especializados en la materia, coinciden en que la economía venezolana -a pesar de la situación económica antes descrita- continuará su crecimiento económico, dichas proyecciones están entre 4,4% la más conservadora y 6,5% cifra que maneja el FMI.

Ahora bien, para nadie es un secreto que estamos muy lejos de que ese crecimiento económico se vea reflejado en el pueblo llano, en el ciudadano de a pie, que se recupere el salario y por ende se refleje en la mejora de la calidad de vida. Debemos recordar que fueron 8 años de recesión.

Es decir, ese crecimiento no se traducirá en bienestar general por la sencilla razón de que el producto interno bruto (PIB) está muy lejos de volver al nivel que estaba hace 10 años, década en la que tuvo una caída de alrededor de 80%.

Ojalá prive el raciocinio y reculen por ejemplo con la Ley de Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF), se reactive el mercado crediticio, la recuperación de la infraestructura es vital para la recuperación de la economía, incluyendo los servicios públicos,  y no menos importante que haya seguridad jurídica… y por ende pueda haber confianza para la inversión en todas las áreas necesarias.

Que actúen con sensatez desde el gobierno nacional y dejen de buscar excusas donde no las hay, ya que si de “dólar criminal” se trata, es precisamente el oficial el que no ha parado de subir. Hace un año estaba en 4,63. Al momento de escribir este artículo la moneda extranjera se encuentra en 18,61 bolívares, lo que significa que ha subido 4 veces su valor. Por ello, entre otras cosas, nosotros desde Unidad Visión Venezuela hemos pedido y seguiremos insistiendo en que el ciudadano presidente cumpla con su palabra de anclar el sueldo al petro, solo así es posible la recuperación del salario.

Maduro está atrapado por la realidad económica que tiene una serie de procesos y reglas que no pueden ser obviados. Son necesarias medidas adicionales, las cuales comentaré en un próximo artículo. Hay experiencias exitosas en Latinoamérica que detuvieron la inflación y la devaluación constante de la moneda. Perú, Bolivia y Chile son ejemplos, completemos la tarea.

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