La mayoría de los chilenos pudo expresar su opinión clara sobre la propuesta de Constitución que le presentaron y el resultado fue un rotundo rechazo. Estrenando por primera vez el mandato del voto obligatorio, más de 13 millones de personas fueron a las urnas para depositar manualmente su voto y fue respetado, aunque el gobierno de Gabriel Boric apoyaba la opción contraria. Eso es democracia y uno de los resultados de este plebiscito que hay que aplaudir desde otras fronteras.

Aproximadamente 11 meses la comisión constituyente, de composición variopinta pero con mayoría de izquierda, estuvo discutiendo y redactando el texto que se proponía cumplir con el deseo de 80% de los chilenos, cambiar la carta magna que fue aprobada en tiempos de Augusto Pinochet por una nueva que reflejara el verdadero espíritu del Chile democrático. Sin embargo, el resultado -que como debe ser se ventiló públicamente para que todos lo conocieran, sin secretos, ni trucos ni engaños- no complació a todos.

Varios eran los puntos que le preocuparon a la gente, no necesariamente a los militantes o líderes de partidos políticos, aunque la derecha y la centroizquierda se inclinaron más por el rechazo. Entre ellos, la igualdad ante la ley estaba cuestionada pues para los pueblos indígenas el tratamiento se establecía bastante diferente; la eliminación del Senado como puerta de control para el Ejecutivo; también algunas consideraciones económicas y la declaración de un Estado pluricultural que muchos temían podría crear divisiones en el país. Todo eso pesó al final, y Boric lo sabía, pues antes del plebiscito prometió que una vez aprobada se cambiarían algunas cosas. Eso fue realmente desalentador.

Sin embargo, allí estuvo para reconocer la derrota de su iniciativa en un proceso que fue manual y que a las 2 horas de cerradas las mesas ya tenían escrutado 88% de los votos. Nada de esperas interminables ni transmisión de datos por vías dudosas, la tendencia fue irreversible casi de inmediato. Se trata del mayor acto de respeto hacia la voluntad del pueblo.

“Hoy ha hablado el pueblo de Chile y lo ha hecho de manera fuerte y clara. Nos ha entregado dos mensajes: el primero, es que quiere y valora su democracia, que confía en ella para superar las diferencias y avanzar. El segundo mensaje del pueblo chileno, ese que no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución que la Convención le presentó a Chile y por ende ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas. Esta decisión de los chilenos y chilenas exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, con más respeto y cariño hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que dé confianza, que nos una como país”. Es importante permitirse citar completo al presidente chileno, porque no muchos gobernantes de izquierda han sido capaces de expresar respeto por su gente de esta manera tan clara. Para ejemplo, basta Gustavo Petro, que sin tener nada que ver en este asunto, aseguró que Pinochet había revivido y con eso insultó a una mayoría de la sociedad chilena.

Está claro que el país de Boric quiere salir de esa Constitución heredada de una época tan oscura, pero no quieren cualquier texto, sino uno que realmente exprese quiénes son, quiénes quieren ser y que los identifique a todos. Y lo que hay que celebrar es que desde el gobierno estén dispuestos a hacer el esfuerzo para complacer a la mayoría. Aún no se sabe el mecanismo que se seguirá para conseguir este objetivo, pero sí que tanto los extremos de derecha e izquierda como los centristas están dispuestos a buscar consensos y trabajar juntos. Esto es otra reafirmación de que la democracia chilena parece responder a sus ciudadanos con la altura que merecen.

Ojalá no sean puras apariencias, porque por estos lados tenemos experiencia en eso de salir desfavorecido en un plebiscito y terminar imponiendo los cambios a golpe y porrazo.


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