En medio de las tantas versiones que se han escuchado sobre la “desaparición” del tan buscado insurgente colombiano de la Segunda Marquetalia, uno le da vueltas y vueltas a la cabeza para tratar de encontrar, si no la verdad absoluta –que en estos casos es casi imposible–, al menos algún indicio que le dé fuerza y basamento a cierta especulación. Pensando un poco en el personaje de ficción de Sir Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes), fácil sería suponer que la clave de todo este enredo está en el paradero de ese bendito dedo meñique que, según, le habrían sustraído a alias Jesús Santrich el día que fue ultimado. Lo de si fue el meñique de la mano derecha o izquierda, eso la verdad no debe trasnocharnos.

La versión de los más afectados

Aquí lo realmente interesante sería constatar si, por ejemplo, un grupo élite del ejército colombiano o de paisanos mercenarios cazafortunas habrían incursionado en territorio venezolano en la tarde-noche del lunes 17 de mayo. En ese caso, la pelota o, mejor dicho, el dedo meñique, estaría del lado colombiano. Y es que, mercenarios aparte, la casi inmediata y precipitada versión de las disidencias de las FARC-EP, esas de Iván Márquez, Romaña, el Paisa y del presunto difunto, nos hablan de una misión cumplida y del retorno de los verdugos a suelo colombiano en un dizque helicóptero de color amarillo intenso, como para dejar claro lo colorido y veraz de la historia.

Es así como los principales afectados a causa de la importante baja ya hablaron, y dieron su versión de los hechos ante el silencio ¿cómplice u obligado?, de los socios de Miraflores. Uno se puede imaginar la sensación de impotencia que debe sentir Nicolás Maduro al no poder denunciar ni insultar a su archienemigo Iván Duque, si entendemos que cualquier reconocimiento de las tantas versiones manejadas comprometería lo poco de credibilidad que le resta al régimen, pues se constataría lo que todo el planeta Tierra conoce: que los miembros de las disidencias de las FARC y de la guerrilla del ELN han contado siempre con refugio permanente y seguro en territorio venezolano.

Otros dicen por ahí que uno de los regañados la noche siguiente a los eventos en el campamento de Jesús Santrich, fue el propio jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), general Remigio Ceballos, quien retuiteó un mensaje con la hipótesis según la cual habrían sido funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos los autores del linchamiento, pero, eso sí, en Colombia, y que posteriormente se las habrían ingeniado para trasladar el cuerpo a Venezuela. Una versión que, luego de la amonestación, fue inmediatamente borrada de la cuenta respectiva por su graciosa inconsistencia, pero que en otras circunstancias hubiese servido con gusto a los propósitos propagandísticos y comunicacionales del régimen.

¿Complicidad del régimen de Maduro?

Hay quienes no dan crédito a los escenarios arriba mencionados. Hablamos de opiniones que convendrían más bien en la posibilidad de que el propio régimen de Nicolás Maduro, aunque nunca lo reconozca, directa o indirectamente cooperó con el Décimo Frente de las disidencias de las FARC, de alias Jerónimo y alias Gentil Duarte –enemigos a muerte de la Segunda Marquetalia–, como pieza de canje de una negociación para la eventual liberación de los ocho militares secuestrados por ellos.

Aunque cueste mucho contemplar algún tipo de traición de factores del régimen a sus aliados de la Segunda Marquetalia, las declaraciones del miércoles en la tarde por parte del ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, en las que señaló que el país aguardaba “con fervor” por la liberación de “los combatientes secuestrados”, sumarían puntos a favor de esta hipótesis, sobre todo si se registra próximamente tal aspiración.

Dentro del anterior escenario de traición, se cree también muy factible que la muerte de Santrich haya sido parte de ese enfrentamiento entre las bandas disidentes de las FARC-EP, por el control de los canales fronterizos del negocio del narcotráfico. En este caso, las coordenadas del difunto habrían sido facilitadas por factores del régimen ¿a cambio de los rehenes?

El silencio de Duque y Maduro

En todo caso, mientras persiste el misterio y la incertidumbre en torno a la “defunción” de Santrich, los dos máximos voceros, tanto del régimen como de Colombia, siguen inmersos en un juego de conveniente silencio, a la espera tal vez de un error de la contraparte. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, pareciera saber algo, esperando con fervor la liberación de los desafortunados ocho soldados venezolanos. Por otra parte, su homólogo colombiano, Diego Molano, solo ha dejado escapar que, según informaciones de inteligencia de su gobierno: “En presuntos enfrentamientos ocurridos (…) en Venezuela habrían muerto alias Santrich y otros delincuentes”. Información que, según terminó señalando, estaría por verificarse y que, de ser así, constituiría una prueba más de que en Venezuela se le da refugio a los narcocriminales.

Coincidencia o no, otro elemento que suma a la suspicacia y al análisis, es el hecho de que la presunta muerte del líder narcoguerrillero haya ocurrido justamente tres días después de que la Corte Suprema de Justicia de Colombia emitiera una sentencia favorable a su extradición, solicitada por el gobierno de Estados Unidos, para comparecer en un juicio por delitos de narcotráfico ante la Corte del Distrito Sur de Nueva York.

Es muy probable que ni Iván Duque ni Nicolás Maduro se pronuncien categóricamente sobre los acontecimientos del lunes 17 de mayo. De los dos, el inquilino de Miraflores parecería ser el más comprometido.

Pero lo cierto es que hoy día, conociendo la naturaleza inescrupulosa del régimen venezolano, sería mucho más factible encontrar un dedo meñique en Colombia que el cuerpo casi entero de un difunto en Venezuela.

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