Cierro los ojos y bailo al borde del tejado” (Santiago Auserón) (1)

A uno podría extrañarle que existan países con leyes y costumbres diferentes al propio país que, sin embargo, existen. En Finlandia, por ejemplo, la transparencia de sueldos y ganancias de cada familia constituye un pilar fundamental de la forma en que la sociedad finlandesa entiende la igualdad. A nadie le parecería mal saber la cantidad de dinero de que dispone el vecino o por qué gasta tanto en ropa de marca.

Finlandia

En nuestro país no sucede así. Aquí no se habla de esto. Es cierto que quizás se trate de una cuestión de privacidad, o del modo en que los españoles vemos nuestra intimidad, si bien en esta materia económica la desigualdad social está en juego. Creo que a veces confundimos lo que uno es con lo que uno gana.

En fin, no quería quedarme en este punto de la transparencia y los sueldos sino en otro aspecto que tocaba Ignacio Vidal-Folch en su artículo de opinión (Ignacio Vidal-Folch, “¿Es necesario saber lo que cobra el vecino?”. El País, 15.12.2019). Comienza, el articulista, hablando sobre la políticas de transparencia de ciertos países escandinavos para elaborar una teoría -no sé yo si irónica- sobre el derecho a mentir que sorprende. Cita la distopía Nosotros de Yevgueni Zamiatin como ejemplo extremo de transparencia, una especie de Gran Hermano al estilo de 1984 de George Orwell en la que las paredes de las casas son transparentes hasta el punto de ser de cristal y nada permanece oculto.

Cualquiera se atreve a comportarse con naturalidad. Imagínese cómo actuaría usted ahora mismo en la cocina de su casa si su vecino estuviera observándole. En esa distopía futura nos convertiríamos en personajes observados -o, no sabría decir qué sería peor- en meros mirones. Asusta pensar que la sociedad moderna se está convirtiendo en una especie de audiencia con mayoría de espectadores. Aunque también es verdad que se ve a mucho actor aficionado je, je. Una cosa es el cine y la literatura, y otra cosa distinta es, o debería ser, la vida.

Pero a lo que yo iba, lo que me preocupa del texto es la apología de la mentira como medio de salvación de la transparencia, como reducto de libertad que parece ensalzar Vidal-Folch, quien escribe: “No es solo que la mentira haga posible la sociedad, sino que es también un signo de libertad. Su escudo”. Y continúa: “Así, un hombre debe poder decir a su esposa (o una mujer a su marido) que está en el trabajo cuando en realidad está con otra persona”. El autor defiende el derecho a mentir en varios sentidos y con matices al posicionarse contra la transparencia total: “No existiría nada de lo que nos hace humanos, es algo que está íntimamente relacionado con el derecho a la reserva, el silencio, a la mentira, a la ficción, a la ambigüedad, a la construcción de un relato sobre la realidad, al juego”.

A mí me parece que la ambigüedad, el silencio y la reserva no tienen por qué asociarse con la mentira


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!