En el mundo cada vez hay menos trabajo, del que estábamos acostumbrados y del que conocíamos, con jefes, horarios, estructuras, trabajos estables, con pagas de cargas sociales, etc.

El boom de las iniciativas privadas, los emprendimientos, start ups y la tecnología han reconfigurado el mundo laboral y lo están empujando a nuevos océanos de oportunidades.

Solo en España –la madre patria– los últimos 6 años la crisis golpeó con fuerza el mercado de trabajo: se anularon, cancelaron o perdieron 3,5 millones de empleos.

América Latina no va a crecer más allá de 1,5% en 2019 (de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina) y la tasa de desocupación en el segmento de 15-24 años estuvo en 20% en 2018 (datos de la Organización Internacional del Trabajo), lo que los forzó a ser más creativos, innovadores y a soñar de formas diferentes para generar ideas y empleos. Para mantenerse y comer, finalmente.

Esa pérdida de empleos y el miedo son estimulantes necesarios para no quedar sin oficio. Por ello surgen los emprendimientos y empresas de jóvenes que, además de pertenecer a nuevas generaciones que no necesariamente quieren estar debajo de jefes y pesadas estructuras, están dibujando el nuevo mapa laboral global.

Lograr, sin embargo, la consolidación de los negocios por parte de los profesionales y emprendedores es complicado, por lo menos en América Latina.

Las quejas permanentes de los emprendedores y empresarios jóvenes son, entre otras: las trabas para poner en marcha un negocio –por ejemplo, los excesivos pasos burocráticos para formar una empresa–, la ausencia de bancos que financien ideas, la ausencia de “bolsas de emprendedores” que puedan sostener y financiar proyectos y la presión tributaria de los pesados Estados sobre pequeños y nuevos negocios.

Por lo menos esos son, entre otros, los obstáculos a los que se enfrentan los jóvenes empresarios y los empresarios en general (datos de Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios y Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios).

¿Qué hacer, entonces, para que los empresarios y emprendedores jóvenes continúen siendo la punta de lanza contra la crisis?

Repito la conocida receta de siempre: 1) seguir fortaleciendo redes y asociaciones de gremios de nuevos emprendedores, 2) seguir presionando a los Estados a que incentiven la reducción a un solo paso en la formación de empresas, derribando burocratismos innecesarios, 3) incentivar formación de empresas mediante cero impuestos, por lo menos los primeros diez años de operación, 4) incentivar mecanismos de softlanding de manera que establecer empresas en otros países no sea tan traumático como en el tuyo, 5) cero aranceles de importación a tecnología dedicada a fomentar la denominada cuarta revolución industrial en nuevos emprendiemientos, 6) flexibilización de la normativa laboral: de manera que los nuevos empresarios no terminen “amarrados” a consultores, empleados o prestadores de servicios con contratos que incluyan pesadas cargas sociales y laborales.

Ideas siempre hay y mejores, pero lo principal es no permitir que el espíritu de los jóvenes empresarios y emprendedores decaiga. Y cuando nos referimos a jóvenes nos referimos a todos, porque la edad es solo ún número. ¡Sigamos siendo emprendedores!


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