Tiene razón Henkel García cuando aclara que hay una diferencia entre rebusque, matar tigres y emprendimientos. Esta última categoría tiene calidad virtuosa, se trata de fomentar algún tipo de actividad económica-creativa a partir del conocimiento/capacidades o hallazgos que pueda hacer cualquier mente inquieta.

Si queremos ser sinceros en este momento en el cual es posible lograr grandes cambios, que parecen dibujarse en el horizonte aunque de forma nebulosa, debemos empezar por conocer las verdades, en Venezuela no hay legiones de emprendedores, pero sí hay miles de personas que no han tenido oportunidad de adquirir capacidades que puedan convertirlos en “emprendedores”, como dicen Los Amigos Invisibles “esto es lo que hay”. No existe en nuestro país una red de instituciones con capacidad de cumplir esta función imprescindible para el crecimiento económico de cualquier sociedad. Esta circunstancia nos enfrenta a una gran tarea, en lugar de repetir conceptos y cifras contrarias a la realidad empecemos con toda nuestra responsabilidad ciudadana, a investigar, conocer en cada una de nuestras ciudades, municipios, pueblos, cuántas escuelas existen en sus dominios, localidad, cercanías, dedicadas a formar jóvenes para el trabajo para que aprendan o adquieran una habilidad, una capacidad que sea su pasaporte de entrada en la economía del país. ¿Qué hacen los jóvenes en los miles de pueblos venezolanos que culminan la educación primaria y se quedan en sus casas sin ninguna posibilidad de continuar aprendiendo, de adquirir las capacidades que lo respalden para convertirse en ciudadanos productivos, en verdaderos emprendedores?

Tendríamos que limpiar las cifras y tratar de saber cuántos de esos 3 millones de emprendedores que anuncian algunos estudios, en realidad están matando un tigre para sobrevivir en esta jungla que es hoy Venezuela.

Allí está como referencia, la repetida historia de los amigos que, desde el garaje de su casa, guiados por mentes brillantes y curiosas inventaron Apple, estudiando, ensayando, atreviéndose, poniendo en juego la capacidad creativa que sólo el ser humano posee en este planeta. Y con ese aporte cambiaron el mundo.

Es la hora de acercarnos lo más posible a grandes verdades, reconocer todas aquellas ilusiones, mentiras, falsas promesas que han llenado buena parte de nuestras vidas. Una actitud que resume el no querer ver lo que está frente a nuestros ojos, si en realidad tuviésemos más de 3 millones de emprendedores no habría tanta miseria ni tanta necesidad ante la debilidad de las personas para sobrevivir por su propio esfuerzo, no habrían huido más de 7 millones de personas.

De acuerdo con los datos más recientes de Encovi 2019-2020, la población considerada en edad de trabajar (entre 15 y 64 años), alcanzó 19,2 millones de personas a principios de este año. Por su parte, la población económicamente activa (PEA), es decir, la que participa en el mercado de trabajo, alcanzó un total de 11,3 millones de personas.

En Venezuela el nivel de informalidad laboral incluye las personas de 15 años y más, que declararon que laboran en empresas con menos de 5 personas (incluido el patrón), familiares no remunerados, servicio doméstico, trabajadores por cuenta propia no profesionales (tales como vendedores, artesanos, conductores, pintores, carpinteros, buhoneros, etc.) y ayudantes entendida como la proporción de la fuerza de trabajo que no tiene acceso a la seguridad social, se ha incrementado drásticamente, pasando de 48,5% a 84,5% “…entre 1994 y 2020. Estos valores pueden resultar alarmantes, pero no deben sorprender si tenemos en cuenta un entorno de cambios radicales en el mercado laboral nacional. Falta aclarar que son personas casi en su totalidad sin ninguna acreditación para el trabajo o dominio de una capacidad laboral que sea la base para su progreso individual.

Tenemos que comenzar por reconocer que el estímulo a la creatividad está fuera del alcance de los sectores mayoritarios de bajos ingresos. Esto es así porque carecemos de un sistema, un gran programa nacional cuyo objetivo sea capacitar a los jóvenes para que trabajen en aquella área de su preferencia vocacional. Este tema nunca ha representado una urgencia para los regímenes que nos han gobernado durante más de medio siglo.

Cualquier joven de los sectores de menores ingresos obligado a incorporarse al mercado de trabajo tempranamente tendrá que hacerlo sin contar con las capacidades que acrediten el ejercicio de alguna responsabilidad, esta realidad del joven venezolano permanece hoy en 2023, cada vez peor. Aun reconociendo la encomiable labor que realiza una institución no gubernamental de la Iglesia Católica venezolana como es Fe y Alegría.

La pregunta de fondo sería: ¿por qué la formación para el trabajo, arma fundamental contra la pobreza no ha figurado en los planes de los regímenes que han gobernado el país? ¿Por qué no se han dedicado parte de los inmensos recursos que una vez aportó la industria petrolera para fortalecer a nuestra juventud, darle las herramientas y capacidades para su incorporación en el mercado de trabajo de una manera sana y productiva?

Si no existen la posibilidad de adquirir capacidades, la pobreza será su estado permanente, la sobrevivencia, el calificativo será “TOERO”, la persona indefensa, desarmada, incapaz de convertirse en un individuo productivo en cualquier oficio, tarea o responsabilidad que decida ejercer.

La inexistencia de oportunidades para adquirir capacidad que acrediten el ingreso al mercado de trabajo de las nuevas generaciones debería convertirse en un tema de la mayor importancia en el debate con nuestros candidatos a las elecciones primarias. Sin instituciones que doten a los individuos de capacidades nunca acabará la pobreza, seguirá allí disfrazada, encubierta por formulas populistas, hundiendo su daga de miseria ante la ausencia de oportunidades para las grandes mayorías, cuyo instrumento para convertirse en ciudadano activo económicamente e incorporarse  al mercado de trabajo debería ser lo que han aprendido, aquello en lo cual se han formado respondiendo a sus vocaciones.

El emprendimiento es una actividad creativa en la cual Venezuela está totalmente desprovista para avanzar. No existe la red de instituciones cuya misión sea colocarse al lado de los jóvenes y adultos que, a partir de una idea, un hallazgo, quieran poner en práctica una actividad que genere nuevos y distintos productos enriqueciendo las ofertas presentes en nuestros mercados. Oscurecer la realidad es inventar que somos una sociedad donde existen tres millones de emprendedores, una cifra abultadísima con relación a nuestra población económicamente activa y al empleo formal. El hijo de un agricultor que aspire a continuar la tradición familiar no podrá hacerlo aportando nuevas ideas, modernizando, tecnificando, sólo será un peón más sin esperanzas, lo más probable es que decida emigrar a las zonas marginales de cualquier ciudad, aumentando el cinturón de pobreza.

Es imprescindible conocer, averiguar cuántos recursos dedican en los presupuestos nacionales a la capacitación de la juventud los responsables de los ingresos fiscales de país por muy oculta y disfrazada que esté esa información. Nuestro liderazgo debería dominar esta información.

Repito, tiene razón Henkel García cuando aclara que hay una diferencia entre rebusque, matar tigres y emprendimientos.

La verdad es que no podemos ser un país de emprendedores porque no están abiertos los canales educativos, laborales, financieros que respalden esta actividad. No es una meta, un objetivo de los planes institucionales, no se asignan recursos para esta importante tarea, no se reconoce políticamente como gran objetivo nacional.

Tenemos que tratar de llegar a la verdad, cuántos de los denominados emprendimientos tienen algún futuro, aportan algo novedoso, y tienen además la oportunidad real de permanecer y crecer en los mercados.

Es el momento de exigir a los aspirantes a presidir el país que se definan ante este tema, qué van a hacer por la juventud venezolana, cuánta importancia le otorgan a este objetivo que  implica crear las instituciones que doten de capacidades a nuestros futuros trabajadores y empresarios. No seguir actuando con propuestas miserables como el programa “Chamba juvenil” que saca a los jóvenes de los espacios educativos, de la oportunidad de aprender y les cambia educación por salarios miserables, envilecedores, un programa que no vacilo en calificar como un robo, una expropiación del futuro a las nuevas generaciones.

Ocuparse de crear capacidades para las nuevas generaciones es parte de nuestra responsabilidad individual como ciudadanos, una tarea indelegable e inaplazable e imprescindible para superar el 80% de pobreza que enfrenta hoy nuestro país.


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