Ayer, 12 de febrero de 2021, se cumplieron 207 años de la histórica Batalla de La Victoria escenificada en las míticas sabanas del campo de lo que es hoy el estado Aragua. El valeroso José Félix Ribas pasó a la inmarcesible eternidad junto con sus legionarios compañeros de gesta libertadora al sellar la cruenta victoria patriota en suelos del Samán de Güere.

Hace unas cuatro décadas el maestro de maestros don Luis Beltrán Prieto Figueroa lanzó unas ideas al aire impresas en un pequeño pero denso librito de pocas páginas tituladas Empínate joven, consagradas a exaltar los valores trascendentes que todo joven debería introyectar e interiorizar en su mente y espíritu para hacerse digno merecedor de tan digno calificativo. Recuerdo cuanto en 1978 el querido maestro Prieto fue a Tucupita a cerrar su campaña presidencial como candidato a la Presidencia de la República postulado por el partido político que él mismo fundara diez años antes, en 1968, cuando protagonizó el primer cisma político de verdadera importancia en el partido Acción Democrática, organización a la cual el maestro también contribuyó a fundar junto con Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios, et al. Aún resuenan en mi bóveda craneoencefálica las vibrantes palabras de mi admirado maestro Prieto pronunciadas en la plaza Bolívar de Tucupita dirigidas especialmente a las legiones de jóvenes que estábamos en primera fila aupando su aspiración a la Presidencia de la República. “Empínense jóvenes, luchen a todo trance y con denuedo y no se deben coaccionar por la infamante cultura de la dádiva promovida por el Estado paternal…” Entonces yo era un párvulo liceísta captado políticamente por otros líderes estudiantiles de la juventud socialista del Movimiento Electoral del Pueblo, a la sazón autodenominado Partido Socialista de Venezuela. Yo comenzaba a intoxicarme de “marxismo” de la mano de algunos dirigentes políticos regionales quince o veinte años mayores que yo, que igualmente militaban en el Partido Morado, el Partido de la Oreja como solíamos escuchar decir en los recorridos “casa por casa” que las brigadas de jóvenes combatientes realizábamos en busca de votos para el maestro Prieto. Recuerdo que el afiche impreso en Caracas traía la cara del candidato y una resaltante consigna que rezaba: “Prieto, maestro honesto y auténtico”. Ante la subcultura del manirrotismo y el dispendio y cleptocracia del tesoro público, Prieto alzaba las banderas de la honestidad e impolutez y se dirigía con especial ahínco a los jóvenes de aquellos lejanos años de las décadas de los setenta y ochenta.

Hacía pocos años que el París se había producido el mítico estallido insurreccional estudiantil en la Universidad de Nanterre que condujo a cristalizar el legendario Mayo francés en 1968. Al Delta llegaban noticias por ondas hertzianas de radio onda corta sobre los sucesos de desobediencia estudiantil y juvenil en la comunas de hippies en California, Estados Unidos, las clases de Herbert Marcuse en Berkeley University adquirieron notoriedad mundial, el pensamiento utópico de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt era bien recibido en las escuelas de Sociología de América Latina y el “guevarismo” acababa de adquirir carta de nacimiento entre los jóvenes del continente; especialmente entre la juventud universitaria ávida de héroes. No me quejo de la juventud que me tocó vivir: fui irreverente, iconoclasta, heterodoxo cuando me tocó rebelarme contra los cánones odiosamente impuestos por la cultura del establecimiento y del statu quo de la época. Si aún continúo siendo ácrata y libertario es debido a aquellos tempranos influjos en los que abrevé… los libros, enciclopedias, revistas anarquistas y antiautoritarias que leía en mis años juveniles que llegaban a Venezuela desde Chile, Argentina y Uruguay inocularon en mi mente y espíritu mi sempiterna animadversión a toda logocracia que expeliera hedor a poder y a Estado. Soy un “estatófobo” irredimible desde mi primera juventud y creo fervientemente que así he de morir si alguna vez tal vez ello “suceda”, jejejej.

Mi juventud estuvo signada por el culto cuasi religioso a la lectura de libros antiestatalistas por ello cuando descubrí las ediciones de El viejo Topo y las revistas y periódicos de los situacionistas españoles y las reflexiones anarco-trotskistas del griego-francés Cornelius Castoriadis quedé prendado a los hechizos sugestivos de sus propuestas ideo-políticas antiestatocráticas del socialismo burocrático ruso.

Por eso, si me pidieran hoy en día que les dijera algo a los jóvenes de este tiempo histórico de pandemia global y de dominio real virtual, de sujeción y expolio ontológico, esto diría: no se dejen encandilar por lucecitas fatuas de mesías de nuevo cuño ni por falsos profetas que pretenden redimirte en nombre de causas falsamente colectivas de emancipación, pues la liberación del sujeto individual, si ha de ser auténtica, será obra de los propios individuos mediante un resuelto e insobornable individualismo no egotista.

 


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