Luego de más de diez meses transitando una ruta cuya secuencia supone el tan esperado y necesario cese de la usurpación, para seguir con un gobierno de transición y alcanzar las ansiadas elecciones libres, en la que muchas fórmulas se han ensayado y mucho se ha arriesgado e intentado, e igualmente todo se sigue arriesgando e intentando, sin que hasta ahora se haya alcanzado el objetivo, no es descabellado ni mucho menos irracional pensar y concluir que una ruta alterna pueda llevarnos a buen destino, donde ese puerto seguro por el que apuesta la contundente mayoría de los venezolanos no es otro que el de participar en un proceso electoral para la elección del presidente de la República, en el que cada voto cuente y la transparencia sea la norma.

Asomar siquiera la nariz a la ruta electoral, supone sin embargo un reto mayúsculo para quienes promueven su avance, pues por una parte toca superar el recelo y rechazo que produce en algunos y a veces con razón, el solo hecho de tocar el tema; y por la otra, aún más importante, el hecho de que transitar esa ruta implica nada más y nada menos que reconstruirla, pues durante veinte años desde el desgobierno la han dinamitado y destruido en todos los órdenes posibles, logrando con ello lo que más conviene a un modelo autoritario, que es la aniquilación de la confianza en el voto como instrumento para materializar la esperanza, la renovación y la democracia.

Ante el recelo, el mensaje es claro e inequívoco, pues como ya se ha afirmado desde esta misma tribuna, avanzar en perfilar y organizar un posible escenario electoral con las garantías y condiciones correctas no implica renunciar a nuestra lucha y más bien pone en nuestras manos la posibilidad de recuperar la democracia y no en la de terceros, incluidos aquellos que hacen parte del planeta verde. Además, para quienes dudan, al menos desde acá señalamos, que cualquier avance en la dirección electoral es y debe ser para organizar comicios que conduzcan a la elección presidencial, que es a fin de cuentas lo que es vital como primer paso para superar la anormalidad.

Ya en lo estructural, es donde estamos entonces en la auténtica y verdadera emergencia, pues la reconstrucción de un sistema electoral que permita la recuperación de la confianza en la institución del voto, es una tarea mayúscula, donde solo la transparencia hará posible llegar a esa meta; y es que, aunque tal vez no alcance el tiempo para que estén presentes y en su lugar algunos de los elementos que tradicionalmente hacen perfecto un proceso comicial, una actitud cristalina por parte de quienes conduzcan el proceso y la apertura a la auditoría absoluta de todos y cada uno de los elementos del evento electoral presidencial, incluyendo el de los cuadernos de votación, que es donde hemos señalado insistentemente podría estar la clave de fraudes pasados, será fundamental para hacerlo creíble y confiable.

Sacar al CNE de la sala de emergencias y llevarle al menos a cuidados intensivos requiere entonces de una nueva conducción, pues en Tibi y sus colegas el país no ve otra cosa que duda, oscuridad y parcialidad, donde precisamente lo que se requiere con urgencia es certeza, claridad y neutralidad. Por ello, celebramos que desde la Asamblea Nacional se haya activado nuevamente el proceso para la designación de nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, al ser creada la comisión para designar su comité de postulaciones, que si bien, es solo un primer paso en lo que seguramente será una carrera de obstáculos y saboteos, no deja de ser al menos una pequeña luz al final del túnel, que estamos obligados a promover, pues su éxito conviene a quien más importa, que es a toda Venezuela.

@castorgonzalez | [email protected]

 

 


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