Constatamos que el ánimo de protesta popular ha venido disminuyendo como resultado del justificado miedo que genera la represión, al que se  suman el escepticismo derivado de la frustración de importantes expectativas (intervención militar extranjera, ingreso de la ayuda humanitaria, afloramiento de apetencias personales o grupales al margen de la requerida unidad, etc. ) y además ahora el bochornoso episodio de la muy probable (o casi segura) malversación de fondos públicos incurrida por individuos pertenecientes al entorno de Voluntad Popular (que afortunada y rápidamente se distanció del evento). No resulta extraño,  pues, que el desánimo cobre espacio. Es humano que así sea.

Mientras esos sucesos negativos desaniman a la población ya cansada de tanto sufrimiento, no deja de ser aleccionador posar la mirada sobre eventos mundiales que vienen ocurriendo contemporáneamente que deben llevarnos a la conclusión de que lo que hace falta es aún más esfuerzo, aún más resistencia y  aún más sufrimiento. Si otros consiguen resultados, ¿por qué Venezuela ha de ser la excepción?

El movimiento popular iniciado en noviembre de 2013 en la plaza Madian de Kiev –capital de Ucrania– hubo de sortear inusitados obstáculos, no siendo el menor de ellos el de hacer un plantón que duró más de tres meses bajo gélidas temperaturas invernales soportadas con estoicismo por cientos de miles de ciudadanos, acosados además por las fuerzas gubernamentales del entonces presidente Yanukovich, apoyado nada menos que por Rusia, quien finalmente se vio obligado a renunciar y  huir a Moscú, dando origen a un ciclo de normalización. Ese ciclo acaba de concluir hace apenas un mes cuando un jefe de Estado elegido democráticamente (Poroschenko) le entregó la banda presidencial a otro con igual origen (Zelenski) un “outsider” –actor cómico de profesión– llegado a la  política desde el anticonformismo del mundo del espectáculo. Problemas no le faltarán, pero retomaron el rumbo.

Y qué decir de la  brutalidad de Omar al Bashir de Sudán, quien luego de veintiséis años de gestión sanguinaria, incluyendo el genocidio de Darfour y una orden de captura de la Corte Penal Internacional, tuvo que abandonar la presidencia ante el reclamo multitudinario e insistente, día y noche, frente al centro del poder, de una población cansada e indignada de tanto atropello, pobreza, abandono y represión.

No olvidemos tampoco el proceso de la Primavera Árabe, que también consistió en el enfrentamiento de poblaciones hastiadas de represión, corrupción y exclusión, las cuales en sucesión casi coordinada consiguieron desalojar del poder a dictadores de distinto calibre de maldad (desde lo más brutal: Gaddafi y lo dictatorial duro: Mubarak , hasta lo autoritario estilo árabe: Argelia, Túnez). Que visto en retrospectiva no parece haber servido para mucho (salvo en Túnez) es harina de otro costal.

Por si fuera poco, hasta en Hong Kong los valientes locales están escenificando megaprotestas populares, alzándose nada menos que contra la dictadura de Pekín en un intento de impedir que se les arrebaten  los fueros que se convinieron en 1998 a la hora en que el Reino Unido devolvió su antigua colonia a la República Popular China. Lo cierto es que desafiando las nada aterciopeladas formas de represión del comunismo chino (Tiananmen) los aguerridos ciudadanos de Hong Kong, a punta de protesta y resistencia pacífica,  acaban de conseguir que la gobernadora Carrie Lam (pro Pekín) se viera en la necesidad de retirar de la consideración legislativa un polémico proyecto de extradición que hubiera permitido la injerencia judicial china violando el principio de coexistencia que se traduce en el motto “un país, dos sistemas” que  ha venido sosteniendo el inusitado éxito económico de Hong Kong de la mano de las libertades fundamentales que no están al alcance de los demás habitantes de China.

En definitiva, la cita de eventos que precede tiene por objeto tratar de revivir la esperanza que desaloje al escepticismo e incentivar al venezolano para mantener la participación activa y oponer resistencia en forma pacífica en lugar de limitarse a esperar el desenlace para verlo por televisión con su cerveza bien fría en la mano.

Estamos claros en que el grueso de quienes protestan o protestarían no lo harán con el propósito principal de restituir el equilibrio e independencia de los poderes del Estado ni la democracia teórica que no pone pan sobre la mesa familiar. Los “tres golpes diarios” son primordiales, pero la verdad es que la historia enseña que en un ambiente de libertades las mesas suelen estar mejor provistas. Excepciones son China y Vietnam que sin haber reducido la dictadura comunista han conseguido progreso permitiendo  libertades económicas. Pero…”ellos son orientales y se entienden”… Nosotros “ni somos suizos”  y sí somos caribeños.

 


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