Foto Archivo | Diario Las Américas – Daniel Castrope

Nuestra Venezuela siempre es bizarra y hasta original. Seguramente que ha de ser uno de los pocos países, a lo mejor el único, donde la oposición lleva adelante un golpe de Estado suicida contra sí misma y -lo que es peor aún- este se escenifica atendiendo los intereses de un grupo de dirigentes contra otro grupo que, en definitiva, no representa a nadie sino a la ficción de unos cascarones vacíos que alguna vez pudieron ser partidos políticos.

Hemos observado que lo acontecido ha generado indignación, desazón y hasta incredulidad, pero lo que resulta peor es la constatación de que el público en general, y más aún quienes viven en el exterior, han venido perdiendo el interés en el acontecer político nacional a medida que comprueba la poca capacidad y el mucho egoísmo que anima a quienes se proclaman como “dirigentes” de un colectivo que no es de “dirigidos” sino  una enorme masa de ciudadanos que a estas alturas optan por creer que más vale la pena tirar la toalla  antes que continuar una lucha estéril que luego de más de dos décadas no ha llevado a ninguna parte.

Por fin la Asamblea Nacional del 2015 que aún insiste en proclamarse “legítima” ha logrado modificar el Estatuto de la Transición acordado en 2019, cuando se declaró la usurpación cometida por Maduro al proclamarse  vencedor  en una elección cuyos parámetros de legitimidad, transparencia y verificación se evidenciaron incumplidos. En esa modificación votada por 72 de los 167 diputados (para  el quórum se deben tener en cuenta también los legisladores del oficialismo elegidos en el mismo acto y que optaron por no continuar asistiendo) se ha resuelto 1) eliminar la Presidencia interina, 2) designar una Comisión para administrar los activos de la República ubicados en el exterior y 3) eliminar de un plumazo el Servicio Exterior y otras medidas igualmente inconvenientes. Por fin el jueves 5 han decidido votar por una nueva directiva, formada por tres mujeres, todas residenciadas en el exterior, presidida por la diputada Figuera de quien se tienen buenas referencias de su integridad personal y política. De las otras dos nunca habíamos sabido de su existencia ni tenemos referencia alguna salvo la dudosa distinción de haber sido aupadas -igual que Figuera- por quienes creen que aún son depositarios de alguna pizca del poder político.

Entre las matrices que interesadamente se han venido construyendo está aquella según la cual el Servicio Exterior del interinato fue un fiasco, una cuerda de becarios propuestos por los partidos políticos que en definitiva hicieron poco y nada. Lo único medianamente cierto -y criticable- es la repartición por cuotas de casi la totalidad de las designaciones de embajadores y representantes. Aparte de ese pecado original no puede negarse que el extraordinario éxito inicial reflejado en alrededor de sesenta reconocimientos se debió en gran proporción a esas personas que con poca experiencia en los quehaceres diplomáticos consiguieron constituirse en interlocutores de los principales gobiernos democráticos de Europa y América.

Las peripecias de ese grupo las conocemos muy de cerca por cuanto un buen número de esa gente fueron nuestros alumnos en la UCAB o la UCV en materia de derecho internacional y por esa misma razón nos sentimos especialmente complacidos de haber fungido como sus asesores -ad honorem naturalmente- en la materia y especialmente en las especialidades diplomática y consular colaborando para que su desempeño fuera el mejor ante las difíciles circunstancias políticas que enfrentaron las cuales se reflejaron en los distintos tipos de acreditación que recibieron con las difíciles  interpretaciones jurídicas que ellas aparejaron.

Es cierto que algunos de esos designados no hicieron casi nada y otros hicieron poco,  pero no es menos cierto que un buen número  consiguieron logros concretos que favorecieron a decenas de miles de compatriotas necesitados de asesoramiento, papeles, salud, empleo y pare usted de contar. Todo ello sin contar los contactos políticos que permitieron la legalización temporal o definitiva de la estadía de centenares de miles en los países de acogida, prórroga del reconocimiento de la vigencia de sus pasaportes, el estatus TPS que impide la deportación de Estados Unidos mientras se legaliza la situación migratoria, o la obtención de la prórroga del mandato de la Comisión de Verificación de Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o el mantenimiento del tema Venezuela en el centro de la agenda de la OEA pese a que la correlación de fuerzas se hacía cada vez más tenue con motivo de los cambios políticos ocurridos en el continente.

Para los que creen que eso  fue un “cambur” han de saber que en la mayor parte de los casos, especialmente el primer año, aquello se hizo sin percibir ni un dólar, a veces con recursos propios o buscando la colaboración de compatriotas que quisieran y pudieran integrar equipos para adelantar las tareas, buscando recursos de “vacas” de amigos y benefactores que contribuyeran para pasajes, gastos de oficina, fotocopias, etc. Después llegaron algunos recursos que siempre, siempre, resultaron insuficientes para atender los retos presentados.

Es bueno que se conozca la condición  jurídica y política de nuestros diplomáticos que ejercieron labores en ambientes de mayor o menor aceptación en el mundo. He aquí una lista memorizada que no pretende ser completa pero que puede dar una idea de la magnitud del esfuerzo.

Embajadores plenamente reconocidos ante: Estados Unidos, Paraguay, Costa Rica, Brasil, Guatemala y la OEA.

Embajadores reconocidos pero donde se mantuvo representación consular de la usurpación: Canadá

Representantes reconocidos: Países Bajos, Portugal, España, Francia, Reino Unido y demás países de la Unión Europea, Israel.

Representantes  del interinato en América: Bolivia, Panamá, Chile, Colombia, Argentina, Perú que luego fueron mudando a “representantes de la Asamblea Nacional” y en algunos casos tuvieron que cesar por cambio de gobierno como, en Perú, Brasil, Honduras, Bolivia, etc.

Sin embargo, cuando las rencillas se fueron apoderando del G4 o después del G3 más el retiro  del apoyo de Julio Borges y PJ, etc., etc., este Servicio Exterior fue dejado íngrimo y solo, sin recibir lineamientos, sin recibir respuestas a sus preguntas (no sé si con Vecchio en Estados Unidos sería diferente). Caracas y el Servicio Exterior dejaron de sintonizar la misma onda, las reuniones del chat semanal se diluyeron, surgieron enemistades y se sembró el clima para la “tormenta perfecta”, cada quien por su lado tratando de hacer lo mejor mientras Guaidó y el entorno que lo tuvo secuestrado se mantenía ausente. En definitiva aquello siguió funcionando gracias al inagotable tesón de nuestros diplomáticos que -salvo los favoritos- dejaron de recibir apoyo pese a que en muchos casos algunos se transformaron en estrellas con peso específico propio, alternando en los círculos de poder de sus lugares de destino a punta de trabajo, relaciones, intuición y asesoramiento de quienes en cada ocasión fuimos consultados.

Así pues, como conclusión, los diputados que por fin dieron la estocada final al interinato y abolieron el Servicio Exterior, ahora tendrán que ver cómo hacen para lograr la representación de los intereses de la República en la protección de los activos en juicios y arbitrajes o  cómo podrán manejarse ante la continuación o suavización de las sanciones norteamericanas.

Este opinador, con pesimismo realista, anticipa que a la vuelta de pocos meses habrá gran posibilidad de perder los activos, se enfriará el apoyo  de los países que ya han anunciado que “respetan” lo que decida la AN legítima, se revisarán los apoyos y reconocimientos. Entonces los políticos que se dieron el autogolpe comenzarán a echarse entre ellos la culpa de los errores.  Ante tal espectáculo Maduro se frotará las manos viendo la debacle desde la barrera degustando un sabroso “dulce de lechosa” como  irónicamente solía decir el Zeus de Sabaneta.

@apsalgueiro1

 


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