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Todos somos responsables de todos”. Fiodor Dostoievski

Uno de los temas más importantes a examinar en esta nuestra Venezuela hipóxica es, precisamente, el de la política económica y no solo la actual, sino aquella que nos trajo a los predios distópicos en que hoy yacemos.

Científicos económicos nacionales suelen calificar la experiencia venezolana en cuanto al manejo económico que el país ha conocido desde 1998 como, si no el mayor, uno de los peores desastres de la historia económica del mundo.

No les falta razón, basta comparar las cifras de Pdvsa antes de Chávez y hacerlo después del gobierno del susodicho y más grave aún, luego de los años de administración de su epígono escogido por él mismo, Nicolás Maduro, para tener una idea del tamaño del fiasco que nos ha llevado a ser el país de más bajo salario del espectro latinoamericano y el de mayor pobreza porcentual, como lo evidencia periódicamente el informe de la UCAB, Encovi, reiteradamente.

Entre las causas del siniestro que nos arruinó groseramente y nos ha postrado, a ratos pareciera y en algunos y no pocos aspectos con semblante catatónico, destaca la política económica adelantada por el “chavomadurismo militarismo”, que no ha sido por cierto congruente con el llamado Plan de la Nación presentado al país en cada inicio de gestión y ha mostrado una orientación que no puede ser desconocida y que definiremos como un estatismo a ultranza y el desorden cataclísmico en el manejo dispendioso, concupiscente, opaco, incontrolado e irresponsable de las finanzas públicas.

¿Qué podemos entender brevemente por política económica? En términos sencillos, se puede decir que las decisiones y acciones por las que el poder público influye en la economía del país son constitutivas de su política económica. Esa conducta pública es el gobierno económico mismo y evidencia su ontología, su orientación ideológica dirán otros.

Ni siquiera Reagan ni acaso la Thatcher lograron gestionar la economía sin advertir que existe una inevitable conjunción entre el interés privado y el público, entre el Imperium y el Dominium. Además, hay un proceso dialéctico que cada día invisibiliza más la línea entre la microeconomía y la macroeconomía y entre las esferas de ciudadanos y el Estado.

Traigo a colación estas consideraciones luego de ser testigo del debate que se cumplió entre los candidatos concurrentes, en la UCAB.

El día después del arribo de otra tendencia al mando en Venezuela, tal vez en 2024, constatando la dramática situación de la economía y sus efectos sobre la sociedad, será menester tener claro, al menos, un imperativo. Hay que cambiarlo todo o casi todo y para ello, no bastará una sola voluntad, sino que el consenso es la única vía posible al éxito y ello implica tender puentes hacia todos lados y sin embargo, mantener en lo estratégico el desmontaje urgente del omnisciente, omnipresente y totalizante Estado chavista, víctima y victimario de la ideologización, la ignorancia y la tozudez de los dignatarios electos durante estos años, en todas las instancias y niveles.

Para ello hay que desregular sistemáticamente para abrir las compuertas que cerradas han permanecido, impasibles, hieráticas, aún con las evidencias del mayor fracaso de toda nuestra historia. Para ello hay que atreverse y hacerlo también con prontitud.

La semana próxima si Dios quiere abundaremos en el punto y otros asuntos más.

@nelson_chitty

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