Foto Cortesía Crónica.Uno

Este domingo en tiempos de normalidad democrática debía haber un jolgorio con apuestas y caravanas por doquier. Cada población aupando a sus candidatos a concejales, alcaldes y gobernadores. Sabedores de que los votos serían realmente contados, válidos y fiables. Con los partidos políticos movilizados, sin ser controlados por el régimen, ni inhabilitados, al igual que los candidatos.

En la soñada Venezuela libre no debería haber perseguidos políticos ni muertos por diferencias de pensamiento, de ideología. Ni exiliados, ni presos por pensar diferente, ni por soñar, ni por decir que sueñan, ni por actuar por sus sueños. Tampoco debería haber compatriotas huidos, buscando protección humanitaria en otros países. En la idea de país en libertad, las elecciones deben ser una verdadera festividad, un carnaval político.

Las elecciones puyadas sufren y hacen sufrir alteraciones de todo tipo. Ilegalidades antes, durante y posteriores a las emisiones de la manifestación de la opinión. Ventajismo y oportunismo, desigualdades manifiestas. Aprovechamiento de cargos y dineros públicos. Extorsiones. Propaganda oficial mezclada con candidatos y partidos del régimen. Uso abusivo de la comida y la salud en función de captación de adeptos. De pronto pusieron a funcionar autobuses baratos en múltiples rutas, el gas comenzó sorpresivamente a llegar con frecuencia, soltaron chorros de agua por tuberías oxidadas de olvido. Taparon oquedades. Alumbraron vías principales – las demás igualmente preteridas y por completo olvidadas.

En esta oportunidad se magníficó una práctica que tenían años probando los criminales del régimen: la disposición de partidos arrebatados en sus símbolos a sus dueños y la compra de candidatos para hacerlos pasar como si fueran verdaderos opositores. A estos últimos les dieron el remoquete muy acertado de alacranes. En medio de la miseria abundante, colmaron de generosas dádivas a dirigentes partidistas importantes. Adecos, copeyanos, masistas, comunistas y pare de contar. Lo de Miranda es tan bochornoso como inolvidable. Sirvió esta maquiávelica práctica divisionista para tratar de engatusar a la población más desprevenida. No contaban con la claridad política venezolana. Con las redes sociales, con el boca a boca clarificador. La gente es sabia. Los mueve el interés, desde luego. Como por arriba. Pero saben bien lo que hacen ellos y lo que les hacen.

Las elecciones así, puyadas, son muy predecibles. Servirán para ratificar que el régimen está en ejercicio macabro del poder. Servirán para clasificar a los secuaces que han alimentado su permanencia. Servirán para cualquiera cosa. Menos, por supuesto, para satisfacer necesidades verdaderas, inmediatas, de la población. Menos, indudablemente, para contribuir a arrancar de raíz nuestro enorme problema: el régimen del terror en el poder. ¿Alguien lo ignora? ¿Existe hoy algo así como alguna alegría colectiva electoral? Las elecciones están puyadas de miseria y de secuestro institucional y personal. Somos un país arrasado y maniatado por tiranos. ¡Púyalo! Nadie lo ignora.


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