¿Elecciones para qué? Sí ¿para qué? Veamos un momento las opciones que los factores democráticos tienen a mano.

Primero, la oposición está dividida entre el cogollo del G-4 por un lado, los alacranes del otro y una gama de «no alineados» que también están jugando a sus propios intereses.

Esta situación lo que generará es una dispersión de votos, reduciendo así las posibilidades de un victoria por parte de la oposición.

Pues, si el oficialismo no llega a 30%, la oposición pro electoral ronda la misma proporción; sin embargo, aquella va monolítica y la segunda está dividida en 3 o 4 toletes.

Segundo, el régimen tiene a su disposición todo el Estado, y aunque esté arruinado aún posee margen de acción, manipulación y presión, con lo cual es muy difícil afrontar el reto y más cuando los medios de comunicación libres son apenas un pequeño reducto aprisionado por el peso de la artillería de la censura.

Tercero, si la oposición llegase a ganar alguna que otra gobernación o alcaldía pero el resultado es estrecho, sucederá lo que le pasó al buen amigo Andrés Velásquez hace 4 años cuando le arrebataron su victoria en el estado Bolívar.

Y si, Dios lo permita, el mapa nacional se tiñe de azul derrotando a los rojos, aun así el régimen se inventará los protectores, o peor todavía, se sacará de la manga su estrategia del Estado Comunal.

Es decir, por donde lo veas, el voto –en esta ocasión– no elegirá a nadie; pues ellos tienen su Plan B, e incluso un C y un D. No podemos caernos a mentiras, la única forma de ganar es con unión total y con una estrategia bien diseñada y bajo un liderazgo fuerte, como el de María Corina Machado.

En cuarto lugar, el régimen sí entregará algunos espacios de poder, una que otra gobernación o alcaldía. Uno que otro concejo municipal y consejo legislativo y ¿por qué lo hará? Bueno, para la retórica política, para abultar su narrativa.

Los señores de Miraflores quieren cantar victoria el 21 de noviembre a través de dos maniobras: 1-. Ganar la mayoría de posiciones en disputa; 2-. Entregarle algo a la oposición y reiterar su discurso: «Somos demócratas».

Esas posiciones que entreguen no significarán nada; no obstante, le permitirán a Maduro y a su equipo pregonar ante el mundo su carácter «democrático».

He allí el objeto de la elección y el plan del régimen. Está más claro que el agua.

Es por ello que ir a convalidar su plan mediante el voto es una atrocidad. Ir a votar para que Maduro cante victoria es un error terrible que no podemos permitirnos cometer y que lastimosamente el cogollo político del G-4 está cometiendo para el mal de toda la nación.

Entonces, si votas ¿de qué sirve? Bueno servirá para que Maduro diga que es demócrata, que Venezuela es un país libre y democrático. Y todas esas sandeces que ellos dicen para lavarse el rostro.

Votar es ser cómplices de Maduro; votar hoy es seguirle el juego a los hermanos Rodríguez. Votar no elije a nadie, ni cambia nada.


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