El día del undécimo aniversario de la muerte de Hugo Chávez, el régimen en el poder ha convocado elecciones presidenciales para celebrarse el día del nacimiento de Hugo Chávez.

Su adicción a las fechas es más que una enfermedad. Durante los 11 años de mandato de Nicolás Maduro borraron, para los muchos chavistas que en los momentos iniciales de la llamada «revolución bolivariana» los votaron, todo vestigio de la prédica del comandante y, por el contrario, se enriquecieron impúdicamente mientras el pueblo al que tanto invocan se quedaba en los huesos. Apelan a un aliento inexistente como han demostrado los últimos acontecimientos políticos en el país: la exitosa primaria opositora del 22 de octubre y el estruendoso fracaso de convocatoria del referéndum por el Esequibo del 3 de diciembre.

Muy pocos, casi nadie, los quiere ni un minuto más en el poder. Por el dolor que han causado, por la humillación a que han sometido al pueblo y por el desastre humano y material en que han convertido a Venezuela.

La primera consideración sobre el anuncio del Consejo Nacional Electoral, un órgano apéndice del poder, es que la fecha de las elecciones presidenciales no puede ser potestad de quien ejerce el gobierno. No ocurre así en ningún país de América, con las excepciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Todos los argentinos saben cuándo se acaba el mandato de Milei, que apenas tiene tres meses en la Casa Rosada, y los brasileños el de Lula y los colombianos el de Petro. La primera trampa electoral del régimen viene de la manipulación de cuándo se realizan los comicios presidenciales.

Si se hacen el 28 de julio próximo, quien resulte electo o electa esperará hasta los primeros días de enero del año próximo para asumir su mandato. Más de cinco meses. Una barbaridad que desnuda el juego electoral de estos «revolucionarios» aferrados al poder como un botín personal.

Lo que pretende ser un cronograma electoral, por las prisas para que la fecha de votación tenga esas supuestas connotaciones simbólicas, no da tiempo para la actualización del Registro Electoral (el CNE andaba de vacaciones hasta hace poco), limita al máximo la participación de los venezolanos en el exterior y deja muy en el aire la participación de misiones de observación electoral independientes y realmente capacitadas en el examen de procesos electorales. El régimen seguramente convocará a sus amigos de siempre, con gastos pagos, para que bendigan un proceso que surge al margen de lo negociado en el Acuerdo de Barbados con la Plataforma Unitaria el 17 de octubre del año pasado. De elecciones limpias y verificables se estará muy lejos.

El verdadero objetivo del cronograma es poner fin a la candidatura de María Corina Machado, electa con 92% de los votos en la primaria del citado 22 de octubre. El lapso para la postulación de las candidaturas comienza el 21 de marzo -dentro de dos semanas- y concluye el día 25. Primero, su Tribunal Supresor de Justicia la inhabilitó para aspirar a cargos de elección popular -que ella transformó en una marea de gente que sale a las calles en sus recorridos por el país: el último en Barinas, la tierra de Chávez- y ahora acercando la fecha de postulación para que diversos sectores, con intereses pequeños, apuren en las horas que nos concede Maduro la sustitución de la candidatura de María Corina Machado.

No se podía esperar del régimen una cosa distinta a lo que está haciendo en estas primeras semanas de 2024. Se sabe ampliamente derrotado en una confrontación de Maduro -o a quien quieran poner- con Machado. De manera que hay que cavar unas zanjas profundas para enterrar la candidatura unitaria de la oposición y la posibilidad real, palpable, de su salida del poder y del inicio del proceso de reconstrucción de este país saqueado.

El discurso de Machado ha sido muy claro desde que comenzó la organización de la primaria opositora el año pasado y se presumían estas conductas de los dueños del poder: uno, no es Maduro quien elige el candidato opositor; dos, las elecciones tienen que ser limpias y verificables; tres, la lucha es “hasta el final”.

Desde Barinas y frente a una multitud, al conocerse el anuncio electoral la candidata de la oposición mandó un mensaje al país en esta hora compleja: “Serenidad y firmeza”.  No se trata, se interpreta, de bajar los brazos frente a un escenario ventajista que busca dividir y desalentar. Tampoco es la hora de la improvisación ni del apresuramiento. “Todo lo que va a pasar en la Venezuela de estas próximas décadas va a depender de lo que nosotros hagamos en los próximos días”, escribió ayer María Corina Machado en su cuenta de la red X.

Vienen horas de alta tensión política para dilucidar una coyuntura que, como dice Machado, puede marcar un nuevo rumbo para Venezuela.


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