Como hemos repetido muchas veces, los movimientos electorales son rápidos, sobre todo cuando hay demasiada incertidumbre, y esta, lejos de aclararse, cada vez es más compleja. El propósito de Sánchez al convocar estas elecciones fue, emulando a Rajoy, repetir en breve plazo unas elecciones con la casi seguridad de que esto le reportaría pingües beneficios, a saber, incremento electoral y de diputados para el PSOE, quiebra de Podemos con importante disminución de votos transformándose en una exigua minoría, incremento del Partido Popular, pero sin atentar el liderazgo electoral global socialista, irrupción de Íñigo Errejón con una nueva alternativa política que dañe al electorado de Podemos y que juegue con el apoyo incondicional al PSOE y el mantenimiento del resto de las fuerzas incluyendo a los independentistas catalanes, nacionalistas vascos e independentistas complejos, como es Bildu, que le puedan servir para un apoyo en lo que sería la repetición de un gobierno Frankenstein.

También habíamos analizado que la elección de la fecha electoral, coincidiendo con la entonces previsible sentencia del procés, se hizo pensando que un cambio radical en la estrategia, pasando de un cierto entendimiento con los independentistas catalanes que estaban mostrando hasta ese momento a un enfrentamiento dialéctico, le aportaría al PSOE claros beneficios electorales. Las cosas no le han ido bien a Sánchez en este sentido. Tampoco le fue bien en el debate, mucho menos con las reiteradas metidas de pata e improvisaciones; el último error cometido, cuando prometió la vuelta de Puigdemont a España y afirmó que la Fiscalía hará lo que diga el gobierno, le ha obligado a excusarse diciendo: “No fui preciso, son muchas entrevistas”. Además, que siempre ha respetado tanto la autonomía fiscal como la independencia del Poder Judicial.

También ha sido una actuación arriesgada de Pedro Sánchez, la de, en alguna medida, potenciar el papel de Vox durante la campaña, posiblemente, con la creencia de que un aumento de Vox debilitaría fuertemente al PP y a Ciudadanos. Con los datos que se barajan sobre este tema parece que, independientemente de este seudoapoyo del presidente, Vox campa a sus anchas por la campaña electoral, aumentando fuertemente su voto más bien a costa de Ciudadanos, un poco a costa del PP, y algo, posiblemente por aquí venga la sorpresa, a costa de otros partidos, incluyendo la izquierda.

En mi experiencia personal, como investigador de opinión pública y asesor político, he visto muchas veces cómo la extrema derecha se intercambia electores con la extrema izquierda con bastante facilidad, eso pasó de manera clara en Francia, donde es habitual en determinadas poblaciones obreras intercambiar el voto entre seguidores de Le Pen con la izquierda.

En España, con las elecciones andaluzas en diciembre del año pasado, se vieron ciertos movimientos de este tipo, en municipios de la izquierda y de la extrema izquierda española creció el voto a Vox. Este efecto es difícil de medir por las encuestas, ya que son movimientos electorales emocionales que se suelen producir en los últimos días antes de la votación o que los protagonistas no quieren contar este cambio de voto ante una encuesta de opinión.

Ciudadanos se equivocó y calculó mal sus movimientos electorales, estoy convencido de que se hubiera salvado si hubiera aceptado integrarse en el proyecto España Suma que le ofreció Pablo Casado, pero creyó que él tenía a tiro la posibilidad de dar el sorpasso frente al PP y todo apunta que puede llevarse un importante varapalo, tanto que está incluso a las puertas de una gran crisis interna donde es hasta posible que a su líder Albert Rivera, que a mi juicio ha sido hasta ahora un magnífico estratega, le pueda costar su liderazgo en el partido.

Hay que señalar el éxito de Abascal, líder de Vox, que está teniendo un incremento notable en su proyección electoral y al que la mayoría de medios le dieron ganador del más importante de los debates de candidatos y único al que fueron los primeros espadas de los partidos.

Por encima de Abascal, el verdadero triunfador preelectoral está siendo Pablo Casado, es verdad que tiene difícil o casi imposible obtener más diputados que Sánchez, pero ha abierto la puerta a la posibilidad de formar gobierno uniendo sus diputados a los de Ciudadanos y con el apoyo de Vox, además de sus homónimos navarros Suma Navarra, de Foro Asturias y de Coalición Canaria. Hay quien puede decir que este planteamiento ya lo hice en los artículos anteriores, pero es que cada día que pasa o incluso cada hora que pasa, esta posibilidad es cada vez más factible.

Realmente, ahora mismo hay tres opciones de formar gobierno en España tras las elecciones del domingo, gobierno Frankenstein, formado por el PSOE, su izquierda y todos los independentistas y nacionalistas sin discriminación; la gran coalición PSOE-PP, que sería gobernar el PSOE con el beneplácito del PP y el acuerdo en cuestiones fundamentales entre las que está lo relacionado con Cataluña, algunas económicas y, previsiblemente, los presupuestos, sin que el PP entre en el gobierno socialista; y,la última, con la presidencia del PP, gobernando con Ciudadanos y con el apoyo en la investidura de Vox, en línea con lo que ha hecho el centro derecha español en Andalucía, Madrid, Castilla-León y Murcia. No considero la posibilidad del PP con apoyo del PSOE porque si el PP tiene más diputados que el PSOE quiere decir que igualmente puede formar gobierno con Ciudadanos y el apoyo de Vox. El gobierno Frankenstein es poco probable que se repita porque plantearía gravísimos problemas para España, tanto en el plano económico como a nivel internacional.

De las otras dos posibilidades, gobierno del PSOE con apoyo de investidura de PP y, tal vez, de Ciudadanos, y el gobierno de centro derecha, no sé cual de ellas tiene más opciones, pero como decía antes, cada vez le veo más opciones a este último que, aunque no tenga ni necesite mayoría absoluta, sí tendría que tener unos cuantos diputados más que el posible gobierno de izquierdas, esto es gobierno Frankenstein sin los independentistas PdCat, pero sí con los de ERC.

Debo terminar señalando que Pablo Casado ha realizado una extraordinaria precampaña electoral y una mejor campaña electoral. Ha dado un salto importante en la reivindicación del centro derecha, ha medido muy bien sus relaciones de armonía con Ciudadanos y la reivindicación de gobiernos autonómicos y municipales conjuntos, le ha dado un papel importante en la campaña a Mariano Rajoy, dentro de esta línea se ha mantenido distante de Vox y ha sabido buscarle las cosquillas a Sánchez. Su discurso en relación con Cataluña ha sido oportuno y le ha ido bien, y ha sabido situarse y reivindicarse como el único que le puede ganar a Sánchez, activando de forma clara y potente el voto útil. Como se ha venido observando en este último año, se mueve bien en los debates y en la lucha parlamentaria, casi siempre si necesidad de papeles.

Inicio | Carlos Malo de Molina

 


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