A la memoria de Nicolás Bianco, insigne académico, universitario cabal y amigo

Después de catorce años, la Universidad Central de Venezuela se encamina al fin a realizar, el 26 de mayo próximo, elecciones para renovar sus autoridades. Desde 2009, una absurda disposición inserta en el artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación (LOA) aprobada por el chavismo ese año, eliminaba su finalidad académica, la razón de ser de nuestras universidades nacionales, estableciendo un voto “igualitario” de docentes, estudiantes, empleados, obreros y egresados. Erigía al más numeroso de estos contingentes —el de los egresados, que ya no hacen vida en la universidad— en gran elector. A sabiendas de que sus Consejos Universitarios se opondrían a convocar elecciones bajo tales condiciones, esta disposición proveía un argumento para minar su régimen autonómico. El propósito nunca fue, por tanto, “democratizar” estas instituciones, como entonces repetía el chavismo ad nauseam. Todo intento de renovar las autoridades con un peso (preponderante) del voto profesoral que asegurase la prevalencia de criterios académicos en la elección era paralizado por cualquier militante chavista que introdujese, por encargo, amparos legales aduciendo ese artículo 34.

A ello se sumó, desde los primeros años del gobierno de Chávez, la delimitación de la autonomía universitaria a través de sucesivas decisiones que acotaban sus potestades, la represión de la protesta respectiva, destrozo de instalaciones por bandas fascistas y la progresiva asfixia presupuestaria que, cual tragavenado, fue constriñendo la capacidad de respirar de la UCV y demás universidades públicas. Los intentos por implantar un pensamiento único para afianzar una autocracia militarizada, inspirado en prédicas patrioteras y de un comunismo trasnochado, no podían tolerar el ambiente de pluralidad y contrastación de ideas de nuestra primera casa de estudios, donde se cuestionaban sus imposturas y se señalaban los desaciertos e insuficiencias de las políticas del Estado.

Si bien el espíritu universitario nunca se arredró ante la creciente agresión a las libertades académicas, no ha podido evitar los efectos nocivos del agudo empobrecimiento que ha infligido a su personal docente, administrativo y obrero la destrucción de la economía nacional y la asignación de presupuestos cada vez más exiguos. Hoy, parte importante de su planta profesoral se ha visto obligada a migrar a donde valoran sus talentos para poder sobrevivir y aquellos alumnos con posibilidades económicas, a explorar posibilidades de estudio afuera. Los empleados y personal obrero que no han migrado fuera lo han hecho al interno del país, dedicándose a actividades distintas en procura de unas bases mínimas de subsistencia que el Estado les niega como personal universitario. A eso hay que añadir la ausencia de partidas para el mantenimiento de equipos e instalaciones, los hurtos, la ausencia de reactivos e insumos para la investigación, el deterioro de las estaciones experimentales y más. Las autoridades, tanto rectorales como decanales, no han escapado de este proceso de desgaste, a pesar de su determinación de hacer valer los mejores intereses de la universidad.

Quizás confiando en que logró domar su espíritu crítico, el chavo-madurismo ha dispensado a la UCV de los desatinos de la LOA, por lo que ahora puede convocar elecciones para renovar sus autoridades. Se asoman esperanzas de que aparezcan oportunidades para empezar a enderezar la carga que se le ha impuesto, en pro de un futuro mejor para nuestra institución. Pero los candidatos que se han asomado para asumir el cargo de rector, todos de reconocida solvencia académica, compiten para conducir la institución en las condiciones adversas descritas. Más allá del valor de sus respectivos currículos y de sus experiencias académico-administrativas, se pondrá a prueba su capacidad de lidiar con los desafíos que su gestión habrá de enfrentar. A continuación, algunas inquietudes que ameritan reflexión.

El primer desafío es lograr la participación masiva de la comunidad en estas elecciones en aras de proporcionar la mayor confianza, legitimidad y apoyo al equipo que salga electo, decisivo para enfrentar los embates que habrá de confrontar la institución. Pero el reto crucial es, sin duda, el de asegurar la sobrevivencia de su razón de ser como tal, orientada a la búsqueda del saber, inspirada en “los valores trascendentales de la humanidad” (artículo 1°, Ley de Universidades) y en la excelencia académica, capaz de formar los talentos y generar los conocimientos que contribuyan con la superación de los problemas de la nación.

Tan elevada aspiración, seriamente comprometida por las agresiones sufridas, tiene que continuar siendo el norte que guíe la gestión del nuevo equipo. Pero conlleva, como imperativo, enfrentar el grave deterioro del ingreso de los profesores y personal de empleados y obreros sobre los cuales descansará la posibilidad de cumplirla. Lamentablemente, la destrucción de la economía y la animadversión hacia el conocimiento, propia del fascismo, no augura expectativas de que la satisfacción de este imperativo nos lo provea el gobierno con una mayor dotación presupuestaria, acorde con tales propósitos. Ello obliga a una gerencia académica innovadora, capaz de instrumentar medidas como las siguientes:

1) Iniciar un proceso de depuración de las nóminas de docentes, empleados y obreros, basada en criterios meritocráticos sustentados en la ley, que tome en cuenta el abandono, de hecho, de muchos. No es viable la existencia de reposeros que parasitan del escaso presupuesto.

2) Gestionar acuerdos con el sector privado, instancias de gobierno y centros de investigación nacional e internacional, para afianzar la llamada “tercera misión” de la universidad, la de extensión y generación de conocimientos a terceros, que pueda proveer ingresos propios significativos. La UCV debe conectarse con el aparato productivo y con instancias del Estado como oferente de servicios y soluciones como fuente adicional de recursos.

3) Fortalecer relaciones con otras universidades nacionales y extranjeras para el desarrollo de cursos integrados de posgrado, equivalencias a nivel de pregrado, doble titulación, colaboración en proyectos conjuntos de investigación y extensión, etc.

4) Afianzar la vinculación con aquellos profesores de la diáspora dispuestos a contribuir, desde afuera, con las labores docentes, de investigación y extensión, lo cual obliga a fortalecer las plataformas tecnológicas que lo hagan posible y organizar, a nivel de facultad, escuela o instituto, procedimientos ágiles para que pueda rendir eficazmente sus frutos.

Iniciativas como las descritas deberán contribuir con un proceso de aggiornamento de la institución con los desafíos, exigencias y oportunidades del mundo actual. Aún con la dificilísima situación de hoy, las decisiones y medidas que tomen las autoridades deberían enmarcarse en una visión futura de universidad capaz de aprovechar cabalmente estas nuevas realidades, para bien de la institución y del país. Para ello, la UCV tiene un bagaje importante de ideas que fueron discutidas en su plan estratégico. Desde luego, éstas y otras iniciativas deben realizarse manteniendo las mejores relaciones posibles con las instancias decisorias del Estado en materias concernientes al funcionamiento de la UCV, sin que ello comprometa aspectos esenciales de su régimen autonómico. Ello pondrá a prueba los dotes “diplomáticos” y políticos, en el mejor sentido de la palabra, de quienes habrán de conducir la institución.

Finalmente, un reto insoslayable para las autoridades que salgan electas es la de mantener y fortalecer la ascendencia intelectual, moral y cultural que históricamente ha asumido la UCV ante el país (y también afuera). Venezuela necesita la orientación esclarecedora de su primera casa de estudios (artículo 2°, LU) para poder remontar el foso en que la han arrojado. Aún en las tan adversas condiciones actuales, el imperativo de las nuevas autoridades será continuar siendo “La casa que vence la sombra”.

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