América Latina está en medio de lo que se ha llamado un superciclo electoral. Desde el año pasado y hasta 2024, procesos electorales presidenciales y legislativos han marcado y seguirán marcando la agenda política y noticiosa en la mayor parte de los países de la región. Y sus resultados, dictan la tendencia y las estrategias que los ciudadanos están escogiendo para la segunda mitad de una década que corre el riesgo de llegar a ser considerada como “perdida”.

En su forma ideal, las elecciones deberían ser plataformas para las propuestas que los partidos políticos ofrecen a la ciudadanía como solución a los problemas. Pero en su forma real, las campañas electorales son, en gran medida, un concierto de descalificaciones, espectáculos y polarización. Actualmente, también pueden verse como una guerra de relatos donde, sobre todo, se busca afianzar una narrativa de poder.

Contexto mediático

Los medios de comunicación digitales tienen un papel ambivalente en el ámbito de la comunicación política y pueden ser un factor clave para la difusión y crítica de aquellas plataformas. Pero también pueden contribuir a su tergiversación a través de la difusión de fake news y la instauración de la posverdad.

Las tecnologías digitales de la comunicación permitieron que las audiencias dejaran de ser meros consumidores de información para convertirse en creadores de contenido e información. De ahí que sea accesible,para cualquier persona, distribuir deliberada, algorítimica y mavisamente información falsa.

En este contexto, como escribió Cristian Salmon, todos los enunciados se encuentran en un estado de incertidumbre permanente pues, ante la facilidad para manipular la información, es casi imposible verificar su veracidad o falsedad. El único criterio que tenemos a la mano es un “régimen de veridicción” definido por la cantidad de reproducciones, “likes”, “shares” o “replies” y ante esta situación el poder de las palabras se debilita y los hechos dan paso a un estado de incertidumbre donde quien tenga una fuerza de alcance mayor tendrá el poder de crear una verdad, de oponerla a otras y salir triunfante.

Contexto político

En ese contexto se desarrollarán los siguientes procesos electorales, ¿pero en qué situación se encuentran sus protagonistas? Por las diferentes encuestas e informes sobre la democracia en América Latina sabemos que la confianza en los partidos políticos y los políticos se encuentra en su nivel más bajo desde que hay mediciones.

Pero este declive no obedece solo al errático manejo de la pandemia. A partir de la crisis mundial de 2008 los relatos políticos se perciben cada vez más alejados de la vida cotidiana de los gobernados. Esta distancia supone su profundo descrédito al constatar que ningún gobierno de ninguna orientación ha logrado paliar nuestra hiriente desigualdad.

No es casual que las recientes protestas sociales en Colombia o Chile tengan como detonador, no tanto a los políticos, sino las políticas que implican esas decisiones. Las personas sabemos que el poder político está menguado y, más que promesas, le exigimos acciones concretas. Y en el contexto de un estado de incertidumbre, todo parece indicar que aquella exigencia solo será satisfecha si en la batalla por la verdad el relato político es digno de nuestra atención y aprecio para obtener la aprobación y su reflejo en el voto.

Relatos enfrentados

La desconfianza hacia los relatos políticos sumada al estado de incertidumbre comunicativo en que nos encontramos, de acuerdo con Salmon, tiene como consecuencia el establecimiento de una era del enfrentamiento en la que la comunicación política se entiende como un proceso de descalificación y desestabilización de otros actores políticos para anularlos como adversarios e imponer una narrativa como la única legítima.

Si bien es cierto que la descalificación o la fabricación de delitos es una práctica común entre los políticos que aumenta en tiempos de elecciones, no debemos perder de vista que en nuestro estado de incertidumbre comunicativo no importan las pruebas o las investigaciones judiciales. Lo que importa es la construcción de una narrativa que posicione al atacado, no como un adversario político sino como un “enemigo” para la sociedad y su bienestar.

No importa probar el delito, lo que importa es narrarlo a través de memes, noticias falsas, imágenes, cadenas de mensajes o bots para que sea visto por la mayor cantidad de personas e imponer así una nueva narrativa. En este sentido, las campañas políticas que se avecinan en nuestra región entrarán en una guerra de relatos si echan mano de las fake news y la posverdad como estrategias para ganar credibilidad,

La disputa por el poder que suponen las elecciones ya no se juega en los mítines o en los debates televisivos, la red digital es la arena de esa contienda y la ventaja que el relato tiene sobre el mensaje formal es que, con las herramientas de esa red digital, es posible la creación de un “enemigo”, un rostro “culpable” de las crisis, de las injusticias, de las desigualdades.

Ante las sucesión de elecciones que se viene es importante, por el bien de la democracia, que las propuestas superen a las descalificaciones, sobre todo en el marco de la crisis sanitaria, económica y política que vive América Latina. Pero en la era del enfrentamiento, donde la verdad se construye a partir de su viralidad, probablemente sólo veremos la creación de un relato de descalificación moral que opacará las propuestas políticas que tanto nos hacen falta. Saber criticar el relato y exigir las propuestas es nuestro reto. Habrá que estar atentos.


Alberto Ruiz Méndez es doctor en Filosofía. Profesor en la FFyL y la UNAM entre otras. Coordinador del Proyecto ¿Debilitamiento o consolidación de la democracia en América Latina? Estudiante pos doctoral en la Universidad Autónoma Metropolitana.

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