Foto AFP

Quienes se dedican profesionalmente a hacer encuestas afirman que su labor tiene base científica sustentada en la conformación de las muestras, la redacción de las preguntas y otros parámetros. Es cierto que si de ciencia se trata, debe ser de las ciencias sociales que no son tan exactas como las matemáticas. Sea como fuere la verdad es que se equivocan con demasiada frecuencia y a veces con unos márgenes de error que dejan lugar a dudas acerca de la utilidad o seriedad de las mismas.

La afirmación anterior cobra especial vigencia ante la reciente elección de medio término en Estados Unidos, celebradas el pasado martes 8 de los corrientes, cuyos resultados poco tienen que ver con las predicciones y las encuestas. Aun cuando lo que sigue es “jugar el 5 y 6 los lunes”, sí existen algunas consideraciones que pueden arrojar lecciones.

La primera gran sorpresa fue que la “ola o tsunami rojo” (republicano) no ocurrió, sino que el voto azul (demócrata) alcanzó cifras insospechadas dadas las difíciles circunstancias mundiales y locales que afectan al gobierno de Mr. Biden. Como consecuencia de ello los drásticos cambios de rumbo que algunos avizoraban no serán tan fáciles, como los expertos legislativos habían anticipado.

Ha quedado claro que los votantes de ambas costas norteamericanas, Este y Oeste, donde habita la mayor densidad poblacional que además coincide con el más alto nivel educacional, optaron mayormente por los demócratas con la  notoria excepción de Florida donde existe  un perfil poblacional particular que resultó en un rotundo triunfo republicano.

Ante la anterior consideración uno puede visualizar el mapa de Estados Unidos dividido en estados donde se revela que un mayor número de ellos optó por los candidatos republicanos, lo cual resulta en un desbalance en la representación en el Senado toda vez que cada estado ―independiente de su superficie y población― aporta dos senadores federales. Ergo: a esos efectos es igual California que Wyoming o Nueva York que Montana. Lo anterior no se aplica a la Cámara de Representantes (diputados) donde la representación se basa en los distritos electorales. Es por eso que los demócratas seguirán controlando el Senado y los republicanos la Cámara de Representantes, aunque por escasísimo margen.

Se evidenció también que la  grieta de antagonismo promovida por Mr. Trump no tuvo el éxito que esperaban sus proponentes. Quienes se negaron a reconocer el triunfo de Biden en 2020 proclamando la existencia de un imaginario fraude, que son los mismos que ahora apoyó el expresidente, resultaron perdedores en la mayoría de los casos. Ello puede ser positivo en la medida en que diluya el liderazgo de Trump cuyo estilo es pugnaz, mentiroso y promotor de enemigos más que adversarios. Entendemos que nunca desde la guerra civil de 1860 el ambiente político había vivido tensiones divisivas de tal magnitud. La continuación o no de estas rivalidades tan destructivas dependerá en gran medida de la actitud que Trump tome de cara a las elecciones presidenciales del 2024. Es evidente que el país no puede seguir sumido en un discurso que ―por decirlo de alguna manera― es el de Chávez pero en inglés.

Este columnista confiesa que también anticipó una derrota espectacular para el Partido Demócrata. Determinante mayoría de ciudadanos con los que uno habla en el supermercado o la bomba de gasolina expresaban con total convicción su  rechazo a la invasión rusa a Ucrania, pero con igual o mayor convicción expresaban el desacuerdo con que Occidente y particularmente Estados Unidos tuviera que realizar importantes aportes de dinero y equipamiento militar para pagar “una guerra que a mí no me concierne”. Típico razonamiento del aislacionismo que otrora caracterizó la política norteamericana y que aún resurge cuando se trata de política exterior.

Igual como ha ocurrido en otros países, incluyendo la Unión Europea, el ciudadano de a pie otorga prioridad al precio de la gasolina, la inflación y la escasez de algunas mercancías por la pandemia a quien en la ocasión lleva el timón de la nave, en este caso Biden. Sin embargo, pareciera ser que en la intimidad del recinto de votación un rayo de razonabilidad sirvió para marcar la boleta a favor del partido de gobierno que la lleva difícil, ha cometido errores pero también es cierto que algunos de ellos son heredados y otros son de escala mundial (la inflación).

Como venezolanos debemos preguntarnos cómo influirán estos resultados en la relación entre ambos países. Lo primero que debemos tener en cuenta es que el tema Venezuela no es el ombligo ni el centro del quehacer norteamericano, más aun cuando al mismo tiempo se tramita el conflicto con Rusia, la guerra en Ucrania, la relación con China, Irán, Corea del Norte, etc.

Si bien es cierto que existen importantes senadores como Bob Menéndez (demócrata de Nueva Jersey) o Marco Rubio (republicano de Florida) que mantienen viva esa llama , hay que ser realistas entendiendo que el asunto se resolverá según el interés de Estados Unidos que podrá ser ―o no― coincidente con el de los venezolanos amantes de la democracia. En Florida nuestra causa gozará de apoyo popular, en Dakota del Norte probablemente pocos hayan oído el nombre de Venezuela.

Lo que sí parece lógico suponer es que ahora que Biden ya conoce los equilibrios logrados después del martes 8, que son los que le acompañarán hasta el final de su gestión, a lo mejor se sienta más libre para ejercer las atribuciones que la Constitución y las leyes otorgan al Poder Ejecutivo en el área internacional, las cuales aspiramos ejerza con prudencia y mesura, evitando fantochadas como aquella de “todas las opciones están sobre la mesa” que dieron lugar a inútiles ilusiones de algunos seguidas de la frustración respectiva.

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