“No puede haber grandes dificultades, cuando abunda la buena voluntad”. Maquiavelo

El gobierno nos oculta la información sobre el país, perdóneseme este descubrimiento del agua tibia. Opta, además, por deformarla o pasárnosla por un colador. Prefiere siempre versionar la situación nacional a través de un relato con ribetes épicos, mil veces reiterado, desde la tarima mediática, casi siempre en cadena nacional.

La mentira sobre lo que refleja nuestro entorno es, entonces, dignificada como una estrategia que ignora cualquier punto de vista que no calce con el generado desde el poder, ni se ciña a las normas de la retórica revolucionaria.

Una radiografía de Venezuela

Dado lo anterior, nos viene como anillo al dedo la divulgación de la última “Encuesta Nacional de Condiciones de Vida” (Encovi), que ha vuelto a desvestir al gobierno, dejándolo reducido a su propia e hiperbólica narrativa, demostrando que sólo gesticula destinos y grandezas, que nos ubica frente a falsos dilemas y nos convoca a causas fantasiosas. Que prueba, en fin, con la severidad propia de las cifras, que a la fecha tenemos una sociedad que se piensa a sí misma como calamidad, sin brújula para saber hacia dónde apunta su futuro.

Por estos días se publicó su novena edición (correspondiente al año 2023), elaborada, tenacidad mediante, por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES-UCAB). La misma nos ayuda a enterarnos y a comprender la situación del país, tarea imposible a partir, como dije antes, de la información que se nos envía el Palacio de Miraflores.

Este nuevo informe reitera que el país de carne y hueso, no el del pregón oficial, sigue atravesando por una profunda crisis, puesta de relieve en el hecho de que una gran parte las familias se encuentran dedicadas a tiempo completo a la tarea de sobrevivir, dicho sea esto último sin pizca de exageración.

En este sentido, sus estadísticas muestran que un poco más de la mitad de los venezolanos se encuentra en un escenario catalogado como “pobreza multidimensional”, puesta de manifiesto por los bajos ingresos, las carencias en los servicios básicos, el acceso y el deterioro en la educación, la precariedad de la salud, el desempleo y los bajos ingresos, la insuficiencia alimentaria, la migración dentro del país y hacia el exterior, la brecha de género, la maternidad en la etapa adolescente y la inseguridad, entre otros aspectos, que dejan como balance una sociedad profundamente marcada por las disparidades socioeconómicas y la vulneración de sus derechos sociales.

En aras de la brevedad que impone un artículo de prensa, salto por encima de las cifras y de las explicaciones recogidas en sus páginas, las cuales están disponibles en Internet.

¿Y el fair play ?

El país radiografiado por la Encovi se encuentra actualmente en la mitad de un proceso electoral, lo que debiera entenderse, sin duda, como una buena noticia, visto que podría significar la oportunidad de abrir las puertas para superar nuestra casi eterna crisis política, madre de todas las crisis que se yuxtaponen en los diversos ámbitos de nuestra sociedad.

Pero, por desgracia, la realización de estos comicios presidenciales se ha concebido y planificado en medio de flagrantes irregularidades, sacadas de la manga gubernamental, poniendo en duda la calidad democrática del evento. En efecto, y como ya es de conocimiento público, se han desdeñado cuestiones importantes conversadas por las delegaciones del gobierno y de la oposición en el llamado Acuerdo de Barbados, considerado inicialmente como el marco dentro del que deberían tener lugar. Quedaron por fuera algunos aspectos medulares y fue sustituido por otro pacto, cocinado en la Asamblea Nacional, articulado en torno al cronograma. El mismo fue suscrito por partidarios del gobierno, algunos de ellos con máscara de opositores, orientados por una brújula que les indicaba, como norte, asegurar la victoria de Nicolás Maduro, y aceptado por el Consejo Nacional Electoral.

Adicionalmente, desde diversos organismos del Estado se han tomado medidas que limitan el espacio de los opositores, traducidas en el encarcelamiento de algunos de sus líderes, así como en la orden de detención de otros más, bajo la acusación de cometer el delito de traición a la patria o el de conspiración contra el gobierno, convertidos ambos en una suerte de comodín jurídico para castigar a quienes no se avienen con la candidatura de Nicolás Maduro.

Por si fuera poco, el CNE ha permitido discrecionalmente el registro de las tarjetas de los partidos políticos que pueden participar en la carrera electoral, así como el de los candidatos que pueden aspirar a la Presidencia de la República. Ha aceptado la tarjeta de casi una treintena de partidos, unos cuantos respaldando a Nicolás Maduro y la mayoría apoyando a una decena de candidatos que se confiesan como opositores y a quienes las encuestas, si bien no les dan ningún chance, alcanzan para mostrar su desdén por la unidad, imprescindible en este momento. Dentro de lo expresado destaca el hecho de que, sin que se dieran a conocer los argumentos, se excluyó la postulación de Corina Yoris, candidata sustituta de la inhabilitada María Corina Machado.

A lo señalado hay que sumar la lentitud, negligencia y confusión que se aprecia que el proceso de registro de los nuevos votantes, tanto en el país como en el exterior. Se estima que sumando los que se encuentran aquí y afuera, serán varios millones los que finalmente no se encontrarán inscritos para poder votar.

En conclusión, con estas decisiones tomadas por el CNE se estará violando el derecho a elegir y ser elegido, pilar fundamental para que las elecciones sean calibradas como libres y transparentes.

Cabe indicar, finalmente, que la amplia condena internacional (incluyendo la posición asumida por  países políticamente cercanos a Venezuela, como Brasil y Colombia), ha sido insuficiente, por ahora, para limitar en algún grado los atropellos que se llevan al terreno de las elecciones presidenciales.

No estamos, pues, ante un proceso que cumpla con el principio sagrado del “fair play”, que en el deporte moderno significa que en todos los eventos se compite en igualdad de condiciones y cualquiera de los contendores tiene la posibilidad de triunfar.

La oposición

Habituado a pensar mal desde hace rato, uno cree que la explicación de los atropellos mencionados en las líneas anteriores reside en el hecho de que las estadísticas sacaron al aire que puntos más, puntos menos, que alrededor del 75% por cierto de los venezolanos desea una transformación en la conducción del Estado, que se traduzca en un viraje radical respecto al sendero que nos ha traído hasta aquí. Son demasiadas las personas que quieren zafarse del sentimiento de haber estado viviendo, durante un cuarto de siglo, bajo la agobiante sensación de que su existencia transcurre en una calle ciega, al extremo que muchos de ellos han considerado más fácil cambiar de país que de gobierno.

Y entiende que tal deseo reposa, también, en el hecho de que esa mayoría de ciudadanos forman hoy en día el capital político acumulado por María Corina Machado, mientras que el Gobierno ha disminuido el suyo, llegando a cotas impensables hasta no hace mucho. En efecto, los sondeos más serios estiman que su respaldo su mueve en torno al 25% de la población, un porcentaje que no se compara, ni de lejos, con la gran esperanza que al principio despertó Chávez entre los venezolanos.

El maduchavismo en crisis

El maduchavismo, atraviesa, así pues, lo que se podría calificar como una de crisis de identidad. Se ha mimetizado, bajo el principio del “conforme vaya viniendo vamos viendo”, frase acuñada por el personaje de una telenovela de Ibsen Martínez, mediante la que comunicaba que su vida no era otra cosa que las circunstancias que lo acordonaban. No es de extrañar, entonces, que el llamado Plan de la Patria se encuentre guardado en el cajón de un escritorio arrumado quién sabe dónde y lo que hasta ahora haya prevalecido como su proyecto oficial, sea la implantación del “socialismo del siglo XXI”.

Bajo ese paraguas ideológico, que ya no alcanza ni como consigna, el presidente Maduro ha promovido el capitalismo autoritario (llamado también de Vigilancia), ocurrencia china que se expande mundialmente. En la versión venezolana se trata de una suerte de burbuja económica que fragmenta la sociedad e incrementa la desigualdad, sin que aparentemente contradiga su idiosincrasia de “nuevo socialismo”, como tampoco lo hace el atropello político, a través del control de todos los poderes encargados del arbitraje social.

En fin, no es de extrañar que prive la impresión de que se trata de un gobierno que gira alrededor del objetivo de seguir gobernando.

Démosle un chance a la paz

Se le han puesto cuesta arriba las cosas al proyecto unitario de la oposición. Sin embargo, estamos frente a un contexto que no puede describirse como definitivo, en el que es factible que pase cualquier cosa. Prueba de ello es que en la medianoche del pasado lunes el CNE admitió la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), presentada por la Plataforma Unitaria,  así como el nombre de su candidato, Edmundo González Urrutia, quien pudiera, tal vez, «guardarle el puesto” a Corina Yoris, la reemplazante de María Corina Machado. Queda, así pues, ese resquicio abierto.

A pesar de las trabas que permanentemente se colocan, debemos meternos entre ceja y ceja (tanto opositores como oficialistas) la idea de que en estos comicios lo que se encuentra en juego es la pretensión colectiva de vivir en una sociedad, cimentada sobre otras bases y organizada para que la convivencia transcurra en términos que favorezcan la cohesión social y el bienestar de todos.

Y asumir la convicción de que ello nos obliga a volver a emplear una herramienta, engavetada desde hace varias décadas. Me refiero a regresar a la política, lo que conlleva discernir, aceptar y tramitar las diferentes maneras de ver la sociedad, hacerse cargo de sus miedos y esperanzas, de sus preocupaciones y necesidades y bajarle el tono a la polarización y a la desconfianza entre “ellos” y “nosotros”, bregando una transición que le abra la puerta a un período de coexistencia y cogobierno, bajo un esquema que se adapte a los resultados electorales.

Dados los niveles de deterioro del país, cabría esperar la presión desde múltiples lados, incluyendo factores internos del madu-chavismo, para darle un “chance a la paz”, como suena en la canción de John Lennon.

Lo anterior trae consigo entender, asimismo, que la  política  se ha tornado muy compleja en el siglo XXI, como consecuencia de la creciente globalización del planeta y de las aceleradas y radicales transformaciones tecnológicas. Ser conscientes, en suma, de que hoy en día la democracia se ha vuelto cada vez más difícil gobernar.

Epílogo

El juego no termina hasta que se termina, solía decir Yogi Berra, famoso receptor de los Yanquis de Nueva York. Hagamos nuestra su frase.


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