En la hora aciaga que vive el país, envuelto en un paisaje de cuchillos, de balas de ida y vuelta; donde la intolerancia pretende imponerse sobre la diversidad de pensamiento y de opinión, por encima de la convivencia, tu voto puede y debe incidir con acierto y recorrer airosamente los vericuetos del ambiente nacional. Por muy tortuoso que nos parezca.

Respeto a quien no le guste que yo vote o si por alguna razón le parece que invito a hacerlo. Pero, por favor, no me pidan a mí que no lo haga.

Yo voto porque paso a paso, se ha ido recuperando la confianza de los venezolanos en el voto, y en esta titánica tarea no cede en su terco y admirable afán, Andrés Caleca, economista analista político, expresidente del Consejo Nacional Electoral y con amplia y limpia hoja de servicio en la administración pública.  Y además,  porque el voto no es solo un arma moralmente superior a los fusiles de los comandantes, sino también tanto o más eficaz que estos.

Mi voto no depende de un hombre, que no dura para siempre, sino de un pueblo, que sí. Mi voto, insisto, es importante, si no valiera nada, no se lo robaran.

Además, votar es una forma de demostrar el fraude que cometen los delincuentes electorales. No es suficiente, lo sabemos, de allí la conveniencia de exigir condiciones claras para los procesos electorales venideros, y ello le corresponde a la instancia política que reúne a los factores de la oposición venezolana. Debemos entender que no la tienen fácil, ni la Plataforma Unitaria ni la Comisión Nacional de Primaria. Pero queda claro que la peor gestión es la que no se hace.

Muchas veces las circunstancias nos imponen actuar con paciencia de relojero y persistencia de olas. Sin más vueltas, sabemos quienes nos desgobiernan y esa triste realidad la podemos cambiar con votos. Yo tengo el mío y funciona.

Mi voto es mi fusil, es mi arma civil y espero no falle en una próxima oportunidad. Y debo agregar que a mí no me intimidan unos ojitos intrusos en el tarjetón, con la mirada complaciente del ministerio electoral, porque eso es el CNE. Pero si nos ponemos de acuerdo y con una mayoría firme, decidida y avasallante, pero sobre todas las cosas con ánimo democrático, podemos derrotar al adversario que hoy está aposentado en Miraflores

El momento que vivimos me permite ratificarme, que otras maneras de comunicación nos pueden hacer ver y palpar los hechos y las realidades en su justa dimensión.

Hay que abandonar la abulia parroquial que nos acogota, la tranquilidad de la indiferencia, odiosa y mala compañera, esa que nos conduce a pensar que nada es con nosotros, “que eso no nos pasará a nosotros”. Entendamos que nos debe unir la palabra, los hechos y las convicciones, nos debe unir Venezuela.

Cuando hemos señalado algún desencuentro, alguna situación o hecho relacionado con el devenir de nuestro pueblo; cuando comento la realidad venezolana, los errores e ineficiencia de los que mandan, no hacemos otra cosa que expresar nuestras ideas, y aunque podamos disentir, surge la mágica palabra respeto; pero que en todo caso, no refulge nada distinto a la defensa de nuestras convicciones democráticas.

Que el voto esté en el filo de las críticas, y la participación se mantenga valiente, aguda, inteligente y reflexiva.

Si alguna intención hay en estos trazos, no es otra que reconocer en nosotros mismos, el mérito de quien usa la palabra para levantar sus ideales, sin codos ni violencia, sin siembra de odio ni venganza; pero sí como bandera limpia y en alto.

Tampoco tú, amigo lector, dejes de sentir el gusto que da el saberte participante y preocupado por Venezuela. Evitemos que esa masa de esperanzados compatriotas caiga víctima de la desmoralización, lo que es un riesgo que hay que conjurar en lo inmediato.

Yo voto porque ganamos haciéndolo; absteniéndonos no ganamos nada. Y se acerca una oportunidad más, y la verdad no sé si sea la última.


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