Producto de las intensas lluvias, extendidas a lo largo y ancho del país, al igual que la intervención del hombre, en zonas boscosas, hemos visto el crecimiento de los casos de mordedura de serpientes en Venezuela. La estadística sigue en aumento de manera dramática. En el estado Lara van casi doscientos. Algunos de ellos con saldo lamentable, como el de un niño, de 12 años, oriundo del municipio Crespo, que murió, presuntamente, por no haber sido tratado de manera correcta.

El hecho ocurrió hace una semana. No es fácil el manejo eficaz de este asunto que fundamentalmente se origina en el medio rural. Lo primero es encontrar transporte en áreas donde escasea el combustible. Lo otro es enfrentar una pavorosa vialidad destruida por la falta de mantenimiento. Hace más de veinte años que no se hacen trabajos a fondo para mejorar las carreteras interioranas. Solo colcha de retazos de una revolución convulsiva. En los caseríos fueron cerradas las medicaturas rurales, desde que este régimen llegó. Un paciente de estos no puede esperar. Requiere ir al hospital para conseguir el antídoto que neutralice el veneno del ofidio.

No es una mera invención de quien escribe, el sistema de salud venezolano es calamitoso. Hace años contrajo el cáncer de la corrupción. En ese sórdido mundo se juega con la vida de la gente, como sí se tratase de una ruleta rusa, por supuesto existen las excepciones de rigor. La medicina garantizada por la celebrada Constitución Nacional escasea. Los ciudadanos andan con la orden médica del timbo al tambo, con ganas de llorar o de salir corriendo. El paciente producto de una mordedura de serpiente, recibe otro latigazo que estruja su débil organismo: el hospital no cuenta con suero antiofídico. Comienza allí un viacrucis. De no colocársela corre el riesgo de morir.

El veneno puede causar cambios en las células, impedir la coagulación de la sangre y lesionar los vasos sanguíneos, de modo que el líquido se filtra a través de los mismos. Estos cambios pueden provocar hemorragias internas e insuficiencia cardíaca, respiratoria y renal. De no actuarse de manera adecuada y rápida el riesgo de morir es alto. De ese sobresalto emocional se valen las mafias hospitalarias para ofrecer el fármaco a precios que oscilan los 200 dólares. Como cada paciente requiere alrededor de 5 dosis, la cifra se proyecta a un monto impagable para los pobres. Quienes hacen de tripas corazón para lograr el dinero que salvara a su familiar. Lo lamentable es que son sueros básicamente obtenidos de lo que suministra el gobierno a los centros de salud. ¿Por qué no hay castigo para estos vampiros? Sencillamente a que todos responden a los oscuros intereses de mafias enquistadas en los hospitales. En la llamada Cuarta República los centros de salud poseían estos medicamentos sin ningún tipo de contratiempos. Es hora de investigar y castigar con todo el peso de la ley a quienes juegan con la vida del pueblo.

@alecambero    correo: [email protected]


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