La crisis nacional en Perú, que se intensificó tras el golpe de Estado de Pedro Castillo, viene siendo desvirtuada no solo en el plano local, con la izquierda política y su prensa alternativa. Fuera de nuestras fronteras, hay algunos personajes, varios amparados en su licencia para la opinología, que podrían ser considerados operadores de los proviolentistas. Uno de estos es Tom Phillips, corresponsal de The Guardian, quien aseguró en una Editorial que las fuerzas del orden peruanas salieron a asesinar a los manifestantes y que esta es la traducción de la supuesta fricción entre ricos y pobres. Incluso señaló que los métodos de disuasión solo agrandaron la “ira” de los impolutos caminantes. Esta lectura, sin embargo, fue desdibujada por el embajador peruano en Reino Unido, Juan Carlos Gamarra. En una carta aclaratoria respecto a la encrucijada nacional —en el que expuso los ataques subversivos— no solo dio cátedra sobre el verdadero rol que debe cumplir un diplomático en este tipo de situaciones, sino que también su acto podría significar el punto de partida para la reivindicación de una órbita que había sido utilizada al antojo del profesor chotano. Ahí tenemos a la expectorada Carina Palacios Quincho en Bolivia o las infames gestiones de Rodríguez Cuadros y Forsyth, en la ONU y la OEA, respectivamente.

“La violencia mortal ejercida contra las protestas por sus partidarios (de Pedro Castillo) ha aumentado la ira”, escribió Phillips el pasado 12 de enero, cuando ya se contabilizaban más de 40 fallecidos, entre estos el suboficial de tercera José Luis Soncco, quien fue quemado vivo Puno. De acuerdo a su prisma, este es el resultado del “abismo que existe desde hace tiempo entre una élite política blanca y rica en Lima y los pobres de las zonas rurales y los indígenas de otros lugares, que sufren discriminación y no pueden acceder a los servicios básicos”. Y como receta a este panorama, dijo: “La prioridad ahora es poner fin a los asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad (…) Si la Sra. Boluarte dimitiera, le sucedería el portavoz de extrema derecha del Congreso, poco proclive a buscar el diálogo y la mediación necesarios”. Su postura no era nada distinta al enfoque de los artículos que se comparten, por ejemplo, en el Diario El País e incluso en el monarquista ABC de España.

Frente a esta presunta red proviolentista internacional, el embajador Juan Carlos Gamarra decidió actuar en defensa del Estado de Derecho y, por supuesto, de la verdad. Para frenar en seco esta movida, contestó con una carta la editorial de Phillips.

“Como es bien sabido, tras el intento de golpe de Estado del 7 de diciembre y la vacancia del expresidente Pedro Castillo, se inició una ola de manifestaciones de partidarios del Sr. Castillo y de grupos que perseguían otros objetivos políticos, como la dimisión de la presidenta Dina Boluarte, la disolución del Congreso y la instalación de una Asamblea Constituyente”, se lee. “Estas manifestaciones han incluido actos de violencia como ataques a puestos policiales, la sede del Ministerio Público, el poder judicial, aeropuertos, comercios, viviendas, vehículos de transporte público, entre otros lugares esenciales para el correcto funcionamiento de cualquier democracia”, agregó.

Asimismo, apuntó que el casi medio centenar de decesos está siendo investigado, con venia del gobierno, por las autoridades competentes «a fin de establecer las responsabilidades penales individuales correspondientes». Incluso reveló que el Ejecutivo citó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que haga un escrutinio desde el mismo punto crítico. Mencionó que la invitación también se le hizo al Sr. Voker Turk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Y como colofón indicó que el Perú «será examinado en Ginebra, por cuarta vez en el marco del mecanismo de Examen Periódico Universal (EPU) del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas».

Para dar un veredicto sobre la delicada situación nacional, se necesitan todas las variables. Las fuerzas del orden no fueron enviadas a una zona de arengas, pancartas y comparsa. Su incursión se dio por la contundencia de los violentistas, que vienen usando armas artesanales como avellanas, hechizos, vienen bloqueando carreteras y hasta atacando a los transportistas, vienen amenazando a los que no marchan con ellos y mucho más. Para dar un veredicto también se necesitan personas con las agallas para ir contra una corriente, local e internacional, que quieren enarbolar nuevamente a un gobierno de izquierda, aunque no lo digan.

La carta del embajador Gamarra (dando clic la pueden leer completa) es un ejemplo de cómo un diplomático puede salvaguardar los intereses nacionales, también un ejemplo para varios de sus colegas que fueron serviles con un gobierno corrupto, mas no con los intereses estatales, como a su vez un ejemplo para las generaciones de diplomáticos por venir.

PD: Falta la salida de Maurtua de la embajada de España. El ex ministro de Pedro Castillo no puede seguir representándonos en tan importante país para los intereses de nuestra Política Exterior.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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