Mucho antes de que el doctor Arturo Uslar Pietri popularizara la expresión “pendejo”, que algunos han pensado que eso somos los venezolanos, frente al discurso de engaños, demagogia y manipulaciones de los políticos, la sociedad venezolana ha sido de permanente “habladera de pendejada”. Atrás quedó el discurso positivo del siglo XX. Certero en Rómulo Betancourt, analítico en Gonzalo Barrios, vulgar en Chávez y más ordinario no puede ser el tirapiedrismo de quienes por sus responsabilidades públicas se han lanzado: el doctor Juan José Caldera en «Las mentiras de Carratú» (El Nacional, febrero 26, 2024) y el vicealmirante Mario Iván Carratú Molina en «Carta abierta a Juan José Caldera» (El Nacional, 28.02.24), lo que ha resultado un ventilador sobre un estercolero y ni siquiera se pudiera calificar de dimes y diretes, como si el ciudadano común, harto de la politiquería, o aquel que haya leído sus improperios, les interesara. Ese lavado de trapos sucios o de lavanderas de ríos, no se leía desde los días de Antonio Leocadio Guzmán y Juan Vicente González, que se extremaron, este último llamándole “Sicofante de cuantos poderes se han alzado en esta tierra… Su impunidad es la mortaja de Venezuela… ambicioso, mal hijo, mal esposo, ladrón, infame, tahúr y vago” y el primero “tragalibros, mole, tragacete, confuso montón de ropas, de insoportable olor saturniano y pies elefancíacos”, nada pedagógico en el siglo XIX.

Ahora ¿qué se dijeron Carratú y Caldera? Para Caldera, Carratú Molina utiliza el 4 de febrero «para insultar la memoria de Rafael Caldera»; ardió Troya al mencionar que en comunicación escrita al presidente le dijo: “Con un respetuoso saludo, con el sincero deseo por el éxito de su gestión” y le agradeció: “en mi nombre y en el de mi esposa e hijos, la oportunidad que nos dio de trabajar aquí en Washington”… Recordando Juan José Caldera: “Es decir, su designación en 1994 como agregado militar en Washington, una de las posiciones más ambicionadas por los miembros de las Fuerzas Armadas”. Lo que indica la excelente relación del alto oficial y el presidente. Cómo se explica entonces que ese mismo año, Carratú Molina le responde a Caldera presidente “El 28 de febrero de 1994 le manifesté al entonces presidente Caldera en su despacho: Usted es parte de la conspiración. Es un irrespeto hacia mi persona y mi rango que usted pretenda sacarme de la Institución Militar por la puerta de la basura. Caldera me expulsó del país…”. A juicio de Juan José Caldera, “Carratú Molina se desmiente en su propia carta del 8 de mayo de 1995, con su membrete personal y su firma, en dicha carta pide a Caldera que alargue su tiempo de servicio, a vencerse en julio de 1995, para continuar en esa ciudad por tres (3) años más, con el rango y sueldo de acuerdo con su grado militar y “permanecer como agregado de Defensa” o cualquier otra actividad en la que el presidente considerara que él pudiera ser útil al gobierno venezolano, allá en USA. Para concluir: “Sólo deseo estos 3 años que le solicité para hechar -sic- las bases de mi nueva actividad en el campo civil”. (El error ortográfico destacado con sic es de la misiva de Carratú). Caldera presidente, continúa su hijo Juan José: agradeció “sus buenos deseos por el éxito del gobierno” y contestó a su inusual solicitud: “Lamentablemente no considero viables las soluciones que usted propone, pues me obligaría a desconocer la legítima aspiración de otros oficiales con méritos suficientes para lograr una oportunidad como la que se le ha brindado a usted, lo cual no resultaría equitativo”. En cuanto a la sostenida versión de Carratú Molina de decirle en su carta “conspirador”… responde Juan José Caldera: “Cualquier integrante de las Fuerzas Armadas sabía la gravedad de dirigirse así a un superior y más aún si era el comandante en jefe. Si fuese verdad ese cuento, con toda seguridad Carratú no hubiese sido nombrado para el alto y apetecido cargo en la ciudad de Washington… Y para que no quede duda de sus mentiras, la carta, escrita por Carratú poco más de un año después del sobreseimiento de Chávez, termina reiterándole al presidente Caldera “el sincero deseo como venezolano que tenga el mejor de los éxitos en su gestión como presidente de los venezolanos”.

Al respecto Carratú le respondió: «Sr. Juan José Caldera, que usted pretenda hacer pensar que su padre me premió al nombrarme agregado de Defensa en Washington es risible, por decir lo menos”.  Y agregó: «Rafael Caldera me quería fuera de Venezuela porque yo conocía los detalles de la conjura civil. Solicité, por escrito, una audiencia con Rafael Caldera. En reunión privada con él, en su despacho, le expresé que “yo no era responsable de sus diferencias personales con el expresidente Pérez”. (Subrayado nuestro) Preguntándonos por lo tanto: ¿Qué necesidad tenía Carratú, de recordarle tan extraña alusión hacia sí mismo? Hasta aquí, lo medular de la temática, sin duda discutible, incluyendo, la surgida con el sobreseimiento a los jefes golpistas del 4F, que los había dictado Pérez independientemente de la jerarquía militar de los comprometidos ¡Craso error!

Concluyo esta lectura, ajustada al espacio disponible, pensamos, que el vicealmirante Carratú Molina se desvió mucho en poner en la mesa, el asunto económico de los gobiernos de Pérez y Caldera. Compartimos con Carratú Molina… que Caldera “hirió de muerte la democracia y se la sirvió en la mesa a los buitres que habilitó para destrozar la historia de Venezuela, preñado de desaciertos en materia de política económica y de corrupción administrativa. (Febrero de 2022) Fue evidente el conflicto reeleccionista de ambos que mucho daño le ha hecho al país. Compartimos que “Lo más terrible del segundo gobierno de Caldera fue la profunda corrupción administrativa más no, divulgar ciertas atenciones al Caldera expresidente que nos pareció innecesario, no lo debió haber negado el presidente Pérez si se lo consultó.

En lo relacionado con la política militar, en el Caldera I no fue de un todo bien y en Pérez II menos y de la conspiración lo sabía la Dirección de Inteligencia Militar. Carratú Molina era el jefe de la Casa Militar, quien, por cierto, en el difícil momento de la conjura fue eficiente y actuó con coraje, que no se debe negar, para terminar, no exigiéndole al presidente Caldera -a quien había llamado conspirador- la agregaduría militar en Washington, sino peor, renovándosela por tres años, estando vivo Carlos Andrés Pérez.

Vistas así las cosas creemos, que los hechos históricos deben ser despersonalizados, para que nos llamen precisamente “habladores de pendejadas”, llegado el momento de sopesar verdades.

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