Según crece la economía mundial, un porcentaje mayor de la renta se gasta en turismo. Al estar satisfechas las necesidades básicas de la persona: alimentación, vivienda, ropa, educación, etc. los ingresos restantes se utilizan para el ocio. No es de extrañar que los países más desarrollados, como Alemania, sean los principales emisores de turistas.

La Organización Mundial de Turismo (OMT) registró la llegada de 1.323 millones de turistas extranjeros en 2017. Eso representó un aumento de 7% con relación al año anterior y también la cifra más alta de los últimos 7 años. En total, la actividad turística internacional generó ingresos por el orden de 1.340.000 millones de dólares.

En Europa, por ello, se está dando un proceso de saturación. Las principales capitales y playas se encuentran habitualmente “tomadas” por turistas que aumentan en número cada año. Cada vez existe una mayor necesidad de encontrar nuevos lugares donde estos turistas puedan pasar sus días de ocio.

Para los países receptores la industria turística tiene muchas ventajas. En primer lugar suele ser una fuente de divisas que ayuda a equilibrar su balanza de pagos. Además, suele significar una fuente de ingresos de la que se benefician todas las capas de la población, ya que el turista suele gastar también en pequeños negocios locales. Es una industria que no necesita mucho tiempo en ser desarrollada y que suele dar frutos de manera inmediata.

América Latina posee una gran cantidad de maravillas naturales y culturales que la hacen el destino perfecto para todos esos turistas que buscan nuevas experiencias alejadas del bullicio de los destinos clásicos ya saturados. Sin embargo, en muchos de los destinos existe un impedimento que hace que esta industria no se pueda desarrollar como fuera deseado: la seguridad.

El turismo en los países árabes cayó drásticamente cuando hubo atentados islamistas. Ningún turista quiere poner en riesgo su vida por unas vacaciones, por muy deseadas que sean. Del mismo modo, la delincuencia, o la sensación de peligro alimentada por medios de comunicación sensacionalistas, pueden hacer que muchos viajeros tomen decisiones equivocadas a la hora de elegir el lugar de destino para sus vacaciones.

En muchos destinos, como América Latina, se opta por crear paraísos turísticos, como Cancún o Punta Cana, donde el turista sabe que va a encontrar todo lo soñado para unas vacaciones, seguridad, playas, hoteles de lujo. Sin embargo, se pierde una de las mayores aportaciones de esta industria, la experiencia cultural.

La experiencia turística no solo aporta una satisfacción hedonista, también hace que nos planteemos cosas sobre vosotros mismos al observar otras culturas, al aprender de la manera de vivir que se tiene en otros países.

Los medios de transporte cada vez son más eficaces y baratos, en especial, claro, los aviones. La distancia es cada vez una barrera menos importante. De hecho, existen planes para desplegar vuelos de bajo coste entre Europa y América Latina. Esto debería hacer que el destino sudamericano fuera cada vez más atractivo.

Luchar contra la inseguridad no es fácil. En general, la mejor manera de hacerlo es incrementar la riqueza bien distribuida de un país, pues hay menor delincuencia cuanto más satisfechas están las necesidades básicas de un país. Pero también hay otras posibilidades, como leyes más estrictas al respecto. Una mayor seguridad para los turistas también repercute en una mayor seguridad para la población en general.

En definitiva, la industria del turismo puede ser un motor de crecimiento para Latinoamérica, una industria sostenible, cultural y que aporta, por la experiencia que genera, beneficios claros para los turistas y para los receptores del turismo.


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