El tema de las drogas sigue dominando la agenda nacional. Con Estados Unidos, se ha convertido de nuevo en uno de los temas centrales, junto con la migración y el cumplimiento de los tratados comerciales. Con la Guardia Nacional y la Suprema Corte, se ha constituido en el principal tema subyacente a la discusión en curso: ¿Cómo combatir al crimen organizado, cuyos orígenes y financiamiento proviene de las drogas? ¿Con una fuerza civil o militar? En el debate sobre los valores y las características de una sociedad “sana”, desempeña el papel de catalizador y factótum: las sociedades “amorosas” como la nuestra se caracterizan por el bajo consumo de drogas, la estigmatización de las mismas y la insistencia en luchar contra las “raíces profundas” del narcotráfico: la pobreza, la desigualdad, la falta de “abrazos” y el exceso de “balazos”. Mientras que las sociedades decadentes, como la de Estados Unidos, donde se consumen drogas “masivamente”, se caracterizan por el colapso de las familias, la partida de los hijos del hogar familiar, la ausencia de valores y en general la laxitud frente a la moral.

Al mismo tiempo, como en todos los sexenios, el último año, que comienza en septiembre, es cuando se ve el peine: la verdadera naturaleza de la psique, del carácter, de la ambición del presidente, ya de salida. Por eso importa tanto entender lo que piensa realmente López Obrador sobre varios asuntos. Da la casualidad que se ha explayado -o ventaneado- en semanas recientes sobre las drogas, la familia, la sociedad y la vida. Para los tontos útiles que votaron por él pensando que iba a apoyar la legalización de la mariguana, los matrimonios de mismo género, el aborto, los derechos transgénero, o las libertades individuales en general, estas confesiones representan una cachetada que, si fueran honestos intelectualmente, los obligaría a reaccionar con asco, si no es con furia. Son las de un troglodita.

Veamos: “Nosotros tenemos una circunstancia muy favorable en México, porque nosotros somos herederos de grandes culturas, civilizaciones, tenemos un pasado profundo en cuanto a costumbres, a tradiciones… la familia mexicana es muy fraterna, muy solidaria… Entonces, aun cuando han intentado fomentar el consumo interno de droga, no lo han logrado, por esos valores culturales, morales, espirituales que tenemos. Hay una gran reserva de valores, eso es lo que nos protege… No tenemos un consumo mayor de drogas, distinto… a la crisis humanitaria que están enfrentando en Estados Unidos… Es mucha la adicción, es mucho el consumo… Tienen ellos que atender lo social, porque son costumbres distintas a las nuestras. Por ejemplo, allá los jóvenes, los adolescentes, van llegando a una edad en que tienen que salirse de la casa a los 18 años, y es parte de sus costumbres; eso no tiene que ver con las costumbres nuestras… E independientemente del tráfico y de la distribución, lo que tenemos que ver es por qué el consumo, por qué la falta de felicidad de los jóvenes, por qué el vacío, por qué el abandono, por qué se recurre a eso, o sea, qué está sucediendo… ¿Por qué no mantienen más a sus hijos en sus familias? El gobierno podría entregar un apoyo a las familias. Si tienen hijos estudiando, que en vez de abandonar la casa a los 18 años, la abandonen a los 21, pero más tiempo con la familia, no abandonarlos, no a la soledad, no a que se sientan vacíos, inseguros, infelices, que no les falte el amor, que no le falte al apapacho, como se dice en México, porque, si no, podemos lograr de que ya no haya tráfico de fentanilo, pero va a surgir otra droga igual o peor, como ha venido sucediendo… Que no se consuma la droga, el que podamos vivir en una sociedad mejor en donde los jóvenes y todos podamos ser felices, y no recurrir a las drogas, no fugarnos, no buscar esas opciones que son dañinas, dramáticas, fatales… Porque lo que está sucediendo actualmente en Estados Unidos es realmente muy doloroso, las calles, los parques, llenos de jóvenes como zombis, una situación lamentable. Es una profunda crisis social, una profunda crisis humanitaria… Pues si estamos viendo que en la liga de basquetbol se autoriza que los jugadores puedan fumar marihuana. En los deportes, incluso en las Olimpiadas, se aplica el antidoping. Hay extraordinarios beisbolistas que no pueden ingresar al Salón de la Fama porque usaron anabólicos. ¿Y cómo es esto de que ya? Imagínense, en el deporte. En ningún lado debe de permitirse… Porque no es nada más la marihuana, es que seguramente si se va de la marihuana a otras y a otras y a otras, sí, ya se genera una dependencia”.

Es la visión de un rancio conservador a ultranza, de un derechista religioso norteamericano, de un militante de la guerra contra las drogas, las “malas costumbres”, la “mala vida”, la “decadencia”. Mucha gente en México y en Estados Unidos puede compartir estos preceptos trasnochados, sin entender que esa visión moral de la sociedad lleva al fascismo, a la eliminación de las libertades, a prohibir mucho más que las drogas. López Obrador no ve que los seres humanos deben tener el derecho de atender sus ansiedades, sus complejos, sus inseguridades, sus preferencias de todo tipo, libremente, no de acuerdo con la opinión de un gobernante, un parlamento, una corte. Sólo una mente primitiva puede pensar que una sociedad es mejor que otra, o más decadente que otra. Sobre todo si decenas de millones de los habitantes de una -la “buena”- se marchan a la otra -la “mala”-, desde hace más de un siglo. Y más aún si nosotros tenemos techo de vidrio, si alguien en el gobierno de Estados Unidos se pusiera a opinar sobre la sociedad mexicana. Pero para los tontos útiles, no se hagan bolas: este es el troglodita por el que votaron.


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