Con un telón de fondo coloreado con la fortaleza que la economía china está exhibiendo en comparación con el resto del mundo, se instaló hace dos días el Quinto Pleno del Partido Comunista. Este tiene por objetivo sentar la ruta estratégica que el país debe transitar en los próximos años del mandato de Xi. El escenario exterior es el de gran inestabilidad, a la vez que se manifiesta la mayor hostilidad mundial en contra del gigante asiático, liderada por el gobierno de Donald Trump.

El presidente Xi Jinping tiene claro que su país debe poner el acento en los años que vienen en lo que él denomina su “programa de circulación dual”: apuntalar un crecimiento vigoroso del consumo interno a la vez que promover la innovación tecnológica puertas adentro, para venir al encuentro de lo que se considera un inevitable desacoplamiento de Estados Unidos y se consolida la erradicación del covid-19.

La “autosuficiencia autárquica” será la meta a ser alcanzada en los próximos 5 años, pero en esta ocasión ella se inscribirá dentro de una estrategia global que Xi ha denominado “Visión 2035” de manera de diferenciarla de la política y de los valores que en su momento anunciara Mao Tse-tung.

Para el actual jefe del gobierno chino esta hora es crucial para su afianzamiento tanto en su país como en el exterior. Xi, quien a los 67 años no solo ejerce la presidencia del país sino también funge como secretario general del Partido Comunista, usará la coyuntura que le brinda este Pleno –ningún otro líder chino tiene su empuje– para definir las nuevas reglas de operación del Comité Central con lo que espera concentrar en sus manos más poder del que detenta hasta la actualidad.

El momento es también crucial para colocar de su lado otras solidaridades en la batalla comercial y tecnológica liderada por el presidente Donald Trump, quien luce debilitado en los días previos a la elección presidencial de la otra gran potencia planetaria. Los planes chinos de inversión extranjera a través de su programa de la Nueva Ruta de la Seda se han acelerado mientras el virus causaba destrozos por doquier. Recordemos que en abril de este año la Comisión Europea calificó a China de «rival sistémico» y «competidor estratégico».

La fortaleza global de la segunda potencia mundial no se está manifestando solo a través de la alta tasa expansiva de su PIB en comparación a la contracción que están experimentando el resto de los países.

Es un buen signo, por ejemplo, que durante los primeros 8 meses de este año los bonos chinos detentados por manos extranjeras crecieron 20%. Pero además, de acuerdo con las cifras de Refinitiv, en lo que va de este año son inversionistas de terceros países quienes han adquirido 12% de todos los papeles emitidos por el gobierno chino y por sus bancos. Por último, el rendimiento a 10 años de los bonos del gobierno chino es de 3,18% en comparación con el 0,8% en Estados Unidos.

En el horizonte de corto plazo China tiene previsto otro hito de significación: los 100 años de la fundación del Partido Comunista. Xi, quien tiene las riendas de la colosal dimensión de la actividad china dentro y fuera de su territorio hará de ese momento también, uno muy apropiado para cimentar su influencia en el país. Nadie es más consciente que él del rumbo de deterioro sostenido que lleva la dinámica económica internacional y de la forma en que ello será decisivo para que China, con él al frente, se labre un rol global predominante en el resto de este siglo.

 


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