Si el trabajo es un castigo, como reza la canción, este se redobla en la Venezuela de la opresión. La esclavitud moderna debe encontrar en nuestro país una novedosa forma de realización. El plan superior laboral lo constituía sojuzgar a la mayor cantidad de la población productiva al incrementar al máximo la dependencia laboral del Estado. ¿Cómo? Apropiándose de las empresas y de los ciudadanos sometidos.

Era imposible que el plan funcionara; el resultado fue un incremento de la miseria y la liquidación de las empresas hasta transformarlas en cascarones vacíos y malolientes. El Sambil de la Candelaria magnificado por todo el país. Tomado para la nada. Para cumplir el fin de hacer que nadie produzca riqueza. O, mejor, un Estado productor de pobreza para que los ciudadanos pobres requieran la atención permanente y agradezcan tanto el mendrugo como la pastilla de los cubanos.

Los fundamentos del Estado: trabajo y educación fueron desplazados. No ha habido contemplación alguna en vislumbrar que los Derechos Humanos garantizan un trabajo para la dignidad del ser humano, con cobertura de toda la protección social, liberador del individuo para su desarrollo personal y familiar. También en ese sentido, el laboral, el régimen del terror de Nicolás Maduro es un sistemático violador de los derechos humanos. Hacer depender a los ciudadanos de una bolsa de comida para llevar una vida miserable es despreciar enormemente al individuo.

En vísperas del Día del Trabajador se aprecian en ebullición las protestas por doquier. La presencia de la Organización Internacional del Trabajo en Caracas para exigir el cumplimiento de los acuerdos laborales mundiales en el país, no garantiza que un régimen criminal gire en sus dimensiones de ataque permanente a los integrantes de su «sociedad». Se ensaña con todos, especialmente con el gran número de empleados públicos aumentándolos para adueñárselos y someterlos a sus designios. Para controlarlos con comida y bonos, con trabajos que apenas alcanzan para una mediana alimentación, nada de vivienda, de vestimenta, de recreación, de salud, nada.

Debemos apuntar a un trabajo en la liberación, con la mayor posibilidad de aplicación de la libertad de empresas, con la reducción del Estado al mínimo posible, al acabamiento del gobierno empresario. Al respeto del individuo en sus derechos humanos y laborales para la mayor cantidad de seres humanos plácidos en su quehacer por si y por los demás. Ninguna novedad, pero aspiración al fin del venezolano. Sin embargo, como sabemos también, eso con este régimen, aunque haya devuelto el Sambil e intente revertir la expropiación de empresas, es imposible. El trabajo opresor es la visión laboral del régimen. El liberador será el posterior a su caída.


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