Análisis del capítulo nueve de la temporada final de Succession.

Los creadores están decididos a dejar una marca histórica en la televisión contemporánea, al no bajar el ritmo y menos el nivel de calidad de la serie. El nueve es otro episodio para la historia, digno de un libro o de un ensayo semiótico.

Roman prepara su discurso, frente al espejo, como un pequeño dictador, a la usanza de los propagandistas de la escuela fascista del siglo XX.

No es el único pichón de tirano que quedará expuesto.

La prepotencia y la vocación totalitaria del padre, parece que va dominando el cuerpo y la mente de sus hijos, quienes se comportan de forma autoritaria, ególatra y canalla, delante de los suyos.

Kendall tampoco mejora. Rechaza cada demanda de libertad de su entorno, cada propuesta de su séquito femenino, primero pelea con su esposa por la custodia de su hija, luego con su secretaria de confianza por la exigencia de un merecido ascenso.

Shiv continúa vendiéndose como la mascota de Lucas y planea hacer un pacto con el demonio de Menkled, a cambio de ser la nueva presidente del conglomerado Waystar, en su fusión con Gojo.

Tom no asiste al funeral, y su ausencia genera suspicacias, porque algo parece tramar a la distancia y en secreto, a espaldas de la audiencia. Tampoco descarten su papel en el desenlace, menos el del inescrupuloso Greg, uno de los personajes más peligrosos de la saga.

Por Connor ni se preocupen, que ya tiró la toalla, se sacó de la competencia, al solo optar por su embajada en un retiro dorado.

En el funeral, las cuestiones del estado se mezclan con los intereses del poder, bajo la mirada escrutadora de la Iglesia, un escenario que expone a los Roy como una mafia de mercaderes que, literalmente, han invadido el templo sagrado.

Como les había pronosticado, ocurre los imprevistos y los escándalos: el hermano de Logan interrumpe el derecho de palabra, reconstruyendo el lado oscuro del Titán loco, mientras Roman colapsa en el altar, antes de ser elevado como mesías de la negociación.

Su derrumbe es uno de los acontecimientos del episodio, deben verlo por ustedes mismos, a la manera de un calvario. Pocas veces, HBO igualará semejante contundencia, capaz nos recuerda la fuerza de GOT.

En efecto, Roman cae estrepitosamente, protagoniza un episodio de regresión infantil, siendo presa del pánico que afecta su complejo de niño castrado, con miedo escénico.

Se revela como un capitán demasiado frágil, para gozar de la confianza de los hombres duros de la mesa redonda, que sienten instintos maternales de protección y destrucción, ante el shock que domina al caudillo frustrado.

Por si fuera poco, Roman decide pagarla con la plebe, saliendo a descargar su rabia contenida con los protestantes que manifiestan su descontento en la calle, por las mentiras de ATM y la victoria de su candidato, antes de contarse bien los votos.

Los Roy son un Titanic que ha hecho crack, después de la muerte de su timonel. Y el capítulo nueve es su iceberg.

Así y todo, el show debe continuar, tras el sepelio de máscaras y semblantes hipócritas.

En una recepción posterior, todos juegan a cortejar al presidente, a ofrecerle su plan de rescate, en una absurda ronda coreográfica, de quítate tú para ponerme yo.

El presidente observa consternado, algo cínico y parco en sus respuestas, un poco conmovido y vanidoso de la degradación que despierta entre los poderosos, por su futuro estatus en la Casa Blanca.

De lo que se trata es de reflejar el rostro vicioso y corrupto que ha adoptado la democracia, como un Hunger Games, como un Juego del Calamar, donde todos se despedazan en pos del mismo objetivo.

Nadie se detiene a pensar en los demás, en el bienestar público, en por qué se protesta en el asfalto.

Los candidatos están preocupados por sus beneficios, por las tajadas que pueden sacar, por los intereses y las cuotas que se repartirán.

Unos se conforman con las migajas, como el hombre perro que ladra al servicio de Kendall.

Matson tiene su ficha en Shiv.

Roman tendrá que hacer milagros, para volver de su descenso al infierno.

Por ahora, es una disputa entre Team Kendall y la alianza del mal de Shiv.

Pero no descarten las sorpresas y los giros de 180 grados.

Así entramos al décimo y definitivo capítulo de Succession.

Una serie que se consagra como una tragedia que nos devanará los sesos, por las próximas generaciones.

Nos acercamos al fin de una era.


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