¿Qué dictamina que la pérdida de una vida sea más importante que otra? ¿Hay que burlarse de la tragedia de alguien por ser pobre o por ser rico? No. La humanidad, hace tiempo ya, está perdiendo lo que de humanidad le queda y las redes sociales, de manera avasallante y casi satánica, contribuyen para que esto ocurra.

Bien sabido es que en el mundo están sucediendo hechos terribles. La guerra entre Rusia y Ucrania es cruel y terrorífica; los niños abandonados que sufren, mueren y son maltratados, son crímenes que jamás tendrán perdón ni de Dios ni de los hombres y así, muchas tragedias de las cuales hoy en día y gracias a la tecnología nos enteramos en tiempo real, merecen respeto y es que, lamentablemente, sobre ellas, hemos leído burlas y comentarios malsanos. Eso es una transgresión y es grave. Es un irrespeto.

Para escribir en las redes hay que tener responsabilidad, principios y cierto grado de humanidad. Empatía es un término que está de moda, sería apropiado utilizarlo para comprender que aquellos de quienes se burlan son personas con familias que sufren; las circunstancias son distintas, la clase social diferente, pero al dolor lo une la tragedia y nadie, que se lea bien, nadie tiene derecho de burlarse de otro cuando de dolor ajeno se trata y, más aún, cuando hay vidas involucradas.

Un grupo de cinco personas corriendo riesgos innecesarios, hay que reconocerlo, firmaron su sentencia de muerte al estampar su rúbrica en un contrato en donde lo que más se advertía era el riesgo de perder la vida. ¿Y todo para qué? Para ver los restos del Titanic, un barco que se hundió hace ciento once años. Una mala decisión, así es. Un acto de inconsciencia, curiosidad mal concebida, un costoso riesgo por demás absurdo, cierto. ¿Pero qué derecho tienen quienes a través de las redes se han burlado de estas muertes que en cualquiera de los escenarios habría tenido un desenlace fatal?

El Titán, nombre del pequeño submarino que debía sumergirse a casi 4.000 metros de profundidad en el océano Atlántico, sufrió una implosión catastrófica según el más reciente reporte de la Guardia Costera de Estados Unidos. Por duro que suene y por terrible que sea, lo ocurrido ha sido la muerte más piadosa. Es seguro que en los próximos días las investigaciones desvelarán los detalles de esta nueva tragedia.

El otro escenario habría sido más cruel. Era asfixia, era anhelar un oxígeno que se termina, eran estados de pánico, de ansiedad, de impotencia, frío, angustia y arrepentimiento por haber elegido enterrarse en una urna compartida, en el interior de lo oscuro y frío de la inmensidad de un traicionero océano. ¿Y todo para qué? La respuesta es más absurda aún; para observar a través de una única claraboya, en el reducido espacio de un vehículo que garantizaba más la muerte que la vida, los oxidados restos de un barco marcado por la tragedia. 250.000 dólares fue el precio por cada una de las cinco muertes trágicas y prematuras que hoy conmocionan al mundo.

Pido a quienes escriben en las redes respeto para las víctimas y para sus familiares, en especial para un joven de tan solo diecinueve años que tenía tanto por vivir. Pido también que quienes usan esas redes sociales para sembrar odio y discordia a través de burlas y comentarios malintencionados, se detengan un poco y les concedan a estas personas y a todas aquellas que sufren alguna desgracia de otras noticias nefastas, más respeto. Por favor, cesen sus burlas ante cualquier tragedia.

No conocíamos a los pasajeros del Titán, solo sabíamos que ellos, al igual que ustedes, sin importar estrato social, eran seres humanos. Paz a sus almas y no dudo que desde ahora y eternamente, cinco nuevas víctimas fueron cobradas por aquel enorme barco de lujo que chocó contra un iceberg y, quizás, cada uno de ellos, escucharán eternamente las melodías que tocaron los músicos del Titanic hasta que el mar los hizo callar.

@jortegac15


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