El más importante cantante de música criolla, Ángel Custodio Loyola

A finales de los años cuarenta del siglo XX la escena musical caraqueña estaba dominada por los contagiosos ritmos que llegaban del Caribe; con el mambo, la guaracha y la rumba, Dámaso Pérez Prado había expandido por toda América su vibrante estilo. Desde las pantallas de cine la poderosa industria cinematográfica mexicana nos brinda el danzón, el bolero y la ranchera, géneros que también se aproximan a nuestra cultura y comienzan a forman parte de nuestro gusto. Es el tiempo de rutilantes figuras que emergen de aclamadas películas y se transforman en referentes, Ninón Sevilla, María Antonieta Pons, Pedro Vargas y Agustín Lara, otros como Jorge Negrete o Pedro Infante, son auténticos ídolos con una vigencia que aún encienden pasiones y los convierte en inmortales.

En la Caracas de los cuarenta, algunos destacados artistas como Magdalena Sánchez, César del Ávila, Heriberto Escobar o Josefina Rodríguez exponen un joropo de ritmo acelerado que se ejecuta con bandolines, guitarras y maracas, este dista mucho de las melodías que se hacen en el Llano. A partir de 1947, Juan Vicente Torrealba crea el recordado conjunto Los Torrealberos con el que decide traer a la ciudad la sonoridad que se hacía en los estados llaneros, aquella que recogía la existencia recia y las condiciones propias de esas tierras. En lo profundo de la llanura un intérprete se abre paso y va sembrado su nombre gracias a su fina y clara voz, Ángel Custodio Loyola, el Tigre de Masaguarito, cantante guariqueño nacido en 1926; quien desde la 14 años comienza un periplo como artista, su reconocimiento se va a extender en los estados Guárico, Apure y Zamora (actualmente Barinas), hecho prodigioso para la época. Posteriormente, el joven Loyola capta la atención del célebre Germán Fleitas Beroes, Pedro Azopardo, Rafael y Mariano Hurtado Rondón, personas relacionas a la poesía y la música guariqueña quienes son cautivados por su impactante estilo. De la mano de estos poetas Ángel Custodio comienza a ocupar mayores espacios en el cante vernáculo, sus innovadoras formas musicales sin precedentes en el folklore lo convierten en un revolucionario que lo proyectará desde su terruño a todo la nación, siendo el llamado a marcar una inmensa transformación en la escena musical venezolana.  Antes de Loyola lo que se cantaba era el contrapunteo, un enérgico enfrentamiento a voces en el que se improvisaba, el joropo prácticamente no era interpretado, golpes como el pajarillo fue un aporte casi exclusivo de este cantante, la pluma de los autores autóctonos consiguen en él al mejor vehículo para su creación. En su voz el pasaje surge como una alegórica y seductora estampa que ilustra el sentir de aquellas gentes prolongadas en la inmensidad de la sabana.

El descollante cantante conoce al maestro Torrealba, quien se había trasladado a Calabozo en busca de una voz representativa para su conjunto, de ese encuentro resulta una alianza que será el punto de partida para que el coplero llanero lleve a cabo quizá la más significativa influencia entre todos los géneros musicales del país. Con la llegada de Loyola a Caracas, Torrealba puede materializar su deseo de conquistar a la audiencia con un joropo de cadencia pausada, más al gusto del público de salón. Ángel Custodio se consigue  en la ciudad con un escenario totalmente desconocido, impactado negativamente arremete contra el joropo caraqueño mirandino y los ritmos foráneos tan populares, desde sus primeras actuaciones en la capital consigue llamar la atención y despierta admiración por su ruda estampa, refinado fraseo y exponer con altivez la cultura llanera, con su desafiante actitud y talento, el Tigre de Masaguarito impone no solo su música sino la concepción de lo que él denominaba la ética del Llano. Rápidamente se va a convertir en el primer artista del género llanero en grabar discos, junto a Torrealba, “La guayaba”, “Pasaje N° 1”, “Pasaje N° 2”, “San Rafael” y el entrañable “Tierra negra” son algunos de los temas con los que irrumpe con rotundo renombre en la discografía nacional.

A su llegada a Caracas en 1947

Loyola se presenta como un firme defensor de las raíces, planta lucha a todo lo que signifique la corrupción de sus valores culturales. A pesar del reconocimiento, una creciente inquietud y el deseo de emprender otros rumbos lo conduce a separarse de Juan Vicente Torrealba, no sin antes dejar un LP que es vital en nuestra música, Dos criollísimos. En 1951 junto con Ignacio “el Indio” Figueredo graba los temas “El gabán” y “La verdolaga”. Para ese entonces su indiscutible talento lo convierte en máxima figura del cante, no hay rockola en el país que no tenga sus temas, su creciente fama es apalancada  por la actividad radial y por su constante presencia en la recién inaugurada televisión en 1952. Loyola es un habitual talento primero en Televisora Nacional y luego en Televisa, su regia voz seduce en la radio y su imponente imagen despierta admiración a través de las pantallas, siempre de elegante liquilique, impoluto pañuelo, sombrero de ala ancha, rematado por un fuete en la mano, todo en él proyectaba reciedumbre. En la floreciente época de la presidencia de Marcos Pérez Jiménez, Loyola se erige como un perfecto representante de los valores impulsados por el Ideal Nacional, exaltando las tradiciones y el fomento al nacionalismo. Su imagen es símbolo de venezolanidad y en él se conjugan los elementos que van a dar inicio a una expansión sin igual de la música criolla. Recorre el país cosechando éxito, en torno a él y sin experiencias previas el folklore experimenta un crecimiento y evolución, la industria radiofónica y televisiva se inundan de talentos venezolanos exponentes del acervo tradicional y patrio. Loyola le abre las puertas a un sinnúmero de artistas de todos los rincones del país que comienzan a mostrarse a Venezuela y al mundo. Se dedica a traer a Caracas a gran cantidad de talentosos músicos, cantantes y bailarines, a quienes lleva de su mano a la radio y televisión, un ejemplo, es el Carrao de Palmarito, regio y poderoso cantante que no necesita presentación.

Para 1954 se disuelve la unión con el Indio Figueredo y Loyola crea su conjunto Los Guariqueños, con quienes a lo largo de varios años va a dejar decenas de LP,  auténticas joyas fonográficas, con Discomoda: Contramarcado, Buenos Aires llaneros, Sentimiento llanero, Corrío apureño, El guachamarón, El Tigre de Masaguarito, La catira marmoleña y para sello Cachilapo el valioso El guariqueño sí sabe. Durante 40 años va a ser el máximo representante del folklore, un hombre que con su voz y composiciones pintó de llanura no solo a Venezuela; fue reconocido como un eximio artista en Colombia, Centroamérica y hasta en México, donde llegó a tener participaciones en la meca del cine hispano parlante.

Cuando se conmemoraba el 35 aniversario luctuoso de Ángel Custodio Loyola (La mata Arzolera, 4 de septiembre de 1926 – Cagua, 24 de septiembre de 1985), bien valdría la pena poner luz al legado de este genial cantante y autor, quien siempre buscó enaltecer su idiosincrasia y llenar a nuestro país con su músico. Por ser un decidido exponente cultural que puso por delante el amor a Venezuela es que su nombre no debe estar cubierto con el espeso velo del olvido. Cada uno de los artistas que lo siguieron marchan por el camino que él inició; creando y dando forma a la pasión y ensueños que nacían en la inmensidad de aquellas tierras cubiertas con la bravura de la sangre y arrasadas por la fiereza del sol, Loyola supo recoger y trasladar en hermosas canciones la esencia misma del llanero, aquella que se siembra y extiende en la fértil sabana del corazón.

 


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