I

Creo haber escrito sobre esto en alguno de mis últimos artículos, pero vuelvo a insistir en el tema. Apoyado en las viejas lecciones de uno de los mejores maestros que he tenido, Norberth Lechner, se trata de la cuestión del tiempo en la política.

Vuelvo a mi abuelo, para quien el tiempo solo era pasado. Él estructuraba su orden cotidiano desde ese espacio temporal. En efecto, mi viejo, construía su futuro recurriendo permanentemente a su pasado que le proporcionaba una familiaridad que le permitía no tener que dar explicación de su mundo ni su razón de ser. Eso le daba una tranquilidad increíble. Solía decirme: “Cuando Gómez podíamos dormir con las puertas abiertas y una cabuya de plátanos me costaba una locha”.

Vuelvo también a mi hija, Ana. Ella vio roto violentamente su pasado, ese que los chavistas, en su afán de ponerle otro nombre a todo, llamó “cuarta república”. Esa ruptura se produjo simultáneamente a la creación del nuevo orden propugnado por los chavistas y efectivamente, ella tuvo que crear un nuevo horizonte temporal en una situación de dictadura que es reacia por su naturaleza autoritaria a todo intento de estructurar un futuro.

De hecho, el único tiempo para la dictadura es el presente (construido como único espacio temporal vinculado al pasado más lejano) y eso es un drama para ella que ha quedado presa en ese presente continuo e inmediato que es el tiempo chavista que ha sido el tiempo de todo el país durante los últimos 20 años.

Esto viene a cuento porque actualmente actores políticos de la oposición radical, opinadores de densos y otros no tan densos  artículos, tuiteros de febril actividad y exiliados y no exiliados, muchos de estos últimos haciendo su vida fuera del país, dirigen sus ataques a Guaidó porque consideran que no ha hecho buena su palabra, pues desde enero ofreció el cese de la usurpación del poder en manos de Maduro, un gobierno de transición y elecciones libres.

Aducen que ha llegado diciembre y sigue con la misma retahíla. En otras palabras, que ha perdido el tiempo, que su tiempo ya pasó y que todos lo están esperando en la bajadita del 5 de enero para darle la despedida que la propia oposición le ha dado a todo aquel que reclame su  liderazgo en los últimos 15 años.

El reclamo a Juan Guaidó por haber perdido el tiempo es realmente injusto. Es posible que él se haya propuesto demasiado en el tiempo que tenía o tiene disponible, pero el gobierno también juega que tiene plazos y trata de imponerlos, porque en última instancia cuenta con los poderes fácticos, especialmente los armados y represivos, incluso, dentro de estos, el sistema de justicia.

Por otra parte, salir del régimen madurista y construir una salida democrática requiere sincronización de las diferentes temporalidades de los diversos actores políticos opositores, que tienen sus propias agendas, por ejemplo, habría que conciliar la premura de Ledezma, la desesperación de María Corina Machado y la intemperancia y arrogancia de otros que gritan “Maduro, vete ya”, como antes gritaban “Chávez, vete ya” con la propuesta Guaidó.

Digo Guaidó porque es lo que tenemos. Un líder de carácter situacional que ha construido una propuesta para esta situación. Es posible que una vez que cambie “el momento actual” el liderazgo de Guaidó deje ser funcional a las nuevas exigencias de un nuevo momento político.

Me pregunto, ¿se podía hacer eso? ¿Se puede hacer eso?; es decir, liquidar la usurpación, establecer un gobierno de transición y convocar elecciones libres en el transcurso de este año que termina. Es difícil. Lo he dicho, el gobierno juega duro, pero también los actores políticos más radicales de la oposición convergen con el gobierno en un hecho fundamental: confunden la política y el Estado con el poder y, al igual que el régimen, piensan y actúan como los únicos que encarnan la política, la razón y la verdad.

II

Obviamente el tiempo en política es escaso, especialmente para los que viven bajo la insoportabilidad de un régimen que nada ha hecho bien y que ha producido la crisis más profunda en toda la historia del país. Dentro de este contexto la gente desesperada quiere cambios ahora, no mañana, ni pasado mañana, ni dentro de un año, y la propuesta de Guaidó, al no insertarse dentro de un marco normativo, lejos de incrementar un tiempo favorable al cambio, luce como si más bien se estuviera perdiendo el tiempo, que parece esfumarse como un día de vacaciones.

¿Qué  se le puede criticar a Guaidó? Que ha acumulado prioridades: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, las prioridades tienen plazos e indican que es lo que hay que hacer y debe hacerse. Esa sobrecarga de prioridades que articula la propuesta Guaidó ha causado, en parte, una pérdida de control de los acontecimientos en marcha y hace que los desesperados arrecien sus críticas y la destrucción de su liderazgo.

Lo que ignoran, o hacen que no saben, los críticos, los tuiteros, los radicales, los que quieren que Maduro se vaya, o que sea preso o cualquier cosa, pero que desaparezca, es que el gobierno también hace política, que también coloca e impone plazos (por ejemplo, “habrá elecciones parlamentarias el año que viene”, dicen).

Ignoran, o hacen que no saben, que la lucha política es un conflicto acerca de los tiempos disponibles y que finalmente el triunfador es quien logra ampliar su propio plazo y acortar los del otro.

El objetivo de hoy de Guaidó es ese: ampliar su plazo y acortar el del gobierno. Justamente ese es el mismo objetivo que tiene el régimen, solo que lo favorece el estar amparado por los poderes fácticos y también qué duda cabe por la ambición de los que “comparten” la misma trinchera de Guaidó.

III

Escribí esta nota desde Colombia donde me encontraba por razones estrictamente familiares, y antes de conocerse el informe de Armando.info. En dicho informe un sector de la oposición es señalado como protagonista de una acción turbia, irregular y, podemos decirlo, corrupta.

Los venezolanos desde la primera noche de los tiempos hemos observado que la corrupción ha sido una eficaz mediación en la construcción de lo que hemos sido hasta ahora, pero, ojo, también ha sido una mediación que ha desorganizado el hecho estatal que organizó el país en los diferentes momentos de nuestra historia. Ejemplo, ella, la corrupción, medió eficazmente en la organización del Estado venezolano en los años setenta y ella desorganizó lo que el régimen ha llamado la cuarta república.

También la corrupción ha sido eficientísima en la organización del régimen chavista y ella se ha encargado también de desorganizarlo. Sería lamentable que se convirtiera en la piedra angular de la destrucción de lo que hasta ahora se construido como alternativa opositora a la dictadura.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!