El médico y narrador  brasileño Moacyr Scliar publicó en 1988 El ejército de un solo hombre (Editorial vasca Traxparta, 2004, traducción al castellano de larga estadía en los estantes de aquella caraqueña Pulpería del Libro). Narraba con el fino humor que permite la fábula literaria -para despistar la  eventual censura gubernamental- el drama de judíos rusos escapados a tiempo  que fundaron en su tierra adoptiva una colonia agropecuaria, comuna gobernada por los camaradas Caballo, Cerdo, Cabra y Gallina. Remedo de su patria natal tiranizada por Stalin.

El castrochavismo en sus versiones locales, regionales y continentales  actualiza la misma ruta represiva, por igual insertada en democracias electas y revoluciones impuestas. Para el caso venecubano la norma fija es inventar pretextos llamados Operaciones de Traición a la Patria, el actual es el número 25 y  se titula “Conspiración  de  los brazaletes  blancos” cuya  finalidad sería el magnicidio contra el usurpador ocupante de la militarista presidencia. Con esa patraña pretende  justificar la represión a niveles de criminalidad absoluta.

Históricamente, desde su originaria francesa de 1789  toda revolución  erigida como segura salvadora de la injusticia social culmina bajo terror  bañado en sangre de sus adversarios y  propios miembros. Devora violentamente a sus propios hijos, frase ya lugar común.

En Venezuela este proceso suicida que abarca veinticinco años se encuentra en su fase agresiva más evidente, pues le llegó a fondo una  grave crisis financiera originada -de nuevo- por sus propios camaradas ladrones, esta vez en la mina petrolera nacional Pdvsa. Ya no tienen dinero rentable para seguir comprando  pueblo y nunca soltarán un céntimo de sus abultadas cuentas bancarias a nombre de testaferros.

Al generalato de su fuerza armada que compra desde kalashnikovs   hasta drones, en sus fracturados componentes – ejército terrestre, marina y aviación- les crece la rebeldía opositora en sus cuarteles.

Periodistas, activistas de los derechos humanos y políticos, los de insobornable formación ética, registran y muestran las alcantarillas  donde el régimen pretende lavar sus brazaletes tintos en indeleble  sangre inocente. Por eso ahora son las víctimas que finalmente los desnudan a cuerpo entero. Los secuestran, desaparecen y condenan  sin derecho a defensores legales. De los casi 300 presos políticos en sus mazmorras donde se degrada, tortura y asesina, 80% son militares.

El llamado Mundo Libre todavía tiene tiempo de, sin discursos al caletre, actuar contra tamaña ofensiva criminal -lo que no hizo cuando el ejemplo empezó en Cuba y Nicaragua-, esta vez comenzando ya por retirar a sus embajadores. La mesa está servida porque en pocos días cumple dos años la  guerra imperialista invasiva de Putin, el  hombre que  la inventó y se convirtió en jefe de ejércitos obligados a matar civiles indefensos hoy es un hombre solo y para no sucumbir en su batalla genocida contra la independiente  y civilista Ucrania necesita  aliarse con Irán y China. En Venezuela todavía cuenta con su tocayo y lacayo, el comandante  Padrino,  poder básico que sostiene al trono palaciego.

Es la conclusión parcial de lo que sucede y se delata, no desde buenas novelas hilarantes, sí con denuncia gritada por los resquicios digitales aún libres por donde se debe recordar que el único seudo delito cometido por estos opositores es acatar una orden: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen,  legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. Artículo 350 de la Constitución Republicana Bolivariana de Venezuela, diariamente violada por quienes la concibieron y promulgaron a su  medida, el 20 de diciembre de 1999.

Hasta el momento, con la excepción de Uruguay, no hay concreta acción  global contra el terror que por este cuarto de siglo ejecuta el cubazolano Estado Rojo. Se salva quien huye o no le importa esta tragedia. La sufrida mayoría de un 90% permanece  aterrorizada. Por ahora.

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