Dave Franco, hermano del actor James Franco, demuestra todo lo que tiene que ofrecer en el género del terror en la extraña y brillante The Rental (2020), una versión para el público millennial sobre la transgresión y violación de los espacios privados que sorprende por su lucidez y cínica visión sobre el mal interior. 

La película Psycho de Alfred Hitchcock aterrorizó a varias generaciones de norteamericanos, al convertir los usuales hoteles de carretera — parte de la tradición de un país en el que el road trip es algo común —  en todo un nuevo lugar para el terror. Hitchcock elaboró una visión sobre el terror puertas adentro que cambió para siempre la concepción sobre lo que pueden esconder los viejos hoteles y en especial, la sonrisa de un típico muchacho norteamericano. A sesenta años de su estreno, continúa siendo una magistral pieza de terror que subvirtió la usual película de terror con un asesino por centro de interés, en algo más perverso, morboso y cruel.

Algo semejante podría decirse de película The Rental de Dave Franco (hermano del actor de James Franco), que toma el concepto de Psycho y lo reconstruye no solo desde una visión contemporánea, sino que además profundiza en la idea de la invasión de la privacidad, la violación de los límites domésticos con algo más sádico. Para Franco, el terror no es solo la amenaza que espera puertas afuera, sino también la posibilidad del peligro que se confunde con lo cotidiano y se enlaza con una versión de una realidad cada vez más brutal y cruel.

Por supuesto, se trata de un buen momento para películas de terror basadas en la paranoia, pero en especial para los argumentos que analizan las conductas humanas en situaciones límites. La epidemia del COVID-19 cambió la forma en que el peligro se percibe en la actualidad  — quizás, para siempre — y añadió un elemento de tensión violenta a la percepción de la transgresión de los espacios privados. Lo doméstico se ha convertido no solo en símbolo un tipo de protección que emparenta la noción de la casa con los sitios que consideramos de exclusiva pertenencia, sino en la frontera con un tipo de peligro invisible que a su vez, se relaciona con una primitiva búsqueda de la seguridad física y mental. Cuando Franco evade explicaciones sencillas para mostrar el miedo que rompe esa barrera invisible, The Rental se convierte en no solo un registro nítido sobre el mundo pandémico y lo que vendrá después, sino en un tipo de terror inconfesable que resulta ahora mismo difícil de definir.

Eso, a pesar de que el guion de Franco  — que escribió a cuatro manos con Joe Swanberg — es anterior a la cuarentena mundial y de hecho, es una obra previa a toda la reciente concepción de lo que se insiste en llamar “nueva normalidad”. En realidad, el director y escritor está más interesado en el clima sobre la noción de lo privado y lo íntimo contemporáneo, que en los lugares que lo representan, pero ambas cosas terminan por mezclarse en una historia que parece simple, sin serlo.

Se trata, de hecho, de una mirada al clásico thriller pero desde una perspectiva curiosamente novedosa: Cuando Charlie (Dan Stevens) y Mina (Sheila Vand, protagonista del clásico discreto The girl walks home alone at night de Ana Lily Amirpour) deciden hacer un viaje a la Costa Oeste con sus respectivas parejas, lo que parece ser una relación platónica  —la química sexual entre ambos es evidente aunque sin término de resolución — es notorio que Franco, intenta establecer la idea de lo que nos une al otro, en mitad de una situación incómoda pero cotidiana. Ambos son profesionales, jóvenes, empresarios de éxito que ahora están cerca de convertirse en ¿amantes? ¿pareja? La película no parece muy interesada en aclarar qué ocurre entre ambos, como no sea establecer que la sensación de inminencia y fugacidad es necesaria para comprender lo que vendrá después. Lo siguiente es casi rutinario: antes del viaje, esta probable pareja alquila un lugar en Airbnb y decide que es un buen momento para analizar la relación que comparten y en especial la forma en que  podría evolucionar a futuro.

Desde la primera escena, hay algo de incierto e incompleto en la historia de Charlie y Mina, lo que supone un acierto al comprender la forma en que funciona con respecto a quienes le rodean: Josh (Jeremy Allen White), el novio de Mina, es un hombre blando, un poco aburrido y al final, una sombra de Charlie, brillante y con la relevancia suficiente para opacarle. Por otro lado, Michelle (Alison Brie), la prometida de este último, es la imagen viva de la fragilidad de una relación que no tiene apariencia de sobrevivir más allá de unos meses. Este cuarteto incómodo, problemático y por momentos, desesperanzado, tendrá que enfrentarse a días de aislamiento junto a un anfitrión problemático (Toby Huss) y por supuesto, una amenaza escondida en el sistema de venta y alquiler más conocido de la actualidad.

Lo más interesante de la película es usar la presunción de que Airbnb (ese símbolo de estatus del mundo prepandémico) puede ser el vehículo perfecto para lo terrorífico, de la misma manera que lo fue el Motel Bates, con su inofensiva fachada de lugar anónimo en medio de la carretera. Franco logra crear evidentes paralelismos entre ambas propuestas y mientras la tensión fluye en el interior de la casa y se hace cada vez más irrespirable, la verdadera amenaza acecha desde la periferia, en un golpe de efecto demoledor e inesperado que el director utiliza con buen pulso, pero en especial, un conocimiento sólido sobre el ritmo del suspenso en las películas de género. Para Franco, lo realmente importante se esconde en la apariencia de lo inofensivo  — este anfitrión que podría ser o no un asesino en potencia—  y también, en el hecho de crear una atmósfera irrespirable en un espacio restringido que comienza por supuesto, por una transgresión a la intimidad. A partir de allí, la película funciona en una especie de extraña y asfixiante mecanismo en que los personajes son piezas en un extraño juego de control y violencia, que funciona al margen de lo que parece real.

Quizás el mayor acierto de Franco es construir un escenario en que nada es lo que parece: Mina y Charlie son imágenes del éxito, pero al final también son criaturas perversas que en cierta forma se enfrentan a un tipo de tinieblas interiores que Franco muestra con una cámara subjetiva obsesiva e insistente. Para el director, el terror es parte del mundo de sus víctimas, que alimentan a lo que sea que les acecha con sus traspiés y errores. A medida que la trama se hace más dura y compleja (y la sangre comienza a fluir), es más evidente que nunca que todos los factores confluyen para crear algo más siniestro que un simple argumento de slasher. Hay una premisa de enorme interés en el hecho de Airbnb como el símbolo de la confianza moderna rota y también, los espacios en los que nos movemos en la actualidad, destruidos y devastados por algo más inquietante que Franco maneja con inteligencia y buen gusto.

The Rental, además, subvierte la idea del servicio de alquiler como el heredero de los espacios anónimos, sin nombre y levemente despersonalizados que protagonizaron varias de las películas de terror más interesante de finales de la primera década del siglo. Con la misma tensión de Los extraños (2008) de Bryan Bertino, Franco cuestiona el origen de todos los miedos, las paranoias y la percepción de lo temible. En una de las escenas más siniestras, Michelle se pregunta en voz alta quién ha estado antes en la casa que ocupan, cuál es su historia, qué se esconde detrás de la limpia apariencia del lugar en que se encuentran.

De pronto, la noción de lo moderno  —de su facilidad para ocultar secretos, de la mirada del miedo escondida en la pulcritud de los datos —  es una versión del terror depurada e inquietante. Tanto como para aterrorizar por el mero hecho de lo que puede sugerir. Al final, The Rental es una búsqueda sobre los orígenes del terror contemporáneo, mezclado con la morbosidad de algo más singular que Franco plasma desde una perspectiva pulcra.


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