El martes 6 de septiembre de 2022 se celebró en la capital de Colombia un consejo extraordinario de seguridad que encabezó la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, con autoridades de la Policía, el Ejército y la Fiscalía.

Bandas criminales azotaban la ciudad del país vecino, a la vez que participaban en otro capítulo de la historia que el crimen organizado escribe con sangre en todo el mundo, donde los arreglos de cuenta son siempre de incomparable crueldad.

La guerra era por el mercado de la droga, la prostitución, el licor adulterado, los sicariatos y las extorsiones en por lo menos cinco localidades de Bogotá,  y uno de los grupos más temibles era el internacionalizado Tren de Aragua venezolano.

La alcaldesa López señaló entonces que esa banda era dirigida por alias Niño Guerrero y alias Giovani, “que están supuestamente privados de libertad en el centro penitenciario de Tocorón”, pero “esos dos criminales siguen dirigiendo operaciones criminales desde la cárcel”.

Esa declaración, que desnudaba la protección y la impunidad de que gozaba el dúo criminal bajo el sistema penitenciario venezolano del “hombre nuevo”, provocó la furia del régimen de Nicolás Maduro.

Y la arremetida de Diosdado Cabello frenó el llamado de urgencia de la funcionaria para que la policía judicial venezolana coordinara “inmediata y eficazmente” con la colombiana “para poder identificar a criminales que están cometiendo crímenes en Bogotá”, lo cual habría evitado mucha miseria y muerte.

“Si usted (Claudia López)  tiene allá al Tren de Aragua, échele lo que usted quiera, esos no le duelen al gobierno de Venezuela porque nosotros no tenemos que ver con ellos”, afirmó Cabello. Dijo además que en Venezuela sí le hacen frente al narcotráfico.

No obstante, ahora parece correrse el telón de pranes clave en el negocio de la droga que vivían al amparo del régimen, armados hasta los dientes en una suerte de ciudadela y a quienes probablemente se les avisó de un megaoperativo que ha dejado muchas más preguntas que respuestas, y en el que aún no pueden descartarse vendettas como las del área política chavista.

Lo cierto es que la gente sospecha que los intereses oscuros dominan el escenario,  y que los hilos de las marionetas son demasiado visibles para el público del teatro de Tocorón.


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