Muchos análisis hablan desde la perspectiva de un orden mundial que podría establecerse, ya se ha escrito que estamos viviendo los tiempos de ese imperio global; sin embargo, distintos análisis hablan en tono de profetas de algo que está sucediendo en tiempo real.

Además, polímatas en la historia del siglo XIX y XX, viendo el plus ultra de las cosas, advirtieron los peligros que enfrentaría la humanidad al consentir el establecimiento de un gobierno global. Hoy la situación se empeora porque se le traspone el asunto de la inteligencia artificial, al que se está delegando las responsabilidades humanas.

No obstante, la solución no es la ortodoxia de la dialéctica ilustrada, divulgada en principios del siglo pasado, responsable de las grandes desgracias y tragedias de la contemporaneidad, sino del ser conscientes del inminente peligro de un sistema gobernado por máquinas muy al estilo de la distopía y la ciencia ficción estudiada.

Puesto que en el non plus ultra de los límites humanos está la consciencia, que por muy poca importancia que se le pueda dar, entre muchas cualidades, es ella el juez que hace justicia en cada caso.

A pesar de que la gobernanza en el mundo pretende pasar a la población mundial por el ojo de un orden absurdo, ante los hechos acaecidos, deberían ser conscientes de que están siendo juzgados por la historia y por sus cercanos, como lo han sido los órdenes precedidos en Persia, Egipto, México, Perú, Grecia, los acontecimientos de la Revolución francesa, Industrial y Bolchevique, donde no ha quedado crimen impune frente a la historia.

Por otro lado, está escrito que el sustento de toda tiranía es un entramado de movilizaciones entre mafias en la que transforman a sus propios estamentos sociales que se diluyen entre sí, en un ambiente de fuelles, donde siempre pasa el mismo drama de las revoluciones, suprimidos sus propios apoyos del inicio.

Sumando que, mientras existan organizaciones internacionales que fungen de ministerios globales de una agenda en desarrollo del gobierno mundial y la población siga sin darse por enterada, costará mucho generar cambios que se requieren para la libertad humana.

Para finalizar, se recuerda que el talón de Aquiles de todos los imperios y revoluciones siempre ha sido el mismo: el gasto público que requiere sostener un tren inútil que no conduce a ningún lado, más que a su propia destrucción, sin retorno.

@aegeovo 


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